En un contexto inflacionario y de crisis económica, los juninenses ajustan su bolsillo y recorren las calles buscando las mejores ofertas y los precios más bajos, y prescinden de algunos artículos que normalmente consumían para poder llegar a fin de mes.
En efecto, los vecinos salen en busca de precios, por lo que se vuelcan a las llamadas segundas marcas de empresas Pymes en los supermercados o comercios de proximidad.
Estas marcas vienen siendo, desde hace un buen tiempo, una opción válida para los consumidores. Es que, en muchos casos, simplemente se trata de nombres que no son tan reconocidos porque no han logrado el mismo posicionamiento de mercado, pero que tienen un precio bastante más accesible y ofrecen la misma, o similar, calidad de producto.
De hecho, en ocasiones son fabricadas por las mismas empresas que tienen una etiqueta líder. También se ubican en esta categoría las elaboraciones de pymes y las de las marcas propias de las grandes cadenas de supermercados.
Al respecto, el vicepresidente de la Federación de Almaceneros de la Provincia de Buenos Aires, Fernando Savore, destacó a Democracia que “la búsqueda de las segundas marcas no es de ahora y ya viene desde hace un año y medio atrás. Uno cuando hace la compra lo puede hacer por decisión y por necesidad. Como no me alcanza para las de primera, me vuelco a la segunda”.
Además, comentó que se instaló “por error el tema de las primeras y segundas marcas, ya que en realidad son marcas Pymes. Hoy está en entre un 40 y 50 por ciento el crecimiento de las ventas de las mal llamadas segundas marcas”.
“Yo hace cuatro años no vendía gaseosas de segunda marca y hoy representan el 60 por ciento de las ventas en un barrio de cercanía de clase media. Si yo necesito vender, tengo que tener las dos variedades, un arroz de primera marca y otro de una Pyme, por ejemplo”, agregó.
“Mientras que hay un yogur de primera marca a $1800, tenemos otro a $700. Las brechas son muy profundas. Una gaseosa de primera la vendemos en $3000 y la otra en $1200.
Por ejemplo, los cuatro rollos de papel higiénico Higienol de 80 metros está 4500 pesos de costo. Hoy a la gente no le alcanza para comprar la primera marca”, destacó.
“Estuve en un mayorista y el arroz Gallo Amarillo está a 5500 pesos de costo y lo tengo que vender a 7 mil. Y obviamente lo tengo que tener porque siempre hay un cliente exigente, más allá de que se venda más el de segunda”, manifestó.
Y aclaró que “hay marcas que tuvimos que discontinuar, como la de los cereales en cajas de 3000 pesos, ya que por otro lado tengo Granix que vende a granel y yo lo fracciono.
Los argentinos se han americanizado bastante, pero ahora no vendo más esas primeras marcas. No te arriesgás a traer esa mercadería porque no se puede vender”, apuntó.
Corredor comercial
Por otro lado, Savore comentó que tiene pensado armar un corredor comercial en la zona oeste y evaluar, de esta manera, las Pymes, para comprarle productos de manera directa.
“La idea es comprarles de forma directa y no en el mayorista, tratar de que nos sirva a todos. No digo de puentear a los mayoristas, sino darle mayor laburo a las Pymes pagando de contado”, confirmó.
“Por eso queremos armar un corredor en la zona oeste, para demostrarle a los gobiernos nacional y provincial que se pueden conectar los negocios de proximidad y las Pymes pagando de contado, cuando los mayoristas les pagan a 60 días a las pequeñas y medianas empresas y multinacionales”, concluyó.
“Incorporando otras marcas”
Por su parte, desde el local comercial Sabor Criollo explicaron a Democracia: “Seguimos manteniendo primeras marcas y estamos incorporando paulatinamente otras marcas que son de industria nacional no muy conocidas, como, por ejemplo, de fideos”.
En el caso de bebidas gaseosas “trajimos más Manaos que no teníamos tantas. La gente está consumiendo segundas marcas, que no llega al 50 por ciento más”, dijeron, pero aclararon que “nuestra familia de productos se sigue manteniendo más o menos con la tendencia que veníamos teniendo”.
Al igual que en 2001
La irrupción fuerte de las segundas -y terceras- marcas se produjo durante la crisis de 2001 e hizo que muchos consumidores se vieran obligados a probar productos con etiquetas poco conocidas para descubrir que la relación precio-calidad podía ser muy favorable. Cuando la situación económica comenzó a mejorar, varios volvieron a las primeras, por preferencia o incluso hábitos, pero ya conocieron la alternativa.
En los últimos meses, la pérdida del poder adquisitivo de los ingresos provocó que un buen número de compradores retomara la costumbre de analizar cuidadosamente las opciones de precios para tratar de sostener la economía familiar. Y se espera que la situación se torne mucho más crítica en el primer semestre de 2024.
Dispersión de precios
Aunque la mayor parte de las opciones había desaparecido de las góndolas, hasta el 10 de diciembre estuvo vigente el programa Precios Justos. De ahí que, cuando se conoció el resultado del balotaje y para protegerse de la anticipada devaluación las proveedoras de alimentos y otros productos de consumo masivo presentaron listas con un 40% de aumento, los mismos supermercados se negaron a aceptarlas y la Secretaría de Comercio de Nación convocó a los referentes de la industria alimenticia para acordar un esquema de subas más paulatino.
Sin embargo, una vez que se liberaron los precios, con la asunción del presidente Javier Milei, se produjo una gran variación y algunos artículos tuvieron subas de hasta 100% en pocas semanas.
Por otra parte, los productos que estaban incluidos en Precios Justos iniciaron la carrera para recuperar el terreno perdido y tuvieron fuertes ajustes en apenas unos días. Y no todas las empresas aplicaron los mismos incrementos, lo que favoreció una amplia dispersión en los valores.
Para entenderlo: en la sucursal de Junín de una cadena de supermercados se puede encontrar una marca de aceite de girasol a $ 1.615 el litro y otra a $2.609; una de arroz largo fino a $ 2.625 el kilo y otra que llega a los $ 3.969; opciones de fideos spaghetti desde los $ 914 el kilo a los $ 2.100 (sin contar con una premium, que alcanza los $ 3.630); o mantecas de $ 5.675 el kilo a $ 10.500 (aunque también el tamaño de la presentación influye en este caso).
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