El caso de Marcela Patricia Aguinalde se inscribe en el largo listado de personas nacidas en otras localidades que llegaron a Junín para, además de enamorarse de la ciudad, desarrollarse a nivel profesional. Para hacerlo, eligió el mundo de la odontología y transitó un valioso paso a paso para alcanzar un destacado posicionamiento a nivel local.
En diálogo con Democracia, recordó su infancia, narró cómo fue llegar al lugar donde está hoy, analizó la evolución del mundo odontológico y resaltó el lugar ocupado por su familia.
Infancia
Al rememorar su infancia recordó: “Nací en Coronel Dorrego, en provincia de Buenos Aires. Mi padre trabajaba en el Banco Nación y se jubiló cuando tenía un año. Nos mudamos a Junín, fui al Jardín N°1, hice el primario en la Escuela N°24 y la secundaria en el Normal”.
“Después hice dos años de Asistente Social en el Instituto Profesorado. Falleció mi mamá y por eso no me fui a La Plata. Luego, sí, en el 75, me fui a estudiar odontología en La Plata”, continuó.
Tras ello, decidió volver a la ciudad que la abrazó con tan solo un año y donde tuvo su infancia. Al respecto, señaló que “en el 80 me volví a Junín como odontóloga a trabajar y, desde ese momento hasta hoy seguimos trabajando”.
Aguinalde desarrolló su infancia en el barrio 9 de Julio, en las intersecciones de Bartolomé Mitre y Roque Vázquez. Sobre aquella añorada infancia contó: “Se jugaba en la puerta con un grupo de niños y niñas de diferentes edades. Practicaba natación con el profesor Calvo en el club social, por las mañanas, y tras dormir una siesta y hacer la digestión, costumbres de los padres de esa época, íbamos al club a jugar y estar con amigos”.
“A las seis de la tarde, los menores, tenían que cambiarse y volver a nuestras casas salvo que hubiera un mayor que se quedara con nosotros”, recordó sobre las costumbres de antaño.
Al referenciar tal hecho, abordó de lleno la diferencia con el pasado y comparó: “Cuando éramos chicos, dormíamos con la puerta de casa abierta y volvíamos caminando a la hora que fuese, sin ningún temor”.
También destacó el lugar ocupado por su padre y madre, quienes se brindaron al máximo por Marcela y sus tres hermanos. Asimismo, en tal sentido, revalorizó a la educación pública.
“Éramos cuatro hermanos y, si no hubiéramos ido a una escuela y universidad estatal, no hubiéramos podido estudiar”, opinó.
“Mi madre siempre nos inculcó que teníamos que estudiar, era algo fundamental, y que nunca dejáramos de ejercer nuestra profesión y creo que eso te marca. Era una feminista de su época de algún modo. La hemos luchado todos como nos enseñó”, agregó.
Odontología
Con casi cuarenta años de trayectoria, Aguinalde logró ganarse un lugar en el mundo odontológico local y de la región. Al momento de recordar los inicios de su relación con la materia compartió: “Según una prima, que era muy grande, de la edad de mi mamá, ella siempre decía que yo iba a ser odontóloga”.
“Siempre me gustó la biología y, hablando con alguien que estaba estudiando, me empezó a interesar y terminé estudiando. Me gusta toda la parte biológica, de hecho, sigo estudiando, y la parte manual también. Lo que hago me apasiona. Me gusta devolverle la sonrisa a la gente, salud, ver los cambios”, continuó.
Sin embargo, poder alcanzar el presente costó años de dedicación, trabajo, sacrificio y mutaciones. Una de estas últimas fue las distintas mudanzas que tuvo hasta alcanzar el objetivo de tener una propiedad propia que fue su consultorio.
“Comencé en mi casa que era la casa de mi papá, en calle Cabrera entre Alem y Avenida San Martín. Después nos asociamos con Luis Bergues y pusimos una clínica en calle 25 de Mayo entre Tedín y Derqui. Después Luis se fue a Buenos Aires y, con mi marido, compramos la casa de la esquina donde pusimos el actual consultorio en Quintana 349”, narró.
Hasta una lesión tuvo producto de la posición de trabajo en el consultorio. Al respecto, contó: “Nuestra profesión hace que trabajemos en una posición rara: girada con el brazo derecho hacia arriba. En ese entonces iba mucho a Pehuajó a hacer tratamiento de conducto y me empezó a afectar el hombro y la cervical”.
“Me dijeron que haga recuperación y deje de trabajar en el consultorio, y les dije que nunca dejaría de hacerlo”, afirmó, posibilitando ver su esencia como profesional.
Recomendaciones
Como parte de su compromiso profesional, Aguinalde le compartió a este medio una serie de recomendaciones generales para la salud bucodental de las personas, a la que definió como “fundamental”.
En tal sentido, informó: “Todas las bacterias que tenemos en la boca pueden causar alteraciones a nivel sistémico: corazón o hígado. Atacan el sistema de sostén de la boca, los dientes, las encías, los huesos, y pueden vehiculizarse y hacer alteraciones cardiacas y renales”.
“Es importante hacer consultas periódicas al odontólogo, mínimo una vez al año e idealmente dos veces, es decir, una cada seis meses. También tener buena alimentación, por el tema de los azucares”, recomendó.
Al hacer mención a esto último, dedicó un apartado especial en los más chicos, que son un sector muy afectado. “Consumen muchos azucares y alimentos procesados y tienen muchas caries. Además, es una edad que no se pueden higienizar bien la boca porque no tienen la motricidad correspondiente al ser niños”, señaló.
Y continuó: “Muchas veces, los adolescentes no son muy pulcros, entonces, también es una etapa compleja. Entre la dieta y la etapa hace que tengan más caries. Los adultos, por falta de higiene, uso de cepillo interdental o hilo dental, hace que tengan más problemas frontales”.
Tras hacer foco en cada generación citada, abordó el desarrollo que vive en su profesión. “Ha cambiado mucho la odontología, ya que, no es tan extraccionista. Antes, ante una carie grande se sacaba el diente directamente. Ahora se pueden colocar implantes o darle otra atención. Se puede llegar a adulto con buena dentadura o restauración. Eso está ocurriendo hoy”, detalló.
Junín
Nuestra ciudad fue, es y será el lugar elegido por Marcela Aguinalde. “De todos mis hermanos, la única que se volvió a Junín soy yo. Los otros están repartidos entre Buenos Aires y La Plata”.
También brindó un contexto sobre el lazo a nuestra ciudad al señalar que “mi pareja de ese momento, y marido hoy, es de Junín. Me gusta nuestra ciudad”. Y fundamentó:
“Además de haberme criado acá tengo a mis amigos; la vida social que hacemos; la tranquilidad; tener la posibilidad de, los fines de semana, jugar al golf en el club; mis hijas también tuvieron la mejor infancia del mundo porque se criaron en el club junto a sus amigos”.
Además, fue testigo de los cambios y la evolución local. “Las luces eran lumbres y ahora son LED y blancas. Ahora está muy grande: la Circunvalación no existía, era todo Parque Borchex, ya que, la ciudad terminaba en el Club Social. Había pocas calles de asfalto y luego eran todas calles de tierra”, describió.
No solo en lo que hace a infraestructura percibió las modificaciones. También referenció al modo de vida. “Después de la pandemia cambió totalmente. Antes hacíamos horario cortado: 8 a 12 y 16 a 20. Luego, comenzamos a hacer horario corrido: 8 a 14, de lunes a jueves”.
Familia
Además de hacerse de su gran reputación como profesional, se puede afirmar que, Aguinalde, también trascendió por su familia: no sólo por el hecho de tener dos hijas, sino también, por la profesión que eligieron para dedicarse: la odontología.
Acerca de este suceso, resaltó: “Es un orgullo que hayan elegido mí misma profesión sin ser inducidas”. Y aclaró: “Nunca fui una mamá que tuviera a sus hijas en el consultorio.
Tengo colegas que lo han hecho o han tenido a sus hijos dándoles una mano en el consultorio”.
Respecto a la génesis de estudio de sus hijas contó: “Catalina, desde chiquita, dijo que iba a serlo. Marina primero dijo que iba a ser médica y, cuando empezó, tras hacer los años compartidos en lo que hace a las materias, se terminó volcando a la odontología”.
“Se fueron a estudiar y el año pasado tuve la dicha que volviera la mayor (Marina), que ya está casada y tiene su propia casa. Vino para darle una vida diferente a sus hijos”, agregó.
En la actualidad, sus hijas, ambas de apellido Mecozzi, son odontólogas con distintas especialidades. En el caso de Marina, de 37 años, se especializó en ortodoncia y ortopedia; mientras que, Catalina, de 36 años, se abocó a la ortodoncia invisible, prótesis fija e implantes.
Ambas, junto a su madre, Marcela, comparten el día a día en el consultorio “Alineo”, ubicado en Quintana 349. Al respecto, Aguinalde, compartió: “Hay un trabajo en equipo porque tenemos mucha tecnología y demanda de pacientes también. Cada una tiene una rama y son muy compañeras”.
“Me imponen cambios que son comunes a los jóvenes, que quizás uno es más tradicional a veces. Yo digo que me estoy yendo y me dicen que no me vaya nunca. No pienso en jubilarme porque me gusta trabajar y me entretiene”, concluyó.
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