La agroecología surge en la década de 1970 como una nueva forma de cultivar la tierra, teniendo en cuenta la sustentabilidad, el impacto ambiental y la salud humana. Pero -al menos en la Región- no tuvo un desarrollo rápido y, recién en 2021, unos 12 emprendimientos de Junín, Morse, Los Toldos, Baigorrita y San Emilio se unieron bajo el grupo “Cambio Rural, Cuidemos la tierra”, en busca de apoyo y sostén.
Hoy producen y comercializan en la zona frutas, verduras, quesos, huevos, carne y harinas sin químicos y en sintonía con el medio ambiente.
Cambio Rural es un programa del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), que lleva 30 años ininterrumpidos formando grupos a lo largo y a lo ancho del país.
Cuentan con un asesor y un técnico del Instituto quienes coordinan el equipo. Este programa brinda facilidades para conseguir recursos, financiamiento, productos, insumos y capacitaciones.
Quienes integran “Cambio Rural. Cuidemos la tierra” venían trabajando como productores desde antes, encontrándose esporádicamente en charlas y jornadas. A finales de 2021 motivados por intereses en común deciden conformarse oficialmente y hacia 2022 lograron la aprobación por parte del INTA.
Una de las pioneras en transitar la agroecología, y precursora del grupo, fue Marcela Calderón. En la chacra “El Paraíso de Calderón” se cultiva trigo y maíz para harina y corderos pastoriles, desde hace doce años. Unas 81 hectáreas están certificadas como agroecológicas.
“Nos empezamos a juntar con los que compartimos el denominador de respetar la vida, el ambiente y la biodiversidad. Nuestro asesor, el ingeniero Alfredo Alcaraz fue quien nos recomendó formar un grupo de cambio rural”, afirmó.
Hace más de una década, cansados de cultivar muchas hectáreas con el modelo convencional, decidieron volcarse a la agroecología. Empezaron incorporando ovinos y hoy tienen 400 ovejas con pastoreo racional. Por otro lado, implementaron siembra asociada. “En la naturaleza no hay monocultivos, todos los cultivos están asociados”, agregó.
Hoy cultivan pasturas y trigo y maíz para harina y tienen dos molinos para hacer la harina integral que se comercializa bajo la marca El Huerto Interior.
Actualmente, como comentó Calderón, “somos varios trabajando para darle prioridad a la calidad del alimento. Nos juntamos por necesidad, estamos en una zona donde la mayoría de los productores son convencionales. La agricultura convencional sacó a la familia de los campos, hizo varios estragos; en cambio la agroecología te hace volver a las raíces”. El grupo se reúne una vez al mes en un establecimiento diferente para recorrer el territorio y charlar sobre las problemáticas. Este mes, el encuentro será en el campo de Calderón.
Cambio Rural, Cuidamos la tierra
Bruno Morán, ingeniero agrónomo, formó parte del grupo como productor, hasta que se volvió el actual asesor del equipo. Morán tiene cabras y produce leche para la elaboración de quesos agroecológicos, pero decidió tomar las riendas del grupo y convertirse en su asesor. “Es una modalidad pensada para el pequeño y mediano productor que muchas veces no pueden acceder a un asesoramiento de manera individual. Entonces, de esta forma se hacen asesorías, se intercambia conocimiento y experiencias”, indicó Morán.
Si bien el grupo está abierto a recibir visitas o consultas, está cerrado a nuevos integrantes ya que 12 personas es el límite.
“Así podemos visitar una chacra por mes y ver sus problemáticas”, explicó Bruno quien además aclaró que pueden surgir otros grupos de cambio rural de productores que decidan unirse. “Estamos hablando de un programa nacional, donde nos vinculamos con otros grupos y es una gran red que te permite traccionar proyectos. Este año logramos comprar 700 vides que van a producir uvas dentro de un año”, expresó el asesor.
El cambio de modelo no es fácil. “Cuando empezás a transicionar a la agroecología, muchas veces te encontrás con falta de conocimiento, de herramientas, insumos, medios.
Antes el productor estaba muy solo fiscal y crediticiamente, ahora desde hace unos años hay mayor acompañamiento. No solo cambia la forma de producir, te cambia la forma de vivir”, explicó Morán, quien además subrayó que el objetivo principal es recuperar los suelos trabajando en comunidad.
La agroecología como solución
Otro de los integrantes que hace varios años viene en este camino es Silvio Sarco. El Corral de las Cabras es un emprendimiento familiar con 12 años de trabajo ubicado a dos kilómetros de Los Toldos, con 80 cabras. La leche que producen la destinan a la elaboración de quesos artesanales. En su caso, la agroecología llegó como respuesta a un problema: los parásitos. “Teníamos las cabras con parásitos y la industria química solo nos ofrecía aplicar antiparasitarios y tirar esa leche. Esto no era viable”, recordó Sarco.
De esta forma, llegaron a la agroecología, y con tierra de diatomea lograron terminar con el problema.
Según Sarco, esto les permitió tener cabras sanas. “Mejorar la alimentación de las cabras y no tener que tirar la leche. A partir de ese momento, hace 5 años, empezamos a pensar que podía haber otras alternativas, descubrimos que teníamos que devolverle la vida al suelo, porque si la tierra estaba sana, las cabras iban a estar saludables y los productos iban a ser de calidad”, sostuvo.
Para Sarco, la agroecología es un trabajo social: “trabajar a favor de la vida siempre va a ser más rentable. El modelo productivo dominante hace que los números cierren, pero se pierde calidad de vida, nutrientes del suelo y hay muchos costos que no se ven”.
En 2011 cuando empezaron tenían 13 cabras, hoy son 20 machos y 80 cabras de ordeñe que en épocas buenas dan dos litros de leche por día.
Con la misma leche, elaboran quesos como el gouda, semi duros y saborizados con aromáticas que cultivan en su huerta. En el emprendimiento trabaja toda la familia y tiene algunos empleados para el ordeñe diario.
Sus productos se consiguen en distintos locales de fiambres y quesos en la ciudad de Junín. Recientemente consiguieron la habilitación para manipulación de alimentos y están inscriptos como establecimiento agroecológico.
Cosecha de nuestra huerta
Analía Cardoso y su familia buscaban un cambio de vida y más tranquilidad cuando en 2016 encontraron en la localidad de Morse una quinta de 3 hectáreas y decidieron mudarse.
Ella es docente de biología y su marido empleado de comercio. Al mudarse, los cítricos que había en el predio dieron una gran cantidad de mandarinas y naranjas. “Como no alcanzábamos a consumir todo, empecé a hacer mermeladas y a venderlas. A partir de entonces surgió la idea de que este podía ser el camino. Así nació Cosecha de nuestra huerta”, comentó Cardoso.
De esta manera, comenzaron a plantar frutales y hoy tienen un monte con 220 árboles: duraznos, naranjas, limones, mandarinas, almendros, ciruelas, frambuesas, nísperos, membrillos y otras 30 plantas distribuidas por el terreno. Con la producción, Cardoso realiza mermeladas y este año se animaron a vender algunos cítricos.
Desde el principio y con pocos conocimientos, eligieron caminar hacia la agroecología, para recuperar el suelo diversificaron la producción: frutales, huerta, gallinas, pasturas y abejas. “Fuimos aprendiendo, siempre estuvimos en contacto con el INTA, fueron quienes nos asesoraron en este camino y nos acercaron al grupo cuando se estaba iniciando.
Formar parte nos abrió la mirada y nos permitió capacitarnos”, señaló Cardoso.
Las preguntas más frecuentes en torno a la agroecología rondan sobre los rindes y el control de plagas.
“Utilizamos productos que son agroecológicos. Hay una cartilla de aplicaciones que hay que hacer durante determinados casos puntuales. En cuanto a los rindes, hoy no sostiene nuestra economía, porque estamos empezando y los frutales son chicos, pero esperamos que más adelante sí”, aseguró el titular del establecimiento, que recibió la certificación agroecológica.
Granja Estella Maris
Estella Maris es una granja que trabaja con pasturas para ganado y cultivan trigo para harina integral. Unas 26 hectáreas ubicadas a tres kilómetros de la Ruta 188 en Junín. Marcos Singla es contador, pero cuando comenzó a dedicarse a su emprendimiento rural, dejó de ejercer como tal. En 2005, con la muerte de su madre, se hizo cargo con su hermano, Leopoldo, del campo y en 2015 se fue a vivir, junto a su pareja y comenzó la transición hacia la agroecología.
Actualmente, tienen una hectárea de producción de frutales, toman vacas de terceros para pastoreo racional y siembran trigo y maíz para la producción de harinas agroecológicas que realizan asociados a la cooperativa Newen Pampeana. La harina que producen se consigue en dietéticas de Junín. Desde que emprendieron este camino, comenzaron a querer saber más, charlando entre productores conoció a Marcela Calderón.
Cuando Singla comenta sobre su emprendimiento, “la gente se muestra interesada, sin embargo, veo que todavía hay desconfianza en los rindes. Todo depende de distintos factores. El rinde depende del estado del suelo, de las estrategias que se utilizaron para el cultivo. He visto rindes en otros lugares igual o por encima de la agricultura convencional. La diferencia es que tiene menos costos. Aún nos queda mucho para aprender, es un paso a paso”.
A tranqueras abiertas
Cecilia Sarco estudió agronomía y luego de trabajar como comercial de insumos en una multinacional en Tandil, decidió volcarse de lleno a la producción y en 2016 “decidí volver a Los Toldos y volver a mis raíces. Entonces empecé a ver que el sistema no cerraba, que los suelos estaban cada vez más degradados”, expresó.
Fue en ese entonces cuando decidieron comenzar el camino de la transición en La Edilia, un campo familiar de 55 hectáreas donde se trabajó la tierra de forma tradicional. Con ganadería y huerta empezaron a recuperar algunos lotes más chicos, y luego le sumaron producción de huevos pastoriles. Actualmente, están incorporando frambuesas. “Tratamos de producir alimentos para potenciar el desarrollo local y el mercado de cercanía”, mencionó Sarco. Sus verduras pueden conseguirse en Los Toldos donde se reparten y entregan los bolsones a pedido. En cambio, los huevos llegan a Junín.
A diferencia de la agricultura tradicional que suele desarrollarse a puertas cerradas, Sarco subraya la diferencia que existe con la agroecología donde los productores trabajan a tranqueras abiertas, compartiendo experiencias. En La Edilia suelen recibir escuelas agrarias, estudiantes, universidades o personas que consultan.
“Es una manera de ver una alternativa productiva diferente, donde el proyecto productivo se piensa como proyecto de vida”, concluyó.
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