Apostar a lo diferente a veces puede costar más trabajo y dedicación. Sin embargo, salir de lo conocido, de su zona de confort y de creer en negocios más allá de las oportunidades del campo, es la apuesta de muchos jóvenes de nuestra Región que van más allá de los rubros tradicionales y apuntan a productos más “inusuales”.
Así, son varias las empresas y emprendimientos que florecen año tras año. De esta manera, producen sus propios productos, generan nuevas fuentes de trabajo y, además, la mayoría logra tener un impacto social y ambiental.
Tal es el caso del Ingeniero Agrónomo Santiago Harriague, fundador de Kaiapuni, una empresa que comenzó produciendo mochilas con bolsas de arpillera plástica, donde se transportan semillas. Este proyecto de triple impacto nació durante la pandemia en la localidad de Vedia, partido de Leandro N. Alem. “Estábamos trabajando y descartábamos mucha cantidad de bolsas. Me molestaba normalizar eso, así que agarré cinco bolsas arpilleras, se las llevé a una costurera que conocía y así hicimos la primera mochila”, expresó en comunicación con este medio.
Aquella costurera, Gladys, que lo siguió en la primera mochila, hoy lidera el área de costura junto a Ely, quien también se sumó en los inicios. De una mochila pasaron a producir 600 al mes y agregaron una serie de nuevos productos como bolsos, neceseres, riñoneras, bandoleras, materas, fundas para computadoras y billeteras. Actualmente, unas 20 personas trabajan para la marca en los dos centros de producción ubicados en Lanús y en el centro de recolección en Bernal, provincia de Buenos Aires.
Kaiapuni significa medio ambiente. La materia prima que utilizan se recolecta de varios puntos del país, dándole una segunda oportunidad a material de descarte y volviendo a introducir, lo que para muchos es basura, de nuevo en la economía. Desde Salta hasta del Conurbano llegan bolsas plásticas que provienen de diferentes orígenes: de la producción de cervezas, del algodón, de una fábrica de alimento para perros y gatos y de una fábrica de zapatillas. De esta manera, la cadena de Kaiapuni involucra a muchos actores.
Hasta hace tres meses, Harriague vivía en Vedia hasta que el crecimiento del proyecto lo llevó a tener que mudarse a Pilar, más cerca de los puntos de producción. “Ahora la idea es empezar a hacer productos un poquito más sofisticados. Nos estamos animando a hacer cosas un poco más jugadas. Estamos haciendo una mochila con las medidas y la capacidad adecuada para viajar en avión y estamos planeando hacer un bolso más grande de 70 litros. Buscamos aumentar la producción y empezar a exportar”, comentó Harriague.
Una empresa con historia
Con el mismo paso firme y sostenido con que Harriague lleva adelante Kaiapuni, desde hace más de 50 años, la familia Pamparana transmite entre sus generaciones el oficio de producir alimentos. En las mesas navideñas, pascuas, festejos, cumpleaños, seguro hay productos de “Abuelo Pampa”, una empresa familiar de Junín con una larga trayectoria en la fabricación de alimentos. Así, garrapiñadas, chocolates, frutos secos, cereales inflados, crocantes de maní y cereal, son algunos de sus productos principales.
“Trabajamos varias líneas. En verano vendemos materia prima para heladerías a un par de distribuidores grandes, también para panaderías. La parte de confitería es más en invierno y la época fuerte es para las fiestas de octubre a diciembre”, explicó Luis Alberto Pamparana, quien fundó la empresa junto a Cristina Cecilia Rossini, su esposa.
El negocio familiar se destaca por su trayectoria y por sostenibilidad en el tiempo. “Somos una empresa saneada, no hay deudas, hacemos la mayor parte a pulmón. Vamos creciendo de a poco”, añadió y destacó que sus productos llegan a toda la zona y a algunas provincias del país.
Con sus años de experiencia, Luis recomienda a aquellos que quieran iniciarse en algún proyecto, emprender o innovar, que lo hagan. “Toda iniciativa es buena y siempre es bueno iniciarse en algo sobre todo cuando se está convencido de que lo que va a ser de buena calidad. Cualquiera que tenga un emprendimiento, si no da pasos más largos de lo que permite la pierna, se puede crecer de a poco”, alentó Pamparana.
Así, para el emprendedor las posibilidades de crecimiento son muchísimas, “abrís una ventana y surgen cinco opciones para crecer. Simplemente lo único que uno aspira es tener tranquilidad y un horizonte donde poder proyectar a futuro. El mayor anhelo como empresa familiar es poder trabajar en tranquilo”.
Pedaleando la zona
De la tradición y la experiencia, a los proyectos jóvenes con impulso. A pocos kilómetros, en la localidad de Ferré, partido de General Arenales Matías Calizzano es el dueño de Luciferr Bicicletas, una marca de rodados artesanales con apenas cuatro años que hoy apuesta a seguir creciendo y se proyecta al exterior. Calizzano vende motos y bicicletas en su pueblo. Luego de pasar años trabajando en el rubro y cansado de responder por garantías de otras marcas, decidió lanzarse con sus propias bicicletas en 2019.
“Empecé con bicicletas de paseo, las que vienen con canasto y después seguimos con mountain bikes. Hoy tenemos una variedad bastante grande y llevamos vendidas más de 500 unidades de bicicletas artesanales. Es una producción a baja escala y nos compran de todos lados, hemos repartido bicis por todo el país”, aseguró Calizzano quien explicó que el nombre surge de la unión de Lucia, su hija, con Ferre: Luciferr.
Según el empresario, la venta de bicicletas tuvo un auge después de la pandemia. “En esta zona hay algunos pueblos más ciclistas que otros como Arenales y Arribeños”, detalló y agregó “este tipo de vehículos tiene una rotación más lenta que otros productos, por lo cual, luego del auge el mercado quedó detenido”. Sin embargo, Calizzano logró seguir creciendo en otras ciudades como en San Nicolás. En esta búsqueda de nuevos mercados, a futuro desde Luciferr proyectan llevar la marca a Uruguay.
Emprender no es fácil, hay miedos, aciertos y errores. Así, Calizzano recordó algunos de los obstáculos que tuvieron que sortear en este camino. “Se nos acercó una fábrica de autos que querían que les hagamos bicicletas con su marca. Como no les podía dar la producción que ellos necesitaban, tuve que rechazar la oferta”.
Pero para los decididos, “no hay excusas. Por más que me pongan un candado en la puerta, voy a salir por la ventana. Porque si vos querés siempre va a haber una salida. A mí la situación del país no me asusta, hay que seguir poniendo el pecho. Además, nosotros estamos en una zona privilegiada”, concluyó el creador de Luciferr bicicletas.
Desde el lugar de origen al mundo
Dicen que lo que hace fuerte a un árbol son sus raíces y eso lo sabe bien Gonzalo Perrín, gerente general de Pasticcino, una fábrica de galletitas ubicada en la localidad de O’Higgins, partido de Chacabuco que ya tiene 15 años produciendo en la zona. “Pasticcino surge de las ganas de crear una empresa que genere puestos de trabajo genuinos en nuestro pueblo”, comentó Perrín. Así es como empezaron de a poco vendiendo galletas para un café y hoy tienen más de 30 personas de la localidad trabajando de forma permanente.
Galletitas, alfajores, cookies y biscuits son algunos de sus productos que llegan prácticamente a todas las redes de cafetería del país, gracias a su circuito de distribución. También cuentan con algunas opciones veganas y otras sin gluten. En estos momentos, esperan la llegada de nuevas maquinarias para la fábrica, para ampliar y automatizar una parte de los procesos y “poder empezar a vender en supermercados”, adelantó el emprendedor.
A la fecha, se producen por mes entre 5 y 6 millones de mini cookies envasadas y unas 100 mil cookies americanas. La fábrica se convirtió en el orgullo del pueblo. “Sentimos un apoyo enorme de la gente y las instituciones. La fábrica ya es parte de la historia del pueblo”, añadió.
En todos estos años de trabajo, desde Pasticcino apostaron a quedarse y a futuro piensan seguir creciendo. En este sentido, Perrín explicó que buscan desarrollar más opciones para brindar al rubro gastronómico. “Los próximos pasos van a ser empezar a desarrollar productos refrigerados y congelados”, informó.
A la hora de hacer balances, el gerente de Pasticcino destacó el trabajo del equipo. “Creo que parte del éxito que tenemos hoy como empresa tiene que ver con la calidad de gente con la que trabajamos”, señaló el Gerente. “Me gustaría dar un mensaje de positividad. Creo, confío y apuesto a que como país vamos a estar mejor. Me gustaría que este mensaje llegue a los jóvenes que muchas veces son quienes más miedo tienen, más trabas encuentran, o que están pensando en irse”, reflexionó Perrín, haciendo referencia a que el éxito puede buscarse cerca.
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