Julio César Gómez: “La evolución está en ir a carreras donde te ganen”
Tras una notable trayectoria como deportista olímpico, está al frente de la Asociación Civil Los Flamencos desde hace varios años. El atleta que compitió profesionalmente y batió récords en Argentina y el mundo, hoy es un referente indiscutido del deporte local.
Habilidad, experiencia y perseverancia son las constantes que guiaron toda su carrera. El destacado atleta juninense brilló en la escena nacional e internacional e hizo del atletismo su forma de vida.
Tras su retiro en los noventa, se dedicó a la docencia y la preparación física, pero nunca se alejó del deporte. Actualmente, abocado a su rol como dirigente en la Asociación Civil
Los Flamencos, se centra en la organización de eventos y el acompañamiento a los atletas. En diálogo con Democracia, un recorrido por una trayectoria digna de ser registrada en los libros.
De atleta a atleta
La carrera de Julio comenzó gracias a una pasión que fue transmitida e inculcada por otro recordado atleta juninense, Juan Carlos Pastorino. “Empecé a los 11 años gracias a él, que era mi profesor de educación física en el primario, en la escuela N° 22”, explicó Gómez.
De ese modo, entre competencias en la zona y encuentros intercolegiales en las plazas de barrio, nació un deportista con cualidades y mucha perseverancia, que rápidamente logró grandes objetivos.
Es que no encuentra un punto de quiebre en su carrera, ese en el que se toma la decisión de profesionalizarse y dedicarse a la actividad. “Fue una continuidad”, señala Julio, al recordar que con sólo 14 años conoció a Juan José Ibáñez, quien fue su entrenador el resto de su carrera.
Los Flamencos, el club que, justamente, tuvo entre sus fundadores a Pastorino, fue donde ingresó en su juventud y donde hoy, 45 años más tarde, se desempeña a diario. La clave estuvo en sus inicios, porque no demoró en empezar a viajar para competir y supo aprovechar sus cualidades para dedicarse a su pasión. El niño de primaria que corría por diversión dio paso al joven que empezó a codearse en el más alto nivel.
“Había muchas más carreras para menores que ahora, y se comunicaba mucho mejor la actividad”, explicó el deportista, respecto al calendario anual que complementaba a las tradicionales competencias provinciales y nacionales, de las que también formó parte desde sus 15 años.
Hitos
Julio fue uno de los juninenses que, gracias a sus aptitudes deportivas, representó a Argentina frente al mundo. Lo hizo en 1984, con sólo 21 años, en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles.
“En ese mismo año, hice el récord argentino de 10.000 metros en pista y eso se estableció como marca mínima para ir a la competencia”, explicó Gómez. Cabe señalar que era la misma marca que había obtenido en el sexto puesto de los Panamericanos anteriores, y eso le dio un pasaje directo a Estados Unidos.
“Después de esos Juegos Olímpicos mantuve el nivel, a pesar de haber tenido una carrera deportiva plagada de lesiones”, afirmó el atleta, que recuerda con detalle todas sus marcas, los récords que batió y los podios nacionales que integró. “Tal vez me faltó evolución”, reflexiona.
En dicho sentido, observó que “las marcas se mejoran cuando hay nivel competitivo, porque si se corre sólo o sin rivales es muy difícil” y es curioso que sus dos mejores marcas, 13´ 54.3¨ en 5.000 y 29´ 12.9¨ en 10.000 metros, las logró en soledad.
“Llegué a competir en un Nacional en Salta y un Sudamericano en Bariloche, pero el centro de las carreras importantes estuvo siempre en esta zona”, afirmó Julio, respecto a las pistas argentinas que también frecuentó.
Sin embargo, además de notables hitos que lo ubican entre los más destacados deportistas locales y nacionales, en su carrera también abundan las marcas curiosas. En el 86, por ejemplo, se convirtió en el primer ganador de la Corrida de Cipolletti, la histórica competencia aún celebrada en Río Negro. Por su parte, en diciembre del 87, registró el récord, aún vigente, de la Carrera de la Amistad en Junín, con una marca de 22 minutos 46 segundos.
Contacto internacional
Contratos, rendimiento, promotores y becas. Todo ello formó parte de sus casi 20 años de carrera profesional. “Yo viví del atletismo, no era fácil viajar y competir en todos lados”, observó Julio, que, aún así, pudo recorrer el mundo gracias al deporte.
Es que además de los Juegos Olímpicos y las marcas obtenidas en compromisos nacionales y extranjeros, formó parte de eventos de gran importancia en la disciplina como, por ejemplo, la carrera San Silvestre en Brasil, en enero del 87. “Fue una de las últimas ediciones en las que se largaba el 31 a la noche y se llegaba el 1 de enero”, recordó.
Por su parte, en el noventa, poco tiempo antes del final de su carrera, hizo una gira por Europa. “No me fue muy bien, cuando empezaba la temporada de pista en España me lesioné y eso no permitió que me invitaran a correr a otros lados”, lamentó, y puntualizó que eso se debe a que “en el atletismo, los deportistas no hacen gestiones y se manejan con promotores, por lo que un buen resultado es muy importante”.
Su rol en la enseñanza
La carrera del atleta está supeditada a la condición física, por lo que difícilmente pueda extenderse por varias décadas, al menos en un nivel profesional. En el caso de Julio, fue una compleja lesión de la rodilla la que, luego de su gira por Europa, lo alejó de las pistas.
Las buenas decisiones tomadas en su juventud, como estudiar educación física mientras vivía en el Cenard, le dieron una salida favorable, y, cuando dio cierre a su carrera profesional, empezó a trabajar como profesor en colegios y al frente de grupos de entrenamiento en el club Los Flamencos.
“Pasé de atleta a entrenador, y de entrenador a dirigente”, afirmó.
Tal vez fue su cercanía con su entrenador personal, Ibáñez, que lo vio crecer, batir récords y brillar a nivel nacional e internacional; o, tal vez, el recuerdo del profesor Pastorino, que lo introdujo en la actividad. De cualquier modo, Gómez valoró su rol como formador y tuvo siempre claros sus propósitos.
Para ilustrarlo, el entrenador distingue entre el entrenamiento recreativo y el competitivo y, en su caso, se vuelca por el segundo como eje para dirigir el club que tiene niños y adultos de todas las edades y que entrena en la pista de atletismo local.
“No es fácil encontrar deportistas que busquen entrenar para mejorar. No todo es ganar una carrera, la evolución está en ir a carreras donde te ganen”, destacó.
Asimismo, respecto a la enseñanza, enfatizó: “implica un desgaste, pongo muchas expectativas y energía cuando entreno a alguien, y eso requiere de una evolución y compromiso”.
Gestión
Actualmente, jubilado como docente de colegio, enseña en el instituto terciario a futuros profesores de educación física y lleva adelante la gestión del club del que es parte desde chico. En su caso, juega un papel fundamental en la organización de eventos a nivel local y la preparación de las competencias en otras localidades.
“Prefiero poner energía en la dirigencia, en juntar fondos para que los chicos compitan, mejoren y progresen”, destacó y, entre risas, afirmó: “Estoy hace un montón de tiempo, creo que ya hace falta un recambio”.
Sin embargo, también es cierto que se trata de una actividad desgastante, y Julio enfatizó en la complejidad de estar adelante de una institución donde no es fácil conseguir el involucramiento activo de dirigentes y la formación de subcomisiones que ayuden a la conducción.
Por su parte, respecto a este 2023, señaló que, además de los encuentros provinciales también quedan pendientes las copas de clubes, en un calendario que está plagado de competencias. “Los chicos tienen compromisos prácticamente todas las semanas, es un año muy cargado”, festejó Julio.
En lo personal, el deporte no ha dejado de ser su prioridad. Visita a diario el gimnasio del club, en Perú 30, y entrena en las pistas. “Me gusta ir a correr y ver a los chicos prepararse. Disfruto de su progreso”, destacó.