Los lugares públicos son de todos y no son de nadie. Circunstancialmente, un grupo de personas elige un determinado sitio para encontrarse, reunirse y compartir ciertos momentos. Puede ser una plaza, una esquina o un parque; y tal vez ni siquiera sepan ellos mismos por qué se escogió ese punto y no otro.
En Junín, cuando el día le va dejando paso a la noche, una gran cantidad de jóvenes se encuentran en las plazas de la avenida San Martín, entre General Paz y Alberdi, cuyos puntos más congestionados suelen ser la Plaza de las Armas y la Fuente del Milenio, en donde cientos de adolescentes, muchos de ellos en sus ciclomotores, permanecen horas en esos lugares que, al parecer, adoptaron como propios.
Hace un tiempo que esta situación viene creciendo. Lo que en principio fue un puñado de muchachos hoy se transformó en centenas. El incremento de las motocicletas en el lugar es directamente proporcional al aumento de las quejas de los vecinos por los ruidos, la obstrucción de espacios y las picadas que, según denuncian, se realizan en la zona.
Muchos de los residentes del área aseguran que desde hace aproximadamente un lustro, vivir en este sector “es imposible”.
Problemas de convivencia
Una vecina que desde hace décadas vive enfrente de la Plaza de las Armas, señala que “antes este lugar era divino, pero de a poco se fue haciendo cada vez más molesto y desde que se construyó el anfiteatro es un padecimiento diario, cada vez peor”.
Otra lugareña se suma a la charla y asevera el tema “es terrible”, y amplía: “Antes el problema era solamente en el verano, pero ahora es en todo el año”.
Es que los vecinos se sienten avasallados por la cantidad de gente que diariamente se vuelca a estos espacios que, más allá del derecho que tiene cualquier persona a reunirse en el lugar público que desee, en muchas oportunidades no se guardan las normas más elementales de convivencia.
La primera de las vecinas vuelve a tomar la palabra y cuenta que en la entrada de su casa “los chicos se sientan en el banco de la vereda, en el tapial y hasta en la escalera de entrada, nosotros teníamos una puertita de rejas de hierro que la rompieron tres veces y opté por sacarla”.
“Hasta encontré parejitas a la madrugada en la entrada”, exclama.
En la puerta de su edificio, una joven con su bebé en brazos afirma que, curiosamente, “hay veces que en la plaza hay muy poca gente o directamente nadie, y las veredas están llenas, no sé si es porque se sentirán más resguardados”.
Otro residente que vive en la misma cuadra pero del lado de enfrente agrega que “el que tiene que dormir en una habitación que da a la calle le resulta imposible”.
Mucho más complicado es el tema cuando hay recitales en el anfiteatro. “Ese es un tema delicado, no se puede ni estar en casa, vibran hasta los vidrios, por eso yo trato de irme. Pero no puede ser que, ahora que viene el verano, yo me tenga que ir todos los fines de semana de mi casa porque hay recitales a cada rato”, se lamenta otra mujer.
Las motos, un tema recurrente
Entre todos los conflictos, el de las motos es -una vez más- el más complejo y el que más reclamos conlleva.
“Las motos circulan constantemente, estacionan en las veredas, hacen un ruido insoportable”, describe una señora.
Unas cuadras más lejos del centro, sobre San Martín y Lavalle, un vecino cuenta que pidieron un semáforo para esa esquina, pero no obtuvieron resultados. “Acá los choques son moneda corriente, son algo de todos los días -se queja-; los vehículos que vienen por San Martín, cuando el semáforo de Belgrano se pone en verde, largan a fondo y no paran. Han chocado hasta un cortejo fúnebre”, grafica.
De acuerdo al relato de los moradores de esta zona, hay una enorme circulación de ciclomotores entre las 5 de la tarde y la 1 de la madrugada, principalmente los fines de semana. Y aseguran que “hay picadas” de manera recurrente.
“Hay motos enduro que se meten en el patinódromo a correr”, sigue el vecino del lugar.
Otro hombre de la zona apunta que “los domingos, sobre Lavalle estacionan en doble o triple fila. Hay motos en las veredas, los jardines, sobre nuestras plantas, comen en nuestros tapiales, es un caos. Acá, sólo se puede descansar cuando llueve”.
Una señora se suma a la charla y cuenta que le gustaría “preguntarle a los candidatos qué van a hacer con esto”.
Asimismo, aseguran que la Policía tampoco les da una respuesta satisfactoria a sus reclamos: “A veces están los autos estacionados con las puertas abiertas y la música a todo lo que da, les pedís que bajen el volumen y no solamente no lo hacen sino que te contestan de manera agresiva, entonces llamamos a la Policía que, cuando viene, te toca timbre para que los acompañemos, lo que nos expone a un alto riesgo”.
El valor de las propiedades
Históricamente, las propiedades ubicadas en la avenida san Martín, entre las ex escuelas Normal y Nacional y la cuesta de Roque Sáenz Peña fueron las más caras de la ciudad.
Sin embargo, algunos de los residentes de la zona creen que esta situación está atentando contra el valor inmobiliario de sus propiedades.
Una vecina asegura que no vende su inmueble porque su madre no quiere hacerlo, porque si no lo haría, cansada de vivir este panorama. “De todos modos, yo creo que si quisiera vender esta casa como vivienda para una familia, sería muy difícil”, admite.
Otro lugareño cuenta que “un vecino averiguó para vender su casa y le dijeron que en el último tiempo había perdido parte de su valor”.
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