Desde hace más de una década, da clases en el nivel secundario y terciario.
Desde hace más de una década, da clases en el nivel secundario y terciario.
ARTISTA Y DOCENTE

Paulina Vera: “Tuve la suerte de tener 2 padres, Grippo fue uno de ellos”

Vivió su juventud con el reconocido artista conceptual juninense y, desde hace más de diez años, se dedica a la enseñanza en la escuela pública y el arte. En diálogo con Democracia, recordó sus días en el taller de Grippo y el legado que su segundo padre dejó en su vida.

Paulina Vera es una artista y profesora de Buenos Aires que tiene un estrecho vínculo con Junín. Se considera hija del corazón de Víctor Grippo, cuyo aporte al arte conceptual es reconocido a nivel internacional y que convivió con su madre desde que ella ingresó a la preadolescencia. 

Detrás de una ferviente defensora de la educación pública hay una madre de 2 hijos que sostiene que “cuando uno tiene muchos padres o muchas madres en la vida es un afortunado” y tiene a flor de piel el contacto con el mundo del arte desde pequeña y los días que acompañó a Grippo en su taller. 

“Tengo la suerte de trabajar sin sentir que lo estoy haciendo”, destacó, en relación a su labor docente y la tarea de recuperación de la obra de su padre, que realiza desde que falleció hace poco más de 20 años.

Docente de oficio

Paulina se graduó en Artes Visuales, carrera que estudió primero en la escuela Antonio Berni, en San Martín, y luego en el Instituto Beato Angélico, en Capital Federal. Hace más de 10 años eligió a la docencia de educación plástica como su profesión, y se encuentra cómoda en el ejercicio de la vocación que tuvo “toda la vida”.

La educación pública es su lugar y el ámbito donde construye conocimiento, pero no olvida las realidades heterogéneas de sus alumnos. Según señaló, “el desafío de la docencia es siempre generar situaciones significativas para todos y todas”, pero advirtió que es fundamental “comprometerse con el territorio y la realidad del lugar en donde se trabaja”. 

Es que se trata de una docente que ejerce en el profesorado Pueblos de América, ubicado en el barrio 21-24; la escuela N° 3 del distrito 1, ubicada en Retiro; y en Vientos de Libertad, un espacio del Movimiento de los Trabajadores Excluidos (MTE) donde lleva a cabo arteterapia con personas en proceso de superar las adicciones. Una jornada de trabajo suya la encuentra tanto con niños del barrio 31, Retiro y Recoleta, como con futuras profesoras del barrio 21-24 y personas en recuperación. La educación, para ella, “debe ser una práctica de libertad”, y el arte, que lleva en sus venas desde chica, lo considera “una herramienta transformadora, tanto individual como colectiva”.

En dicho sentido, Vera destacó que siempre repara en la realidad de sus alumnos, y por ello no se limita a dibujar en una hoja, sino trabajar con diferentes materiales e, incluso, autores contemporáneos como Víctor Grippo, con quien se crió.

“Como docentes nuestra obligación es cambiar el horizonte simbólico y presentar cuestiones que son desconocidas para las realidades de cada uno”, destacó.

Sus días transcurren en las aulas y el taller. Forma a futuros profesores en Pueblos de América y trabaja con sus compañeros en Vientos. Respecto a dicho espacio, explicó que hay “reciprocidad y construcción mutua'', y la tarea es llevar a cabo “un proceso de transformación”.

En paralelo, también cursa un posgrado de arteterapia en la Universidad Nacional del Arte. “Todos los proyectos en los que estoy son espacios que busqué”, afirmó, satisfecha con el lugar en el que está y desde donde milita sus principios.

Grippo, su segundo padre

Cuando atravesaba su preadolescencia, su madre comenzó a estar en pareja con Víctor Grippo, el juninense reconocido a nivel internacional por sus aportes al arte conceptual, considerado uno de los artistas más salientes del siglo XX y que, lamentablemente, falleció hace poco más de 20 años, cuando Paulina daba a luz a su primera hija.

“Tuve la suerte de tener 2 padres, Grippo fue uno de ellos”, destacó, en referencia a los años compartidos en la casa y el taller con la pareja de su madre.

Es que Paulina entabló un vínculo muy estrecho con el artista, a tal punto que considera que “fue el despertar a un mundo nuevo”.

Grippo iba a sus muestras escolares, le abría las puertas de su taller, la acompañaba y cuidaba. La humildad, el respeto por el otro y la simpleza eran las piedras angulares de su estilo de vida y su hija lo recuerda como una persona “incapaz de dar consejos” que, aún así, se las rebuscaba para brindar ayuda. “Me daba herramientas para construir mi vida de otra manera”, destacó y afirmó que, sin dudas, “la mirada de él era distinta porque él era un distinto”. Su legado quedó vivo.

“Nos gustaba mucho estar juntos, nos teníamos mucho cariño y mucho respeto. Era un vínculo estrecho”, destacó Vera.

Reconocimientos

Admiración, respeto y reconocimiento mutuo. Una relación padre e hija signada por el trabajo en el taller, la pasión por el arte y el tiempo compartido. Pero Paulina no sólo conoció a Grippo en su intimidad y el minuto a minuto de su proceso creativo. Estudió Artes Visuales, lo leyó en sus libros e, incluso, conoció a sus detractores. Nada más ni nada menos que una leyenda del arte contemporáneo que vivía con su madre.

“Siempre supe quién era Grippo, y eso era lo que más me maravillaba de su vínculo conmigo”, afirmó.

Según recuerda, su padre no detenía su proceso creativo, sino que “pendulaba entre la cocina y el taller, entre fraguar un yeso y revolver una salsa”. No tenía lujos, trabajaba de noche y no era, en absoluto, una persona que obviara la realidad exterior. “No era un genio loco desconectado”, explicó Paulina, que destacó el modo en que estuvo “muy comprometido ideológicamente con su realidad y su país”.

Trabajó con él en vida y también luego de su fallecimiento. “Desde que Víctor no está entre nosotros, yo trabajo en la restauración y el acompañamiento de su obra”, afirmó la artista, que participa de diversas iniciativas vinculadas a Grippo.

Recientemente fue la propulsora de “Preexistencias”, la muestra inaugurada el pasado 7 de julio en el Centro de Arte Contemporáneo de Muntref, Sede Hotel de Inmigrantes, y que contó con la curaduría de Diana Wechsler y Florencia Battiti. Fue Vera quien, a partir de una frase encontrada entre los bocetos de su padre, decidió exponer aquellas búsquedas íntimas y desconocidas del artista. Un papel que rezaba “todo acto creativo se apoya en algo preexistente y ordena, construye, algo que implica un recorrido, que va más allá”, y, a partir de ello, la posibilidad de vincular su obra con su vida cotidiana, sus raíces y su formación académica.

“Víctor pensaba que uno lleva una vida artística y los objetos luego se convierten en obra”, señaló Paulina, que fue quien recuperó documentos, proyectos y apuntes inéditos del taller de Grippo.

Asimismo, también encabezó la construcción de un horno de barro en el profesorado donde trabaja en homenaje a su padre. Hoy, explicó, “forma parte del barrio y es usado por los vecinos y vecinas”, y el pasado viernes.

Por su parte, en el marco del homenaje llevado a cabo el pasado fin de semana en Junín, y del que participaron diversas instituciones y vecinos, Paulina también formó parte de las actividades y fue quien ofició como guía de la muestra central expuesta en el MACA.

Sus preexistencias

Al igual que con su padre de corazón, en Vera también es posible vislumbrar las preexistencias detrás de su carrera docente y en el mundo del arte. Es que creció en un ecosistema artístico, imbuida por diferentes expresiones y experiencias, y no hizo menos que impulsar su pasión y buscar su camino.

Sus dos abuelos maternos son docentes, su mamá es profesora de Artes Visuales, su padre biológico fue un asiduo lector y Víctor Grippo, su segundo padre, uno de los artistas contemporáneos más reconocidos a nivel nacional e internacional.

“Me crié con visitas al museo todos los fines de semana y mi mamá siempre nos dijo que buscáramos un trabajo que nos hiciera felices”, destacó, y recordó las horas durante su adolescencia en que disfrutó del vínculo de pasión compartida entre padre e hija.

“Víctor vivía en el taller, todo el tiempo que pasábamos juntos era ahí dentro”, señaló.

Fiel a la memoria de Grippo, no desoyó sus preexistencias e hizo de su profesión una instancia para honrarlo y transformar realidades.

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