En el mundo del rock es “Davo”, un músico con más de 30 años de trayectoria que supo tocar en los rincones más recónditos de Buenos Aires y en los grandes escenarios de todo el país. Estrellato, obstáculos, rispideces y mucho talento; todo se conjuga en su extensa carrera musical.
“Nunca me senté a pensar qué es lo que la gente quiere escuchar para componer”, destacó. En su etapa como solista, se enfoca en escribir y grabar sus canciones y, con 50 años, se permite pensar en sus propios objetivos. Se considera una persona “exigente”, y está cómodo en el lugar que eligió para su carrera.
Sin pensar en las plataformas, las visualizaciones o los seguidores, se encierra en su estudio en Capital Federal, trabaja en sus salas de ensayo con otras bandas, y proyecta el lanzamiento de su próximo disco en 2023.
Un joven músico
“Siempre hubo música en mi casa y en mi vida”, destacó Davo, que recuerda los vinilos de música brasilera y clásica de sus padres y el rock de sus dos hermanos mayores. Los años setenta en su casa de Junín, la usina de su pasión por la música.
Su primer contacto con un instrumento fue fortuito. “A mi mamá se le antojó comprar una guitarra criolla para quien quisiera usarla”, explicó. A los 12 años ya tomaba clases con Osvaldo Morris, el histórico profesor que vivía en su edificio. Con 15 años compró su primera guitarra eléctrica.
“Mis padres influyeron para que me tomara la música en serio desde chico, eso hizo que sostuviera mis estudios”, señaló el artista, que, alcanzada la mayoría de edad, ya tenía una sólida formación en guitarra.
Pero también fue autodidacta. Escuchaba música y compraba la revista Canta Rock, que incluía los acordes de las canciones más conocidas. Entretanto, el futuro estaba demasiado lejos. “Empezó como un juego, siempre desde un lugar de disfrute y en el presente, sin pensar en el porvenir”, afirmó.
El camino elegido
Llegó a la gran ciudad para emprender un proyecto con el que no se identificaba. “Era un mandato familiar, tenía que estudiar”, señaló Davo, que tenía pocas certezas de su perfil profesional futuro, y muchas esperanzas de seguir en contacto con la música.
El camino elegido fue claro. “Me interesaban Arquitectura y Psicología, pero me inscribí en Ciencias Económicas, la carrera que menos me gustaba”, explicó, y afirmó que su único anhelo era contar con más tiempo para la música. En retrospectiva, reconoce que “puede haber una razón inconsciente” en dicha elección, como modo de “boicotear el futuro universitario” para dedicarse a su pasión.
“Me salió bien. Cuando estaba recursando Contabilidad 1 por tercera vez decidí abandonar la carrera, y fue una de las mejores decisiones de mi vida”, destacó, entre risas.
En definitiva, su historia es la de muchos grandes músicos, que creen en un proyecto, que siguen su pasión, y tienen talento en lo que hacen, pero deben sortear muchos prejuicios y obstáculos para dedicarse a lo que les gusta.
“Mis padres siempre me acompañaron, pero consideraban a la música un desperdicio”, recordó y, por ello, compró cada uno de sus instrumentos “ahorrando peso por peso”.
Las bandas que integró
La historia musical de Panizza está escrita por su participación en numerosos conjuntos de rock, entre el amateurismo y el estrellato.
Su primera banda, formada cuando tenía sólo 17 años junto a otros amigos, fue “El Sótano”. Tocaron entre el año ´88 y el ´92 y, para Davo, “el recuerdo es muy lindo”. Ensayaban en un sótano con piso de tierra y con “equipos muy grotescos”, que conseguía gracias a su primo. “Con eso empezamos, era difícil la cosa”, señaló.
La situación socioeconómica a nivel país también los tocó de cerca. “Con la hiperinflación era imposible pensar en ahorrar y comprar algo, pero después de muchos años llegué a una buena guitarra”, afirmó el músico, que agradeció la decisión de Charly Bardón, saxofonista y co-fundador de “El Sótano”, de salir a tocar en vivo desde el primer momento de la banda.
Además, los últimos años de la secundaria lo encontraron en Café Tokyo, conjunto donde fue invitado. Ahí conoció a Víctor Bertamoni, quien más tarde sería clave en su ingreso a Estelares. “Me encantó la idea de poder tocar en una banda que no fuera mi proyecto”, afirmó.
En su cronología personal, ya en Capital Federal y con otros músicos juninenses que residían allí, formó parte de “Pez Mouzo”. Estaba integrada por amigos cercanos y jóvenes con mucha pasión, y antecedió a “Mellatini”, otra banda de músicos locales reunidos en la gran ciudad.
Luego de emprender su proyecto de alquiler de salas de ensayo, conoció “Naima”, un grupo de músicos porteños que lo incluyeron en su equipo. “Era muy curioso que, a pesar de la diferencia de edad, la relación era de igual a igual”, afirmó, respecto a que se llevaba más de 9 años con sus compañeros.
Circuitos menores
Durante su primera etapa como músico, los inicios en Junín y el desarrollo posterior en Buenos Aires, las bandas que integró visitaban bares y hacían presentaciones en escenarios de mediana talla.
“Nunca salimos de los pequeños circuitos, con ninguna de las bandas salvo Estelares”, afirmó Davo, que considera que “es lo que le pasa al 95% de las bandas argentinas”, puesto que existe también un alto componente de suerte detrás de una carrera musical de estrellato. “Incluso los que logran cambiar de circuito ni siquiera saben bien por qué lo lograron”, agregó.
En el caso de “Naima”, destacó la oportunidad que les permitió tener contactos en Buenos Aires. “Hacíamos buenos trabajos, no tocábamos nuestras canciones, pero cobrábamos por presentarnos”, señaló Panizza, que recorrió fiestas privadas, hoteles, eventos e, incluso, hizo presentaciones en Punta del Este con el conjunto porteño.
Por otro lado, lamentó que en muchos casos se generan rispideces dentro de los conjuntos, sobre todo cuando se dificulta llegar a las grandes ligas, y afirmó que “eso le pasa a todas las bandas, por eso no duran muchos años”.
Su proyecto
Desde el año ´97 alquila salas de ensayo a las bandas. Destacó que “es gracias a la terapia” que pudo llegar a donde hoy está, y sostener el proyecto desde hace 25 años, con cientos de conjuntos musicales en su clientela.
“Empecé porque estaba medio perdido, no sabía qué hacer”, explicó. Desde sus inicios, ha tenido 4 sedes distintas, en Villa Crespo, en Corrientes y Montevideo, en Córdoba y Cerrito y, actualmente, en Entre Ríos y Belgrano.
Trabaja solo desde hace varios años y recuerda los conflictos que atravesó en sus comienzos. “Tuve suerte, no repetiría muchas cosas que hice y le di oportunidades a gente que no se merecía”, señaló.
Por su parte, la situación del país ha sido un gran condicionante para su trabajo. “En los últimos 10 años tuve que mudar mi local 2 veces de manera traumática”, lamentó, y explicó que “eso frena por completo la actividad”.
Estelares, el estrellato
En 2007 ingresó a Estelares. La cercanía con Víctor Bertamoni, con quien había tocado en Café Tokyo, Eduardo Minervino, con quien había compartido escenarios en muchas bandas y con Manuel Moretti, fue determinante. El conjunto juninense y platense había ensayado en su sala de calle Corrientes y también había compartido con Melattini algunos shows. Eran viejos conocidos.
“Manuel estaba con ganas de soltar un poco la guitarra y necesitaban otro guitarrista”, explicó Davo, que fue convocado para ingresar a la banda cuando esta atravesaba su mejor momento. Se había lanzado el disco “Sistema Nervioso Central”, canciones como “Aire” y “Un día perfecto” sonaban en las radios de todo el país, y la banda veía llegar el estrellato.
“Yo estuve en el boom absoluto de Estelares”, destacó Panizza, que calificó a sus años en la banda como “días dorados”, en los que estaba cómodo con su trabajo.
En 2011, algunos “chispazos” que no pasaron a mayores lo alejaron de la banda. En definitiva, Davo reconoce que de todos los conjuntos que salió se fue “peleado con todo el mundo”, pero guarda muy lindos recuerdos de su paso por cada uno de ellos. En ese entonces, había llegado el momento de su propio proyecto.
Solista y tranquilo
“Soy una persona demasiado exigente, por eso decidí ser solista”, señaló el músico que, mientras estaba en Estelares, en 2008, armó su propia banda, empezó a hacer shows y emprendió la preparación de su primer disco, “Aquellos días felices”, publicado en 2015.
Sus objetivos son claros. “Me interesa escribir y grabar mis canciones, no quiero gastar energía en lo que no me interesa”, afirmó. Considera que “el ritmo de vida cambia con la edad”, y es claro que sus metas profesionales también.
“A los 45 años ya no te interesa hacer un esfuerzo enorme para tocar para 50 personas en un bar”, afirmó. Su presente está en su estudio porteño y el proceso creativo, y adelantó que ya trabaja en su segundo disco, al que planea publicar en 2023.
Su banda solista está conformada por Oscar Linero (batería), Lucas Porcel (bajo) y Tomás Villarrazo (teclados). Anteriormente estuvieron Marcelo Rodríguez (bajo) y Agustín Durañona (teclados).
Detrás del proyecto está su creatividad y prosa. “Lo único que me importa es que mis canciones me gusten a mí”, destacó y, fiel a su estilo, se mostró tranquilo respecto a su presente. No se casa con plataformas digitales y se propone “no gastar energía” en lo que no es de su interés. El horizonte lo dicta su pasión, porque considera que “la música no es una carrera y no es ir en busca de un objetivo”, sino, claramente, trazar el propio camino.
A modo de cierre, dejó un mensaje para los jóvenes artistas. Les recomienda “que se lo tomen con calma y lo disfruten” y señaló que “el único éxito es disfrutar de lo que uno hace, porque ningún músico se hace músico para ganar mucho dinero”.
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