Conoció la danza a sus 20 años y, desde entonces, es parte de su vida. Enseña ritmos y dirige su propia escuela de baile, Base Urbana, cuya sede está ubicada en Almirante Brown 316. Allí, sus alumnos aprenden Reggaetón, Hip Hop, Dancehall, Taquitos, Walking y Zumba.
Con esfuerzo y mucha dedicación, conquista cada uno de los objetivos profesionales que se propone. Dio clases por el país, fue campeón nacional con su grupo de alumnos e, incluso, formó un grupo que realiza shows por contratación. En diálogo con Democracia, su historia, proyectos y el trabajo diario detrás de la academia.
Inicios
Su carrera deportiva inició hace 15 años, como un pasatiempo. “Empecé a bailar a los 20 años”, explicó Walter que, en principio, sólo hacía la actividad por diversión.
Fue alumno y luego profesor. “Me propusieron la idea de enseñar. Yo había empezado a tomar clases en Buenos Aires y dije que sí”, señaló y, tras completar el instructorado en Junín, comenzó a trabajar en los gimnasios locales, primero en reemplazo de colegas y luego con sus propias clases.
“Muchos profesores confiaron en mí y me apoyaron”, agradeció. Es que alquilaba horas en los diferentes espacios de la ciudad a medida que sumaba nuevos alumnos y preparaba la apertura de su propia escuela.
Base Urbana, su proyecto
A fines de 2016, 2 años después de comenzar su carrera como instructor, abrió su propio gimnasio de baile. “Soñaba con poder hacerlo”, señaló Walter, que decidió emprender cuando a nivel profesional obtenía buenos resultados. “Tenía horas alquiladas en muchos gimnasios, me convenía abrir un lugar”, explicó.
Planificación y trabajo intenso mediante, recibió a sus alumnos en la primera sede, que estaba ubicada en Urquiza y Mayor López. Cuatro años más tarde, con grupos de baile más numerosos, buscó un local que fuera estructuralmente funcional y que le permitiese ampliar su oferta.
“Crecimos de a poco”, destacó, en retrospectiva, y agradeció el apoyo incondicional de su familia y amigos para emprender sus proyectos. “Mis amigos salían del trabajo y venían a pintar al gimnasio”, afirmó.
Actualmente, Base Urbana está ubicado en Almirante Brown 316, una sede que fue puesta a punto días antes de la emergencia sanitaria mundial. “Nos mudamos justo antes del comienzo de la cuarentena, no pudimos inaugurar”, señaló, al recordar los preparativos realizados en marzo del 2020.
“Esperamos que el 2023 sea el 2020 que no pudimos tener”, agregó.
Su proyecto, sin dudas, ha crecido notablemente. Hoy tiene 2 salones para trabajar en simultáneo e incorporó profesores nuevos para enseñar las distintas disciplinas y ritmos. En dicho sentido, el instructor explicó que no trabaja solo y que dos de sus colegas, Tatiana Robledo y Karen Suárez, lo acompañan hace muchos años.
“Como sucede con cualquier emprendimiento, pienso en Base Urbana las 24 horas del día”, destacó.
Formador
En su escuela de baile, Walter da protagonismo a los ritmos urbanos. Reggaetón, Hip Hop, Dancehall, Taquitos, Walking y Zumba son las disciplinas que hoy se enseñan a diario, con alumnos de todas las edades.
En cuanto a la formación brindada, señaló que cambiaron su dinámica a propósito de las medidas de prevención impuestas durante la cuarentena. “Antes de la pandemia nos
dedicábamos a hacer coreografías para el teatro o para competir”, afirmó, y destacó que la obligatoriedad de mantener distancia en los ensayos les permitió profundizar en las clases técnicas.
Es por ello que, actualmente, quien visite Base Urbana puede elegir entre sólo hacer coreografías para shows o presentaciones, o tomar clases de diferentes ritmos urbanos, sin necesariamente repetir un número de forma continua. En dicho sentido, el coreógrafo explicó que “ayuda a crecer a los alumnos” y que “fue un aspecto positivo de la pandemia, porque permitió a los chicos acostumbrarse a las clases”.
Asimismo, la formación es completa y contempla también la visita de profesores de otras ciudades para recibir capacitaciones. “Siempre que se pueda, traemos profesores de Buenos Aires para dar una clase especial”, destacó Walter.
Pero lo aprendido también sale del gimnasio y se difunde en internet. “Hacemos producciones para mostrar lo que hacemos”, afirmó, puesto que junto a sus alumnos realiza videos para las redes sociales, a las que considera “la primera herramienta” para llegar a un público amplio y darse a conocer.
“Los adolescentes están muy acostumbrados a las cámaras y disfrutan bailar challenges”, destacó.
Shows
Parte del proceso de aprendizaje incluye también la inserción parcial en el mundo del trabajo. Walter explicó que, recientemente, incorporaron una nueva dinámica en la escuela, un “microemprendimiento”, que se basa en hacer shows remunerados en teatro, eventos e, incluso, boliches.
En dicho sentido, destacó que “es un modo de darle trabajo a los alumnos” que estén interesados en la actividad y, por ello, establecen días específicos de entrenamiento y ensayo, como si se tratara de cualquier otro grupo que realiza presentaciones. “Me pone contento que Junín empiece a reconocer el trabajo de los bailarines”, destacó.
Hace dos semanas, el grupo de Base Urbana dedicado a los shows bailó reggaetón en Energy, ante quienes asistieron a la noche de boliche del sábado. Al respecto, el coreógrafo señaló que “es algo que se empezó a hacer en Argentina”, y agradeció que en Junín también se adopte la dinámica. Además, estuvieron también presentes en los festejos por el día de la primavera realizados en el Parque Borchex.
Anteriormente, formaron parte de Somniantes, una obra de teatro que se presentó en La Ranchería. “Los directores querían incorporar la danza y nos llamaron”, afirmó
Walter, que incluso fue contratado como coreógrafo para trabajar con los artistas e incluir otros pasajes de baile en el resto de la obra.
Respecto a las oportunidades laborales que recibe el equipo, en paralelo al trabajo diario dentro de la escuela, el instructor señaló que “el baile no es una moda porque ya forma parte de muchos espacios”.
Entretanto, toda la escuela trabaja en el show de fin de año. “Con el grupo adulto y juvenil queremos hacer algo diferente, para que no sea una típica muestra anual sino un show de danza”, destacó. La última vez que lo llevaron a cabo fue en 2019 en El Coliseo, donde asistieron más de 800 personas, y adelantó que este año habrá “bloques de hasta 50 alumnos en escena”.
De nivel internacional
“Lo que más disfruto es la faceta coreográfica de mi trabajo, es donde me siento más cómodo”, afirmó Walter, y explicó que muchos de sus alumnos ya se preparan para competir el próximo 21 de noviembre en el torneo internacional de reggaetón (TIR), por lo que su trabajo también está enfocado en esa instancia.
En dicho sentido, el grupo que competirá, llamado “De Barrio”, está conformado por 40 alumnos de diferentes edades, y es parte de la categoría “súper megacrew”, puesto que, según explicó el coreógrafo, “los grupos de baile se dividen por cantidad de participantes”.
Se trata de un torneo que abarca a gran parte de Latinoamérica. “Cada país hace su competencia nacional y al año siguiente compiten los ganadores a nivel internacional”, señaló Walter, cuyo equipo fue coronado en la última edición del campeonato, en 2019, y este año defenderá su título.
En dicha ocasión, el conjunto de Base Urbana fue premiado con el mejor puntaje de Argentina y obtuvo el pase a la etapa sudamericana. “Teníamos estadía, pasajes de avión y todo listo para ir, pero la pandemia no nos dejó viajar”, lamentó. Este año, se renuevan las expectativas.
“Estoy muy contento, lo estábamos esperando hace más de 2 años”, afirmó Pereyra, que considera que “es uno de los mejores torneos de Argentina porque se aprende mucho”.
La relación con sus alumnos
No obstante, la enseñanza no implica sólo conocimientos técnicos, coreografías, puestas en escena o presentaciones en eventos, sino también contención y crecimiento personal.
“Lo importante es que los chicos tengan un buen clima, no se trata sólo de venir a aprender baile”, señaló el instructor que, en su escuela, recibe alumnos de todas las edades.
“Este año incorporamos jardín de danza, para chicos de entre 4 y 6 años”, explicó, y destacó que “es una iniciación desde el juego y lo recreativo”.
En dicho sentido, lograr un buen ambiente de trabajo y aprendizaje es, para Walter, una prioridad. “Los chicos tienen que venir a divertirse, todos pueden bailar”, afirmó y, por ello, las clases se dividen por niveles. “Venimos a pasar un buen rato y, de paso, aprender”, agregó.
No quedan dudas de que el baile rompe barreras. No sólo ayuda a vencer la timidez, sino también a establecer vínculos y aprender de eso. “La danza me ayudó muchísimo a nivel personal, para romper inseguridades y aceptarme”, destacó el coreógrafo, que capitaliza su experiencia para ser profesor.
“Siempre pienso en lo que me gustaría recibir a mí si yo fuera alumno”, explicó.
Además, los discursos de género indefectiblemente afectan a la actividad. Un varón que es juzgado por bailar puede ser un artista menos y el daño para él es incalculable.
Afortunadamente, Pereyra destacó que “la sociedad cambió mucho”, y recordó los prejuicios que se han derribado desde sus comienzos en el mundo del baile hasta ahora.
Por su parte, como coreógrafo y profesor, piensa sus clases para quien quiera bailar. “Los movimientos no tienen género, eso también debe deconstruirse”, afirmó.
Y concluyó: “Los chicos son los que más te enseñan”.
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