Con el avance de la tecnología, y del tendido eléctrico, a la par de la expansión territorial, hace más de 60 años se apagaban en Junín las dos “últimas” usinas, que funcionaban en el edificio de calle Rivadavia, lindero al de la Alianza Francesa, y en el predio ferroviario, donde además había otra que le suministraba energía a los talleres.
En la planta céntrica, las labores iniciaron el 14 de junio de 1960, cuando los empleados de la empresa llevaron a cabo la tarea de desmontar el generador, y la Ciudad empezó a recibir electricidad, a través de una línea proveniente de Chivilcoy, distrito en el que se había instalado una “superusina”, que abastecía de energía, además, a otras localidades bonaerenses como Suipacha, Mercedes, Alberti, 25 de Mayo, Bragado y Chacabuco.
Cabe destacar que el edificio de la calle Rivadavia fue utilizado por DEBA (Dirección de Energía de la provincia de Buenos Aires) y actualmente por EDEN (Empresa Distribuidora de Energía Norte).
Uno de los trabajadores de aquel entonces Emilio Zibana recordó a Democracia que desde la “superusina” llegaban 66 mil voltios a la subestación Junín, desde la cual después se realizaba la distribución a localidades de la Región como Arenales, Fortín Tiburcio, Vedia, Leandro N. Alem, Alberdi, Laplacette, Lincoln, General Pinto, Granada, Arenaza, Roberts y Chacabuco.
Y continuó: “Esto ocurrió cuando se hizo la interconexión de alta tensión con Chivilcoy, y desaparecieron las dos usinas que operaba DEBA en la Ciudad”, destacando que antes de aquel cambio energético, “cada localidad tenía usina propia y no tenían corriente todo el día, como sucede ahora. Por ejemplo, en Leandro N. Alem había luz hasta las 12 de la noche, pero si había baile los sábados duraba un poco más hasta las 3 de la mañana”.
“Las cerraron en paralelo, ya que trabajaban a la par. Había cuatro motores en la del predio ferroviario y la misma cantidad en la de calle Rivadavia (el último motor que estaba instalado era más chico y más moderno, que generaba más electricidad)”, remarcó. Y aclaró que “hubo dos generadoras dentro del predio del ferrocarril, una que alimentaba a los talleres y la otra que era de DEBA”.
En este sentido, “cuando se cerraron las usinas, el 50 por ciento de la gente se fue para Chivilcoy, más que nada los que eran de la sala de máquina, a diferencia de los que estábamos en la calle que nos quedamos en Junín. Después con el tiempo empezaron a volver, porque hubo un convenio con el sindicato. Yo tenía cuatro hermanos que se habían ido y volvieron”, explicó Zibana.
Años más tarde, “llegó la interconexión desde San Nicolás, El Chocón y Henderson y se fue anillando todo. Llegaban 132 mil voltios al transformador y salían 33 mil a los pueblos y 13.200 a Junín”, subrayó.
“Yo trabajé siempre en la planta eléctrica, después en la subestación de rebaje y en el sector de mantenimiento. Recorríamos y atendíamos todos los pueblos de alrededor. Después había otras cuadrillas que se dedicaban a la línea de alta”, agregó.
“Eran motores de barcos”
Héctor Delfino, que también fue empleado de la empresa eléctrica, sostuvo a este diario que trabajó “desarmando uno de los motores que luego se montaría en Henderson, cerca de 1965. Sé que eran motores marinos, de barcos”.
En otros datos anecdóticos, comentó que “el farmacéutico de la esquina tenía maderitas en la estantería para que no se le caigan los remedios, a raíz de las vibraciones de los motores. También ese mismo farmacéutico-bioquímico, cuando paró la usina, decía que no podía dormir porque extrañaba el ruido”.
De corriente continua a alterna
Por otra parte, Zibana, que se jubiló hace más de 30 años, afirmó que “cuando yo entré a trabajar en la usina, en 1956, ya se generaba corriente alterna”, recordando que los primeros generadores fueron de corriente ‘continua’ que con el paso del tiempo se reemplazaron.
En este sentido, explicó que cuando Chivilcoy comenzó a despachar electricidad a Junín, desde donde se distribuía a la región, todavía había pueblos con “continua”. En ese entonces, “recuerdo que mandaron a dos muchachos de Junín (Tornello y Pinotti) a trabajar a Leandro N. Alem para alternizar toda la instalación”, concluyó.
La luz en la Ciudad
La primera usina eléctrica de Junín comenzó a funcionar en 1903. El 14 de junio de ese año, el Concejo Deliberante aceptó la propuesta de la firma Vacarezza y Cía Sociedad Anónima, que inició sus actividades bajo la denominación “La Porteña”. En 1905 la municipalidad comenzó a pagarle a la mencionada compañía por el alumbrado público.
“Fue la primera de Junín y estaba por donde ahora está el Golf. Ahí trabajó unos años mi papá cuando vino de Italia y después se fue para trabajar en el campo. Recuerdo que el gerente tenía un sulky en el que viajaba desde allá hasta el centro”, añoró Zibana.
Posteriormente Vacarezza vendió la usina a la Compañía de Electricidad de la provincia de Buenos Aires, y luego esta hizo lo propio a favor de la Compañía de Electricidad de la provincia de Buenos Aires Limited en 1911.
El capital de la sociedad estaba integrado por acciones colocadas en el mercado argentino y reforzado por capitales europeos. La empresa tenía diversas usinas instaladas en el Gran Buenos Aires y también en Mar del Plata, Azul, San Pedro, San Nicolás y San Luis.
En 1926 comenzó a funcionar la nueva usina, ubicada en Rivadavia entre Malvinas Argentinas y Alsina, montada con la última tecnología de la época.
Cumpliendo las cláusulas del contrato, el radio de actividad de la usina se amplió hasta los puntos más apartados de la ciudad, que en aquel entonces eran los barrios Belgrano, Villa Talleres y Villa Ortega.
A fines de la década de 1920 ya había unas 500 cuadras con alumbrado público. La usina tenía cuatro motores con un total de 2.035 caballos de fuerza, existiendo cuatro subestaciones de transformación empleando el sistema de distribución de corriente trifásica de 220 voltios.
El salón de motores se construyó de manera evidentemente sólida: el techo de la sala de máquinas se realizó con hormigón armado, y los motores se montaron sobre plataformas de concreto aisladas de todo contacto para evitar vibraciones. Contaba en ese momento con cincuenta empleados permanentes, y el gerente era el ingeniero E. Wray Middleton, con más de una década residiendo en Junín.
En la foto
Los trabajadores fotografiados, mientras desarmaban la usina, son: Bisio, Cepeda, Antonio Soriano, José Nasif, Miguel Picoli, Idomar Chechin, Emilio Zibana, Rigonat, González, Roberto Vega, Antonio Luis, Mariano López, Juan Carlos Danunzio, Miguel Cicoria y Ríos (Jefe).
La década de 1960
En la década de 1960 no existía una red nacional de energía eléctrica, ya que no había interconexión entre los distintos subsistemas, que se comportaban como verdaderas islas eléctricas.
Si bien el Gran Buenos Aires ya estaba interconectado con Rosario y Santa Fe y conformaban el subsistema Gran Buenos Aires – Litoral, este no estaba vinculado con el Subsistema Córdoba, ni este con el de Cuyo, ni tampoco con el del Norte.
En los '50 y '60, Argentina estaba circunscripta principalmente a abastecer los mayores centros de consumo con generación regional. Participaban empresas privadas y estatales pero sin integración, con escasa coordinación técnica y un desorden jurídico-administrativo.
En 1960, se presentó, a nivel federal, la regulación de las operaciones mayoristas regido por la Ley Nº 15.336, “Ley de Energía Eléctrica”.
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