El mundo del deporte está lleno de historias curiosas y atrapantes. Respecto a estas últimas se pueden mencionar los casos de hermanos que se dedicaron a practicar un deporte como estilo de vida.
La lista es larga a nivel mundial y se destacan las hermanas Venus y Serena Williams en el tenis; Marc y Álex Márquez en Moto GP; Bobby y Jack Charlton o Paolo y Fabio Cannavaro en fútbol; y Pau y Marc Gasol en básquetbol.
Asimismo, a nivel nacional, se pueden mencionar los hermanos Gabriel y Diego Milito en fútbol; Diego, Mauro y Claudio Grippo o Sebastián, Emanuel y Leandro Ginobili en básquet.
Al igual que estos últimos dos casos mencionados, se encuentran los hermanos Biurrun, con una salvedad: nacieron en Junín.
En diálogo con Democracia, Enrique Biurrun hizo un repaso de su trayectoria como jugador, analizó el estado de este deporte en el país y recordó sus años como trabajador bancario.
En tal sentido, Quique contó que fue su padre un guía en sus primeros pasos deportivos: “Nos armó una cancha de básquet en la vereda. Era calle de tierra y teníamos mucho espacio para jugar. Teníamos el club de Alsina y Paraguay a una cuadra”, contextualizó.
Sobre el valor del básquet reflexionó: “Te enseña a que tenés que ser constante con tu presencia y nunca sentirte el dueño de la verdad. Cuando te montas la expectativa y sentimientos de las personas, te comprometés más”.
Biurrun jugador
Adentrándose netamente en sus pasos como basquetbolista, Quique, no escatimó en el análisis y manifestó: “Me siento orgulloso de haber colaborado con el crecimiento del deporte en Junín”.
“Lo tomé como un medio, no como un fin. El fin viene solo. La sed de ganar la practiqué a full: el barrio me lo pedía y mis compañeros estaban en esa línea de crecimiento” agregó.
“Lo importante es el equipo. Estoy en la lista de los que tiran del carro”, reconoció.
Este deporte fundó la filosofía de vida que aún hoy lo mantiene en pie, aunque el básquet actual dista mucho de ser el mismo que en aquel entonces. Acerca de esto señala que hace cincuenta años “estaba la época del pelo largo y había una sensación de que el básquet no era un juego de hombres, ya que el fútbol era el número 1. En esa historia, fuimos motivadores de un ascenso y de hacer crecer a la selección de Junín que era nuestra verdadera vidriera”.
Aunque todo gran logro tiene su costo. Y Quique lo siente con su cuerpo. Al respecto aseguró: “Tengo secuelas en las piernas y cinco operaciones de cadera con reemplazo de prótesis”.
Y confesó: “No quiero mirar básquet porque me pone nervioso porque me gustaría estar adentro”.
Cuando tuvo que resaltar a un jugador de la actualidad se quedó con Nicolás Romano porque “tiene mucha caradurez para encarar rivales, e intimida con su ímpetu y concentración. Eso marca mucho a quienes están enfrente”.
Biurrun entrenador
A medida que fue creciendo conoció los sabores de las derrotas (las menos, pero más dolorosas) y las victorias (se pueden afirmar que fueron muchas). Paulatinamente a ello, Quique fue gestando el espíritu de líder de grupos.
“Tuve muchos técnicos y todos me dejaron algo. Sería injusto nombrar u olvidarse de alguno”, marcó.
E informó que “los técnicos no eran tan importantes en esa época, ya que no había tanto trabajo técnico o táctico ni rotación como ahora. Eran, más bien, colaboradores”.
Sobre su andar dijo: “No sentí la ausencia del juego cuando me retiré porque me aboqué de lleno a esto. Estuve en todas las divisiones menores hasta Primera, dirigiendo y disfrutando las distintas camadas”.
“Juan Cangelosi y Pablo Martínez salieron de la escuelita que dirigimos en Argentino”, fundamentó.
Al momento de hacer un balance afirmó: “Empecé de muy joven y creo que tuve una buena gestión. Dirigí 15 años y guardo muy bien mi parte de técnico”.
Jugador y técnico, ambas caras de la moneda las tuvo en Argentino. “Siempre se trabajó pensando en mantener esa mística distintiva. La localía es muy importante y eso nos hace sentir orgullosos”, consideró.
Dupla con su hermano
Quique y Tito, la alabada y temida dupla de hermanos que brilló en nuestra ciudad. Al analizarla, Enrique compartió: “Mi hermano fue un goleador y yo era el que peleaba y buscaba el balón. Siempre se me atribuyó que jugaba siempre para mi hermano, pero nos acostumbramos a eso de chiquitos y nos entendíamos”.
“Yo jugaba para el equipo, pero hay gente que me carga con eso”, aclaró y definió: “Éramos dos hermanos traviesos que eligieron al básquet como una meta y como un medio para instalarse en la vida”.
Vida bancaria
Quique siempre se abocó a la familia, el trabajo bancario y el básquet. Por eso, a diferencia de muchos deportistas, no sufrió el retiro y el estudio formó parte, casi inherente, en su desarrollo personal.
“Empecé estudiando derecho y dejé, y luego me aboqué por dos años al básquet. Después tuve la posibilidad de ingresar, con examen previo, al banco provincia en 1968”, recordó y comentó: “El banco surgió como una cosa normal de la época. Tus padres te decían: estudiá o trabajá”.
En tal sentido, detalló que “tenía muchas tareas a cargo porque no había cajeros automáticos, como ahora, y había que ir al banco a pagar todo”.
“Me tocó trabajar en un lugar donde la exposición fue total”, señaló y explicó: “Salía del banco y me iba con el bolsito caminando a la cancha e iba a haber gente que iba a estar en contra. Al otro día, esa misma persona que decía una cosa fuera de lugar, los veía en el banco. Eso hizo que nunca contestara”.
“Nunca me fijé en lo que pasaba alrededor, sino lo que pasaba dentro y que el equipo ganara. En Junín nos conocemos todos y hoy me resaltan mi comportamiento”, valoró.
Luego de trabajar más de 40 años en el rubro bancario, desde hace una década, Quique, está jubilado disfrutando del logro más importante en su vida: su familia.
COMENTARIOS