DARSE CUENTA

Reflexiones de la madre de un hijo con trastorno del espectro autista

Sandra González preside la Comunidad Asperger y es una de las referentes para madres que atraviesan esta situación con un hijo. Ella destacó la importancia de brindar a las personas que tienen esta condición del espectro autista, las herramientas necesarias para insertarse en la sociedad.

Sandra González, de 54 años de edad, preside la organización Comunidad Asperger, grupo de padres y madres de hijos que tienen el síndrome Asperger, trastorno del espectro autista.
Ella es madre de Erik, que hoy tiene 27 años de edad, pero cuando descubrieron tal condición especial él tenía 17 años. El mismo fue quien le dijo a su madre que no era un chico “como los otros”, sin saber quizá que había muchos, muchos, otros con su misma condición, o similar.
En diálogo con Democracia, Sandra González, en este Día de la Madre, hizo hincapié en la importancia de sentarse a escuchar a los hijos, de dejar de lado ese “qué dirán” que tanto daño le hace a la comunidad, en general, y a las familias, en particular.
“A los hijos hay que acompañarlos, no hay que negar nada y consultar a especialistas, buscar los que sean más útiles a nuestros hijos, ya que se trata de brindarles las herramientas para que ellos puedan insertarse en la sociedad”, afirmó.
 
Darse cuenta
Sandra recordó como fue darse cuenta de lo que pasaba con su hijo Erik, más allá de que ella presentía que algo no andaba bien.
“En 1994 no hablábamos de Trastornos del Espectro Autista (TEA) sino de autismo. Como él no presentaba una dificultad en cuanto a aprendizaje ni dificultad conductual, no tenía berrinches, al contrario es un chico muy tranquilo y educado desde el jardín de infantes incluso, pero él se aislaba. En ese momento le empecé a preguntar a su pediatra, quien me decía que no pasaba nada, que él estaba creciendo normal”, recordó.
“Cuando él llega a la adolescencia, estaba en la secundario, un día viene y me dice: ‘mirá mamá, yo no soy igual a los otros chicos, yo no tengo temas de conversación, los chicos se juntan en grupos charlan de los padres, de las novias y no tengo ningún interés en compartir. No tengo nada para compartir”, dijo Sandra al recordar aquellas palabras claves de su hijo.
A partir de ese momento, comenzaron las charlas directas con quien era el pediatra del chico y también con psiquiatras. Tras la evaluación, determinaron que él ‘entraba’ perfectamente en lo que eran los trastornos del espectro autista.
El paso siguiente fue la conformación de un grupo de padres que estuviera pasando por la misma situación y así nació Asperger Junín. “Son varias familias y cada día hay más. A muchas mamás les cuesta mucho ver que sus hijos, adolescentes incluso, tienen algo”, acotó Sandra.
Respecto a cómo fue su caso, al descubrir lo que su hijo tenía, la entrevistada comentó: “Yo no lo tomé como generalmente lo hacen las madres al saber que sus hijos tienen ese trastorno. Lo tomé con mucho alivio porque al fin veía que aquello que estaba mal tenía nombre y apellido y se podrían dar herramientas a Erik para transitar su vida. Yo les digo a las madres: ‘si le das las herramientas para que el día de mañana tu hijo se pueda mover en sociedad, hiciste un buen trabajo”.
“No hay que ser egoísta, no hay que pensar en ‘el qué dirán’ sino en que el hijo se debe adaptar a una sociedad que no está preparada para insertar a ninguna persona con discapacidad, y menos con esta. A esta condición nosotros la llamamos la ‘indecible’, porque justamente, dentro y fuera de la familia, muchas veces nos dicen: ‘Tu hijo no tiene nada, no se le nota nada’. Pero no es así, hay que verlos, escucharlos, y entonces lo notaremos”, apuntó Sandra, quien es profesora de Lengua y Literatura, dictaba clases en forma particular, mientras también trabajaba en una empresa.

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