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Mabel Gaviria cuenta con una dilatada trayectoria como profesora de Historia y pasó por varios colegios de Junín.
RECONOCIDA DOCENTE DE NUESTRO MEDIO

Mabel Gaviria: “A mí la docencia me hizo feliz”

Con una dilatada trayectoria, durante 48 años fue profesora de Historia en el los colegios Marianista, Nacional, Normal, Comercial y en las Escuelas rurales N°35 y N°10. También dio clases en el CENS y en el Profesorado que se dicta en el Instituto N°129.

Mabel Gaviria tenía catorce años cuando se dio cuenta de que iba a ser profesora de Historia. Hacía menos de un mes que había sido seleccionada para ingresar como bailarina para el Teatro Colón, aunque finalmente desistió del traslado porque el hecho de que se fuera a Buenos Aires junto con su hermano -que iba a estudiar Abogacía- había acongojado demasiado a su padre. Todavía estaba procesando la idea de permanecer en Junín la tarde en que un tío suyo, militar, la llevó de visita al archivo del Centro de Guerra Tóxica, en Campo de Mayo, y ella se pasó más de tres horas mirando un libro con mapas de las campañas de San Martín. “Ahí dije, si no voy a hacer danza, elijo la Historia”, recuerda hoy.
Así inició un camino que la llevó durante más de cuatro décadas por numerosas escuelas de la ciudad.

“Uno como docente no tiene que mentir ni tratar de quedar bien”.

Derrotero
Mabel nació en Junín, se crio en el barrio El Picaflor, hizo la Primaria en la Escuela N°2 y la Secundaria en el Normal, de donde egresó como maestra. Luego, hizo el Profesorado de Historia en Lincoln.
Se recibió en diciembre de 1969 y dos días después empezó a trabajar en el Colegio Marianista, haciendo un reemplazo. Desde ahí, no paró.
También se desempeñó en dos escuelas rurales: la N°35 y la N°10 de Saforcada. Más adelante estuvo en el Colegio Nacional reemplazando en varias licencias que tuvo que tomarse María Elsa Cogorno, que finalmente pasó sus horas al Normal y terminaron nombrando a Gaviria como provisoria para luego titularizar ese cargo.
Además, dio clases en el Comercial, el Normal, en la cárcel, en el CENS (Centro Educativo de Nivel Secundario) que funcionaba en los cuarteles, la Escuela de Enfermería que estaba en el Hospital San José. Y tuvo a su cargo las materias Historia Mundial Contemporánea e Investigación Histórica en el Profesorado que se da en el Instituto N°129.
Según dice, estar en distintos colegios le permitió “alternar con diferentes realidades”.

Docente
Al ser docente de Historia y de Instrucción Cívica -y sus distintas denominaciones de acuerdo a la época, como como Estudio de la Realidad Social Argentina (ERSA), Educación Democrática o Derecho y Ciudadanía- en sus clases debía convivir con las discusiones, ya que los temas abordados siempre generan distintas posiciones y opiniones.
“No hay que tenerle miedo al debate -señala Mabel-, uno como docente no tiene que mentir ni tratar de quedar bien. Mi forma de trabajar siempre fue brindarles a mis alumnos toda la información para que, después, hagan su propia interpretación y armen su opinión”.
Además, había momentos en los que los contextos no ayudaban. Como cuando vivió la toma del Colegio Nacional, en 1974: “Yo entré, me taparon la boca y me llevaron a la dirección apuntándome con un arma. Luego dos encapuchados me llevaron al aula, me hicieron sentar en uno de los pupitres y les dijeron a los chicos que a partir de ese momento iban a formar parte de un ejército revolucionario, que debían quedarse ahí porque el lugar había sido declarado cuartel general. Fue un momento muy tenso, hasta que se fueron. Habían pintado y roto todo, dieron vuelta la Secretaría, fue un desastre lo que hicieron. Fuimos parte de una historia fuerte”.
Más adelante, también recibió llamados para que no utilice determinados libros como bibliografía y hasta hubo una época en la que tenía asignado un recorrido para ir de su casa a dar clases a la noche y en ese camino pasaba por retenes de custodia.

“Si mañana volviera a nacer, sería otra vez profesora de Historia”.

Cambios
Más allá de los contratiempos, Gaviria habla con pasión y emoción de sus años como profesora hasta su jubilación, en 2014.
En su opinión, la irrupción de la tecnología cambió completamente la educación. “Para mí, como docente, hubo un antes y un después”, afirma, para luego ampliar: “Fuimos nosotros los que tuvimos que aggiornarnos, por eso ahí les pasé la posta a los estudiantes y les dije ‘ustedes ahora van a ser los encargados de enseñarme a mí’. Con mis directivas, tenían que buscar la información y fueron de las mejores clases que tuve porque los debates y los intercambios no eran conmigo, sino entre ellos”.

“Mi forma de trabajar siempre fue brindarles a mis alumnos toda la información para que, después, hagan su propia interpretación y armen su opinión”.

Balance
Hacia el final de su carrera pidió cambio de funciones y pasó los últimos tres años haciendo otras actividades, desde administrativas hasta la atención del kiosco. “Era lo que había que hacer y no se me caía ningún anillo por hacerlo”, asevera.
Según dice, después de 48 años como profesora llegó a la conclusión de que hay dos grupos de docentes: “Están los que lo hacen por una obra social, estar en blanco y no mucho más, y los que le ponemos pasión, lo elegimos por vocación y no nos importa si hay que corregir un sábado a la tarde, porque es lo que nos hace ser felices. Y a mí la docencia me hizo feliz”.
Y al momento de hacer un balance, concluye: “Es totalmente positivo. Y si mañana volviera a nacer, sería otra vez docente y profesora de Historia. Gracias a Dios que hice lo que me puede llevar a las lágrimas de emoción en cualquier momento”.

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