Daniel Jaule pudo sobreponerse a un accidente que le impidió volver a caminar y amenazaba con truncar su carrera profesional. Y lo hizo a partir de un enorme sacrificio, con una gran cuota de carácter y la determinación suficiente como para no bajar los brazos nunca y enfocarse en el objetivo de seguir dirigiendo equipos de básquet, aun cuando sus seres queridos deslizaban la posibilidad de buscarle otros trabajos.
Y es esa misma esencia la que el hoy entrenador de Ciclista Juninense le imprimió siempre a cada uno de sus planteles, con lo que logró un gran reconocimiento en el ámbito deportivo que lo llevó a mantenerse por más de treinta años en el básquet de elite.
“Cuando llego a una institución, trato de que todo sea profesional”.
Primeros pasos
Hijo de un ferroviario y una ama de casa, nació en Junín y se crio en el barrio El Picaflor y desde siempre estuvo ligado a Sarmiento, donde jugó al fútbol y al básquet durante mucho tiempo, hasta que se tuvo que decidir por una de las disciplinas. “Opté por el básquet, que era mi pasión; creo que nací para hacer esto”, afirma.
A los quince años ya era técnico de las categorías menores y tenía menos de veinte cuando dirigía selecciones formativas de Junín y la provincia de Buenos Aires.
A los 19 años vendió su auto y se fue tres meses a Estados Unidos. “Quiería ir al lugar donde nació el básquet, conseguí una beca de tres meses en Georgia Tech y me fui para allá”, evoca.
Por gestiones de Rubén Darío “Polo” Cárdenas, asumió en Newbery de Rufino, donde hizo un trabajo integral. Un año más tarde pasó a Petrolero de Plaza Huncul, que en ese entonces “no tenían ni siquiera una Primera armada”. Tres años más tarde había llevado al equipo a jugar en la liga.
Después de sus cuatro años en Neuquén pasó a Pico Fútbol Club y ascendió a la máxima categoría en 1995.
“A mí me gusta la agresividad, yo no negocio nada de lo actitudinal”.
Su accidente
Cuando estaba en pleno ascenso en su carrera tuvo un accidente automovilístico que lo dejó sin posibilidad de volver a caminar. “Al principio uno piensa que se te terminó la carrera, que ya no hay más nada. Entrás en una nebulosa, insultás a todos y a la vida”, afirma.
Según dice, esa perspectiva cambió cuando dejó de torturarse pensando “¿por qué a mí?” y se preguntó “¿por qué no a mí?”.
“Después del accidente todos me buscaban nuevas actividades para hacer y yo, dentro de mí, pensaba que quería recuperar mi lugar como entrenador. Algo que no era fácil porque no hay entrenadores en silla de ruedas”, explica.
Un año y medio tardó su recuperación. Entonces, Flor Meléndez lo convocó para ser su ayudante en Independiente de General Pico.
Vuelta al ruedo
Así se dio el retorno. Al año ya estaba como entrenador principal en Estudiantes de Santa Rosa. Siguió en Quimsa de Santiago del Estero, un club que hoy tiene una estructura enorme gracias al proceso que inició Jaule.
Después estuvo un año en Olimpia de Paraguay y continuó su carrera en México, donde estuvo nueve temporadas y condujo cinco equipos.
En 2015 regresó a Petrolero, pasó por Del Progreso de General Roca y, finalmente, en agosto de 2020 asumió como entrenador de Ciclista.
“Después del accidente, todos me buscaban nuevas actividades para hacer y yo, dentro de mí, pensaba que quería recuperar mi lugar como entrenador”.
Entrenador
En la mayoría de sus experiencias como técnico, Jaule tuvo que empezar proyectos integrales desde cero. “Me marcó el hecho de tener que armar estructuras -afirma-, eso hizo que mi característica como entrenador no solamente sea la de ocuparme del equipo profesional, sino también de las inferiores, la infraestructura y demás. Cuando llego a una institución trato de que todo sea profesional, que no pasa por el dinero, sino por hacer las cosas de forma profesional, como deben hacerse”.
Según dice, con el tiempo fue aprendiendo a darle el justo valor a ganar y perder o a considerar qué es el éxito. “Para el entrenador, el juego es solo una de las cosas que tiene que saber, también tiene que conocer de gestión, manejo de grupo y un montón de situaciones. Por eso me interesa que, en la estructura de un club, todos hablemos el mismo idioma. Después, a veces la pelota rueda en el aro y entra y otras veces sale. Por supuesto que a todos nos gusta ganar, pero, más allá de ser competitivo y pelear un campeonato, el éxito es que las inferiores estén como corresponden, sacar un jugador por año por lo menos y que quede una estructura cuando uno se va”.
Y en cuanto a su forma de entrenar, subraya cuál es su filosofía: “A mí me gusta la agresividad, que no te guardes nada, yo no negocio nada de lo actitudinal”.
Balance
Al momento de pensar en su carrera, Jaule señala: “Son más de treinta años de profesional, no podría quejarme. Hago el deporte que amo, me dedico a lo que me gusta, me pagan por eso y en este país eso es un privilegio”.
Todo eso, no sin poner mucho de sí. “Gasté mucho dinero en viajes y en perfeccionarme, porque para ser profesional hay que invertir -indica-. Actualmente trato de aprender en el día a día, no hay que quedarse, en esto hay que tener un grado supremo de humildad para aprender y, en todo caso, hay que ver y copiar a los mejores”.
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