
Cuando comenzó a hacer vivos en Facebook e Instagram, como para sobrellevar la pandemia y el encierro, Fernando Maza ni siquiera estaba cerca de imaginar lo que iba a suceder con esos sets de música que ofrecía a quien quisiera escuchar. Las repercusiones fueron enormes y de lo más variadas. No solo porque tuvo miles de vistas y reproducciones, con interacciones de prácticamente todas las provincias argentinas y de diferentes países de América y Europa, sino por lo que esas melodías generan en su público.
Desde gente que dice que está sola y agradece esa compañía hasta los que lo consideran un sostén en su aislamiento. Desde el muchacho de Tigre, que le contó que iba por su quinta sesión de quimioterapia y los temas retro le ayudaban a sobrellevar el momento, hasta la mujer que le confesó que su hijo, que tiene autismo, no se pierde ninguna de sus performances. “Son cosas muy fuertes”, afirma conmovido ante Democracia.
Esa es la actualidad de este disc jockey que se vio obligado a reinventarse con la pandemia, después de más de treinta años de trayectoria en las pistas de Junín y la zona.
“Mi trabajo pasa por leer cómo está la pista para sostener la noche”.
Primeros pasos
Hijo único de un extrabajador de Argenlac y una peluquera, Fernando nació en Junín y se crio en los barrios Nuestra Señora de Fátima primero y Gregorio González después.
Tenía apenas 16 años cuando empezó a pasar música, a partir de un hecho fortuito. “Nos invitaron a un cumpleaños de quince -recuerda- y cuando llegamos la cumpleañera estaba llorando porque el disc jockey le había fallado. Yo tenía un equipo doble casetera, me ofrecí a llevarlo y pasar música con algunos casetes que tenía grabados y así fue. Se armó un baile muy lindo. Y de esa manera comencé”.
Se juntó con dos amigos, a uno le gustaba la parte eléctrica y empezó a hacer las luces con tarros de aceite y papel celofán y otro que tenía una ferretería y conseguía los cables. Y arrancó en asaltos y bailes en la escuela. “Lo que íbamos cobrando lo invertíamos en equipos y casetes”, comenta.
“Es un placer ver que la gente disfruta en una fiesta y en los vivos”.
DJ consolidado
Con el tiempo vinieron los cumpleaños de quince, casamientos y otras fiestas. También los cambios tecnológicos. Se pasó del casete al CDs, mientras también actualizaba la iluminación, el sonido, consolas y demás.
El paso siguiente fue el de las computadoras y los programas para pasar música, “que permiten hacer más cosas y ahorrar espacios”. Es que Fernando tenía que cargar cajas y cajas de casetes o de CDs, mientras que ahora transporta toda su música en una notebook.
De esta manera, se ganó un nombre en el ámbito de los salones de Junín y la zona.
Sobre su trabajo, señala: “Las fiestas no son todas iguales, hay distintos ambientes. El trabajo del DJ pasa por leer cómo está la pista para sostener la noche. Yo miro mucho el ambiente, voy tirando temas a ver qué pasa y la gente siempre se expresa; eso me sirve para saber por dónde tengo que ir. Yo tengo que lograr que la fiesta esté bien arriba”.
Cansado de la noche, en 2006 dejó de pasar música. Cinco años más tarde, necesitaba un ingreso extra para construir su casa y volvió al ruedo con las fiestas. Desde entonces, siguió trabajando ininterrumpidamente como disc jockey, hasta que se desató la pandemia por Covid-19.
En las redes
Para Maza, la imposibilidad de hacer fiestas es algo “muy difícil” para él y sus colegas. Sin perspectiva de trabajo, por insistencia de su esposa en mayo del año pasado se decidió a hacer un set en vivo por Facebook para quien quisiera escuchar. Y tuvo una enorme aceptación.
“Arrancó muy tranquilo y, con el tiempo, se fue sumando más gente”, explica. Los primeros fueron con temas actuales, alguno de cumbia, hasta que comenzó con la música retro y ahí fue un boom: “Nombraba a los boliches de Junín, como Colapso o New Crazy, y se fue armando algo muy lindo”.
En una tarde fría y lluviosa de julio, se le ocurrió que era una buena oportunidad para hacer un set de lentos, lo que también tuvo una gran repercusión.
Desde entonces, todos los viernes hace una hora de lentos en Facebook y después se pasa a Instagram, donde la música es más variada.
“Arranqué con 50 ‘me gusta’ y se fue sumando más gente -explica-, hay videos que llegaron a tener unas 195 mil reproducciones y hoy en los vivos suelo tener más de 3000 visitas, aunque en algún momento superamos las 5800. El último viernes tuve 11 mil mensajes”.
“Yo miro mucho el ambiente de la fiesta, voy tirando temas a ver qué pasa y la gente siempre se expresa; eso me sirve para saber por dónde tengo que ir”.
De cara al futuro
Mientras espera que se restablezca alguna normalidad, Fernando sigue apasionado por su actividad. “Es un placer enorme ver que la gente disfruta, ya sea en una fiesta como en los vivos de las redes”, resume.
Y aspira a volver a reconvertirse, cuando termine la pandemia: “A raíz de los vivos que hago, me han escrito de varios lados para que vaya a poner música. Entonces, estoy elaborando una idea de imaginarme en un bar o restaurante donde vaya a poner música durante dos horas y es una posibilidad que podría funcionar cuando se vuelvan a permitir este tipo de encuentros, porque veo que hay un interés y una demanda para eso”.
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