Aquel 18 de diciembre de 1949 Félix Tanino se subió al barco que estaba atracado en el puerto de Génova y que lo traería a la Argentina, y casi sin saludar a sus padres se acomodó donde pudo. Estaba enojado. No tenía ninguna intención de dejar su país, pero su madre no le dejó opciones.
En ese entonces, habían comenzado las hostilidades entre Italia y Yugoslavia, cuando este último país reclamaba para sí la ciudad de Trieste a modo de pago por los daños de la guerra, lo que generó movilizaciones de tropas. La madre de Tanino, que había vivido y sufrido la Segunda Guerra Mundial, no quería que mandasen a su hijo a un eventual frente de batalla, con lo que decidió que viajara a América.
Siempre tuve presente la importancia de la cultura del trabajo. Félix Tanino. Sastre.
La gente cada vez está menos orientada al buen vestir. Félix Tanino. Sastre.
Aun a regañadientes, Tanino terminó pisando suelo argentino quince minutos antes de que comenzara el año 1950. Ese fue el primer paso de un largo camino que luego transitó en nuestra ciudad, en el que desarrolló durante siete décadas su oficio de sastre, como pocos en todos estos años y como nadie aún hoy.
Sus años en Italia
Tanino nació y se crio en Asti, una provincia ubicada en el corazón de la región de Piamonte.
La familia tenía una pequeña chacra y él, cuando terminó quinto grado, empezó a trabajar en una sastrería en la que estuvo hasta que se vino a Argentina. Ahí aprendió el oficio.
Entre los diez y los quince años, vivió en carne propia la guerra, aunque con la ligereza de esos años. “A esa edad la tomaba, más que nada, como un espectáculo, no teníamos consciencia del peligro”, afirma hoy.
Sin embargo, los toques de queda, los bombardeos, la racionalización de los alimentos, la destrucción fueron moneda corriente.
Por eso, ante la posibilidad de que debiera prestar servicios en un eventual conflicto bélico, su madre prácticamente lo obligó a que se viniese a Junín, a la casa de su tío que ya vivía aquí desde algunos años antes.
Más allá de su desencanto inicial, Tanino afirma que se le hizo muy fácil adaptarse: “Al tercer día ya tenía un montón de amigos en el barrio, una muchachada espectacular que todavía recuerdo con mucho cariño porque eran maravillosos”.
Sastre
A los dos días de haber llegado a Junín, entró a trabajar con el sastre Nicolás Tomino. Ahí estuvo un año y medio y después abrió su primer taller de sastrería, en Primera Junta e Hipólito Yrigoyen. “Era una esquina importante porque paraba el colectivo y había empedrado, algo que se veía en pocas partes de la ciudad”, recuerda.
Siete años se mantuvo en el mismo lugar, trabajando día y noche. Según dice, “este no es un oficio fácil, hay que estar capacitado, no es sencillo darle forma a un traje, un saco, un piloto o lo que sea, a partir de una tela lisa”.
Con esfuerzo se pudo comprar un lote y, de a poco, se fue haciendo su casa y el salón. Finalmente, en 1957 abrió su local en Primera Junta 74, donde todavía permanece.
“Durante varios años hacía solamente sastrería -comenta-, la venta la incorporé unos veinte años más adelante. Siempre tuve muchísimo trabajo, no me puedo quejar”. Tanto tuvo que por casi 30 años “trabajaba hasta las cuatro de la mañana”.
El oficio
Tanino asegura que en su actividad es necesario tener mucha constancia. “Para mí, el que tiene ganas no tiene miedo a nada, y yo nunca tuve temor de no tener para comer o de salir adelante, pero siempre tuve presente la importancia de la cultura del trabajo”, afirma.
Es un oficio, el suyo, que requiere mucha atención a los detalles y una gran meticulosidad. “Yo siempre hice todo a mano”, asevera. Trajes, sacos, sobretodos, gabanes, pilotos, chalecos, ropa de mujer, “lo que sea” hizo en su taller: “Uno se enamora de todas las prendas y siempre está tratando de corregir y de mejorar”.
Por supuesto que pasó momentos difíciles, pero remarca que nunca le faltó trabajo. Ahora Tanino es consciente de que, con el tiempo, su oficio se está perdiendo. “Porque no existe el que tenga la capacidad y que le dedique el tiempo que requiere”, dice, para luego ampliar: “Hoy no sé si hay gente que aguante lo esclavo que es este trabajo, que nunca fue muy bien reconocido ni bien remunerado. En Junín conocí 34 sastres y en mi ciudad, 108. Nadie hizo plata y muchos pasaron situaciones comprometidas, porque este oficio no da para tanto”.
Balance
Más allá del reconocimiento económico, Tanino se muestra gratificado por la posibilidad de hacer una carrera como sastre en Junín. Y sigue teniendo una gran pasión por lo que hace: “Mi oficio es un arte. Tomar una tela plana y lograr que lo vista de manera elegante y esté cómodo no es nada fácil. Se requiere de mucha paciencia y rigurosidad”.
Y al momento de hacer un balance, concluye: “A esta edad tengo pocas pretensiones. Todavía hago algunos trabajos, pero quedan muy pocos en el oficio, y la gente cada vez está menos orientada al buen vestir o no le da importancia. Yo estoy muy satisfecho con lo que hice, nunca pretendí más de lo que puedo, soy sencillo, creo que me mantuve activo durante muchos años y eso es muy importante”.
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