Matemática no fue la primera opción de Edith Iparraguirre. Ella quería ser profesora de Inglés, por eso se inscribió en Córdoba y empezó a rendir libre. Le fue bien en Fonética 1. También aprobó Ejercicios del Idioma. Pero la tercera fue la vencida y reprobó su siguiente examen. Lo curioso es que fue en... Lengua Castellana.
Tan desilusionada volvió de ese viaje que dejó la carrera. Y a los pocos días se inscribió en el Profesorado de Matemática que se iba a abrir en Junín. “Fue la decisión más feliz que tomé”, asegura hoy.
Se dedicó de lleno, con pasión, fue docente de varias generaciones en secundario y terciario y se convirtió en la referente de la Olimpíada Matemática en la región.
“Estudiar Matemática fue la decisión más feliz que tomé”.
Primeros años
Edith vivió en el campo hasta los seis años, cuando se vino a Junín con su abuelo para empezar su escolaridad. Hizo la primaria en la Escuela N°24 y la secundaria en el Comercial.
También la mandaron al Colegio Inglés y, posteriormente, siguió aprendiendo con las profesoras particulares Marta Hankin y Emilia Bannon, que eran profesoras particulares.
El idioma le gustaba mucho. “Creo que de ahí me surgió la idea de ser docente”, afirma.
Se recibió en 1965, pero antes de recibirse ya había empezado a trabajar dando Matemática en Rojas, donde permaneció hasta 1967.
En ese entonces no había muchas opciones en Junín, por lo que se anotó para dar clases en diferentes ciudades de la zona. Así fue como ganó por concurso doce horas en el Colegio Nacional de Carmen de Areco, de las que se hizo cargo en 1967.
Dos años más tarde trasladó sus horas a los colegios Nacional y Comercial de Junín. Además, ganó un concurso de antecedentes y oposición para la vicedirección en el Colegio Nacional de Chacabuco, cargo en el que asumió en diciembre de 1970: “Era época de exámenes finales y no conocía nada de la escuela, los docentes o los alumnos, pero la verdad que fui muy bien recibida y la directora, Dora de Donadío, que era una persona extraordinaria y muy generosa, fue la que me enseñó a trabajar en los cargos directivos”.
“Es un deleite participar de las Olimpíadas Matemáticas”.
Trayectoria docente
En 1974 pasó a la vicedirección del Comercial, de Junín. Tres años más tarde accedió, también por concurso, al cargo de inspectora zonal, con sede en Junín y una cantidad importante de escuelas, actividad que realizó desde 1977 hasta el año 2002, cuando se jubiló.
Edith también trabajó en el nivel terciario. En 1972 empezó en Chacabuco y más adelante ingresó al Instituto N°20, de Junín, como profesora del área de Matemática. Todavía hoy conserva cuatro horas en esa institución: dos en Historia de la Matemática y otras dos en el Ateneo de Matemática del Profesorado de Primaria.
“Sigo adelante porque es una satisfacción muy grande seguir yendo al instituto y tener contacto con los chicos, conversar con ellos, trabajar juntos -explica-, a pesar de que soy una persona grande tengo una muy buena relación con los jóvenes, así que es como un bálsamo. Pero este año en el que tenemos que ejercer la educación a través de la virtualidad, primero que me costó muchísimo y lo pude hacer porque mi sobrina nieta me ayuda con la parte tecnológica, pero este va a ser mi último año. Esta pandemia me ha cansado muchísimo y ya voy a dejar”.
Olimpíada
En 1966 Edith hizo un curso organizado por el Conicet con los profesores Juan Carlos Dalmasso y Pablo Cava, quienes interpretaban que las reformas que se estaban impulsando “no iban a ser para mejorar su enseñanza, sino que consideraban se iba a nivelar para abajo”. Y a partir de esa experiencia se empezó con la Olimpíada Matemática Argentina (OMA).
Iparraguirre se comprometió desde el principio con el proyecto, ayudó a centenares de chicos a pasar por ese espacio y se convirtió en la referente regional de la OMA.
“Dar clases es mi vida, haciéndolo me siento muy bien. Si volvería a mis 19 años, haría otra vez el Profesorado de Matemática”.
La matemática
El telón de fondo de toda su trayectoria es el amor por su profesión. “La matemática es hermosa -sentencia-, la satisfacción más grande que puedo tener es resolver una situación problemática. Cuando veo los problemas que tienen que revolver los chicos en las olimpíadas, algunos me cuestan porque son muy difíciles, y por ahí no me salen y no me puedo dormir pensando en eso, y si se me ocurre una posible respuesta me levanto a seguirlo ahí mismo”.
Y aun cuando podría haberse jubilado hace rato, sigue enseñando: “Me voy a retirar, pero voy a seguir con las olimpíadas hasta que Dios me dé salud. Es un deleite participar de esa experiencia. Este año se hizo de manera virtual y hubo una buena participación”.
Es que hay una vocación fuerte detrás. “Dar clases es mi vida, haciéndolo me siento muy bien. Si volvería a mis 19 años, haría otra vez el Profesorado de Matemática”, comenta emocionada, para luego concluir: “He tenido muchísimas satisfacciones, sobre todo con los chicos que han participado en la OMA. Tantos chicos que uno fue llevando desde muy chiquitos y hoy los ve realizados y con una carrera hecha, eso no tiene precio, me llena el alma”.
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