Hace exactamente cuatro meses el presidente, Alberto Fernández, hacía su primer anuncio respecto de la pandemia de Covid-19, en el que decretaba la cuarentena. Desde entonces, las cosas fueron cambiando, algunas actividades pudieron flexibilizarse, otras se fueron ordenando, y aún con idas y vueltas, hubo muchos que retornaron a cierta normalidad. Pero otros rubros siguen sin poder desarrollarse desde hace, al menos, 122 días.
La crisis económica que envuelve a toda una sociedad es más grave aún en los sectores económicos a los que no se les permite trabajar. Democracia recogió testimonios de juninenses que se dedican a algunas de estas actividades, como natatorios, guarderías, hoteles, salones de fiestas infantiles, boliches y gimnasios (aunque estos últimos abrirían a partir de mañana), quienes se muestran angustiados por la situación, preocupados por las deudas, y hasta con secuelas en la salud, por la imposibilidad de reabrir sus negocios.
“Estamos tocando fondo”
Hace veinte años, Sergio Ortiz dejó todas sus horas en la docencia y vendió una casa y un auto para iniciar su propio proyecto: el Centro Integral de Natación. Con esfuerzo, lo sostuvo durante dos décadas, pero estos cuatro meses cerrados se están convirtiendo en una situación crítica.
“Tenemos siete empleados, servicios asociados, mantenimiento de calderas que hicimos para iniciar en marzo, para lo que generamos una deuda que no pudimos levantar. En este momento hay muchas cosas que no estamos pudiendo pagar”, explica angustiado. Entre esas deudas, también tiene una importante con la AFIP.
La ayuda estatal con el pago de parte de algunos sueldos no alcanza a resolver un problema de tal magnitud.
“Creo que se ven injusticias, porque hay decisiones tomadas que no se condicen con lo que pasa en nuestro sector”, dice, para luego profundizar: “Cuando empezó todo esto averiguamos los protocolos para el funcionamiento de la pileta en este contexto. Inclusive, se vio con la Cámara de Natatorios de la Provincia y analizamos el protocolo del natatorio de Tandil que está habilitado, así como de otras provincias. El Gobierno de Junín tomó el de la pileta de Tandil, lo elevó a la Provincia, previa autorización de la Mesa Sanitaria, y todavía no hubo respuestas”.
Ortiz lamenta que las autorizaciones que otorgó el Concejo Deliberante esta semana no incluyeran su actividad. “Ahí viene la bronca, el dolor, la angustia, porque se habilitaron rubros que están en las mismas condiciones que nosotros”, se queja.
Todo este contexto generó secuelas en su salud: “Yo estoy medicado por la presión y el colesterol, fui a ver al médico porque estaba con extrasístole, una cuestión cardíaca que no es un factor de riesgo, pero me estaba sucediendo bastante seguido y tenía que ver, directamente, con los nervios y la ansiedad que me genera esta situación. La angustia de ver que hace cuatro meses que no puedo trabajar es una locura. Es una falta de respeto de los gobernantes”.
Actualmente, Ortiz subsiste del alquiler de una propiedad familiar de su señora y de la confección de muebles en madera. “Y me estoy comiendo los ahorros de todos estos años, de hecho, estaba planificando un viaje con mi familia y ese dinero que tenía destinado a eso es lo que me está sosteniendo. Ya estamos tocando fondo”, concluye.
“Hay mucha preocupación”
En Junín ya hay varias guarderías que decidieron cerrar sus puertas por este panorama. Es que la situación es “muy complicada”, explica Maribel Mujica, que tiene a su cargo el jardín maternal Picardías.
En su caso, bajaron la cuota y varias familias que envían a sus chicos allí siguen pagando. “Pero muchos se fueron porque ahora tienen que pagar una niñera para que cuide a sus hijos”, agrega.
Lo cierto es que el panorama es incierto. “Hay mucha preocupación, no sabemos cómo hacer para seguir adelante”, asevera Mujica, quien es consciente de que este rubro va a ser uno de los últimos en retomar la actividad. “Además, cuando eso suceda, en muchos casos va a ser difícil que los padres manden a los chicos”, concluye.
“Me reinventé”
Josefina Cinque cuenta que, al principio de la cuarentena, aprovechó para hacer refacciones en su hotel, Casa Viva. Pero con el paso del tiempo, se dio cuenta de que debía hacer algo más porque el cierre venía para largo.
“Me reinventé”, comenta. Es que el suyo es un hotel en el que siempre se cuidó la ecología y el medioambiente y, en ese contexto, Cinque se dedicó a la venta de composteras. Además, tiene una pequeña boutique de productos premium y también se concentró en esa actividad.
“En todo este tiempo tuve algún huésped, por tratamientos médicos o personal de YPF, pero fue un trabajo del 5%. Son casos excepcionales y habilitados específicamente”, cuenta.
En el medio, le aumentaron el alquiler y debe seguir pagando impuestos y el sueldo de una empleada.
“Entiendo que, aunque nos habiliten a abrir, no hay gente viajando -explica-, por eso debería reverse el tema de los impuestos, los alquileres y demás”.
Al tener una estructura chica, Casa Viva puede sostenerse. Pero el cierre del Copahue encendió una luz de alarma en el sector. Con todo, Cinque mantiene las expectativas: “Soy optimista, los que tienen sus familiares lejos van a venir a verlos, la gente de Buenos Aires va a querer salir, tengo esperanzas de que todo va a funcionar y va a estar mejor que antes, es lo que espero”.
“Algunos están desesperados”
Hace 18 años que Jimena Gutiérrez tiene el salón de fiestas infantiles Pececitos y nunca vivió una situación similar. “Es complicado, yo estoy en contacto con mis colegas y hay algunos que viven pura y exclusivamente de esto y no tienen un integrante de la familia con otro trabajo. Así que es muy difícil”, señala.
En su caso pudo renegociar el alquiler y accedió al pago de ATP a sus empleadas. Pero tiene que dedicar su sueldo como docente a los gastos del pelotero que sigue cerrado.
Aun cuando se presentó un protocolo para poder reabrir, Gutiérrez cree que “es muy difícil que los peloteros puedan abrir hoy en día”. Y agrega: “Más allá de que uno tenga las medidas protocolares de prevención, es cierto que si los nenes no pueden volver al jardín, menos van a hacerlo a nuestros locales. Tampoco creo que sea posible hacer cumpleaños con hasta diez niños, porque no es rentable”.
Por eso muchos se fueron reconvirtiendo: algunos venden pizzas, otros hacen tablas de fiambres o pastas caseras, “como para poder sostener el local y el nombre, para ver qué pasa más adelante”.
Según su análisis, los que viven solo de este negocio “están desesperados”, y tampoco es tan sencillo cerrar, porque son locales con mobiliarios muy grandes, “y uno no puede guardar un laberinto y un inflable en el garaje de la casa”.
Además, la mayoría de los peloteros tenían muchas señas de cumpleaños que fueron utilizando para trabajar, y después tuvieron que devolver, lo que generó deudas importantes.
“Hasta el año próximo”
El de las confiterías bailables es uno de los rubros que está inactivo desde marzo y, probablemente, “hasta el año próximo es difícil que vuelvan a abrir”, según el análisis de Andrés Gabrielli, propietario del boliche One.
El tema, para Gabrielli, es que “un local bailable tiene costos muy grandes y, para que sea rentable, tiene que recibir mucha gente”.
Según dice, “se hace imposible bancar los locales cerrados”. Y esto no afecta solo a los bolicheros ya que, de acuerdo a sus cálculos, “entre seguridad, personal de barra, boleteros, servicio de limpieza, hay no menos de 400 personas por fin de semana que están involucradas en la nocturnidad”. Se trata de gente que no vive exclusivamente de eso, pero que “ayuda a completar el mes de esas 400 familias”. Y añade: “A eso hay que sumarle los proveedores, el electricista o el herrero que va a arreglar algo y otros servicios que generan movimiento económico”.
Si bien en otras ciudades se presentaron protocolos para la reapertura de boliches, allí se autorizan un 20% o 30% de la capacidad, “y con esos niveles de asistencia no se cubren los gastos”.
“Era impensado”
A partir de mañana los gimnasios podrán reabrir sus puertas. Un alivio para los que se dedican a esta actividad, que llevan cuatro meses sin trabajar.
Jorge Echeverría, que tiene a su cargo los gimnasios de los clubes San Martín y Los Indios, tuvo que reinventarse y dedicarse a la venta de aparatos de gimnasia. Pero muchos de sus colegas “están desesperados”, según dice.
“Sinceramente, esto era algo impensado. Es imposible seguir. Es una situación muy complicada porque todo lo que hay que pagar sigue corriendo, me siguen llegando las boletas de luz, tenemos empleados y no tengo ayuda del estado ni nada”, resume.
Sí tuvo apoyo en los lugares donde se desempeña: “Por suerte los clubes en los que trabajo tienen gente maravillosa, saben cuál es la situación, así que cuando pase todo esto veremos cómo seguimos”.
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