Edgar Aramburu es uno de los grandes maestros del fútbol juninense. De esos que dejan huellas imborrables en varias generaciones.
Aun cuando entrenó equipos de primera, fue en las inferiores donde emprendió un recorrido que lo llevó a ser uno de los máximos referentes en la formación de jugadores de nuestra ciudad. Y si bien pasó por varios clubes, en Ambos Mundos encontró su lugar y es en donde hoy es considerado una suerte de leyenda viviente.
“Las inferiores forman una parte importante de mi vida”.
Futbolista
Aramburu tenía diez años cuando se vino a Junín de su Germania natal, cunado lo trasladaron a su padre, que era ferroviario.
Aquí se crió en el barrio Pueblo Nuevo y desde chico estuvo ligado al fútbol, primero participando en los campeonatos de baby fútbol representando al Club Unión, que estaba en Primera Junta e Hipólito Yrigoyen, y luego en el Club Sarmiento, donde hizo las divisiones inferiores y llegó a jugar solamente un partido, contra BAP, en el que tuvo una rotura de meniscos que le hizo dejar la práctica deportiva. Tenía apenas 17 años.
“Siempre me interesó formar jugadores que lleguen a Primera”.
Entrenador
Apasionado por el fútbol, quiso seguir ligado al deporte y empezó a dirigir. Arrancó en 1962 y lo hizo 43 años consecutivos.
Primero fue un equipo de baby fútbol que representaba al famoso bar Artime, que estaba en Primera Junta y Alem, en los campeonatos que entonces se organizaban en Agustín Roca. “En ese tiempo yo conversaba mucho con quien fue mi maestro, Juan Osvaldo Zubeldía”, recuerda.
A partir de esa experiencia lo buscaron de Independiente para dirigir la Primera División. “Acepté con la condición de apostar por toda gente joven, de las divisiones inferiores: un proyecto para ese presente y a futuro. Ahí ascendí a Ainchil, a los Sottile, Reyes Escobar, los Artime, un equipo juvenil y con una gran proyección”, cuenta.
Más adelante pasó por BAP, con la misma política: empezando un ciclo con gente joven. Ahí salió campeón del Nocturno.
Luego pasó por Ambos Mundos, donde trabajó varios años en las inferiores. “Fue el club que me dio un espaldarazo muy grande -afirma-, llegamos a proyectar un equipo de Primera División compuesto por todos los valores del club”.
Si bien dirigió varios equipos de Primera, inclusive la Selección de Junín, su pasión es la de formar chicos. “Las divisiones inferiores forman una parte importante de mi vida”, asegura.
Pasó por Mariano Moreno, River Plate, Rivadavia, Yrigoyen de Alem, pero la huella más grande la dejó en Ambos Mundos, donde estuvo en tres ciclos. “Ahí fue un sentimiento muy especial -señala-, me hicieron sentir un gran afecto, en un momento tuve un vacío en mi vida y lo ocupó Ambos Mundos, lo que me dio la posibilidad de crecer. Dios me dio la posibilidad de entrar en ese mundo fantástico que son los niños y poder resolver lo que yo creía que debían tener los chicos”.
En tantos años de entrenador fueron muchos los campeonatos que ganó, aunque no los tiene contados. “A mí siempre me interesó formar jugadores que puedan llegar a Primera”, remarca, para luego añadir: “Una vez logramos salir campeones en cinco divisiones, como lo había hecho antes Sarmiento con Barrionuevo. Ese es un orgullo enorme para un club de barrio como Ambos Mundos”.
Lecciones como DT
Aramburu comenta que fue Zubeldía el que le inculcó a él que “el fútbol es una constante superación, que hay que ir por más, con una idea clara”. Y por eso sentencia: “Un técnico tiene que tener una gran vocación que, a la postre, lleve a uno a ser un docente que prepare a los chicos para los desafíos que se les presentan. Por eso yo siempre digo que para esto no hace falta solamente hacer cursos, sino que hay que tener una vocación de servicio”.
Una de sus máximas preocupaciones siempre fue la de sacarle el miedo a los chicos. “Si tienen que cometer errores, que lo hagan, que intenten jugar sin temores, porque el miedo atrae el peligro, lo que disminuye la creatividad”.
Aunque su prédica no se termina en lo deportivo. “Me interesaban todos los aspectos de los chicos -explica-, para mí era importante que leyeran porque los libros alimentan el cerebro y lo desarrollan, para que puedan conseguir los sueños que tengan. En Ambos Mundos me enseñaron a soñar y a compartir mis sueños. Y a mostrar que el camino que conduce al bien es uno solo”.
“Un técnico tiene que tener una gran vocación que, a la postre, lleve a uno a ser un docente que prepare a los chicos para los desafíos que se les presentan”.
Balance
Siempre enfocado en que los chicos aprendan la técnica individual que pueda darles resultados al conjunto, Aramburu apostó a potenciar a cada jugador. “Todos nacemos con talento, pero hay que desplegarlo, entrenarlo, desarrollarlo, así como hay que regar una planta para que crezca, en el fútbol hay que hacer lo mismo con los talentos”, grafica.
Y al momento de hacer un balance, concluye: “Ha sido positivo, en todos los aspectos. No me arrepiento de nada. Al contrario, soy un agradecido. El fútbol me dio tanto que me parece que me voy a ir con deudas con el deporte. Yo no siento añoranzas, solo volvería al pasado para recoger los valores que perdimos, como la educación y la formación, que son los cimientos que sostienen este edificio que es la vida”.
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