En Sarmiento, Norberto “Tití” Mastrángelo pasó por todas las etapas que puede atravesar alguien en un club: siendo hincha del Verde, hizo todas las inferiores allí, llegó a Primera, tuvo protagonismo en tres de los cuatro ascensos al Nacional B, fue capitán durante ocho años, se convirtió en un referente dentro de la cancha para, finalmente, transformarse en un símbolo fuera de ella.
Dejó una huella indeleble en su paso por aquellos planteles de los 90 y los albores de este siglo, y hoy, a quince años de su retiro, la unión con la institución sigue tan fuerte como en sus tardes de gloria. “Sarmiento es mi casa y es mi vida”, dice hoy, al repasar su trayectoria.
“Ahí crecí y me formé. Lo que soy se lo debo a Sarmiento”.
Inferiores
Mastrángelo nació en Junín y es el mayor de seis hermanos. Lo que más recuerda de su infancia es, por supuesto, el fútbol. “Nos juntábamos todos los días a hacer partidos, cabeceadas, pateadas, los barrio contra barrio, y éramos una banda, con los Camp, Diego Urquiza, Orsi, Chejmaneck, los Montenegro, los Martino, Gustavo Benedetto, Pablo Márquez y algunos más”.
Después de un paso fugaz por Defensa Argentina, adonde lo había llevado el histórico reclutador Salvador Chiaravino, recaló en el Verde. “Fue inesperado –recuerda–, yo estaba siempre pateando en la puerta de mi casa y pasaron tres chicos que iban a una prueba en Sarmiento, y agarré la bici y me fui con ellos”.
Se probó un martes y al domingo ya tuvo su primer partido. Así fue como hizo todas las inferiores en Sarmiento, donde tuvo de entrenadores a Taqueta Barrionuevo, el Gallo Melillo, Luciano Polo, el Bocha Boianelli y el Tano Simonsini. Formó parte de una camada que fue campeona en casi todas las categorías, inclusive en la Primera Amateur, donde integró el equipo que ganó un Nocturno, después de 30 años de que Sarmiento no obtenía un torneo en el fútbol local.
En Primera
Con 18 años debutó en la primera profesional. Y de una manera particular, en un partido contra All Boys, de visitante: “Yo no estaba citado, pero viajé camuflado para verlo como hincha. Resulta que Gustavo Vigorelli se golpeó antes del partido y, como no había defensores en el banco, me llamaron a mí, que estaba en la tribuna. Así que me cambié, fui como suplente y entré en el segundo tiempo. Los que me habían visto en la tribuna no entendían nada”.
Ese año alternó partidos de titular y suplente, y la temporada terminó en 1993 con el ascenso al Nacional B.
Ahí se consolidó como lateral derecho y permaneció doce años defendiendo los colores de Sarmiento, ocho como capitán y alcanzó dos ascensos a la B Nacional.
También vivió sinsabores, descensos, pero todo eso no hizo más que fortalecer el vínculo con el club de sus amores.
Se retiró a sus treinta años, cuando tuvo diferencias con el grupo que en ese entonces gerenciaba el fútbol verdolaga. “Me fui porque no quería perjudicar al club, yo fui un privilegiado por poder defender los colores del club del que soy hincha, entonces no quería hacerle daño. Sarmiento siempre fue mi casa”, afirma hoy.
“Siempre hice lo que tenía que hacer y no lo que me convenía a mí”.
Entrenador
Después de retirarse del fútbol profesional, Tití jugó cuatro años más en Social de Ascensión, tiempo en el que el club ganó esos cuatro campeonatos.
Una vez retirado fue técnico de ese equipo. Posteriormente, fue ayudante de campo de Sergio Lippi en Sarmiento, con el que logró un nuevo ascenso al Nacional B.
Más adelante, acompañó a Lippi a Patronato, de Paraná.
Su siguiente etapa fue, otra vez, Social de Ascensión, donde fue bicampeón. Club al que, después de un tiempo fuera de la dirección técnica, volvió a entrenar el año pasado, pero el coronavirus le impidió continuar. Por el momento.
En todo este tiempo, en algún momento tuvo la posibilidad de dirigir a Sarmiento. Pero no se dio. “De todas maneras, yo siempre voy a estar ligado al club, de una u otra forma, es mi casa y es mi vida”, afirma.
“Sé que aporté mucho, estuve en tres de los cuatro ascensos que Sarmiento tuvo al Nacional B. Hice muchas cosas por el club y la gente lo reconoce”.
Balance
La explicación de por qué Sarmiento es su vida es contundente: “Ahí crecí y me formé como persona. Lo que soy se lo debo a Sarmiento. Pasé muchos años ahí y hoy sigo yendo a la cancha como hincha, con mi familia”.
Esa cercanía también se la hacen sentir los hinchas. “Todos saben que yo siempre hice lo que tenía que hacer y no lo que me convenía a mí –asevera–, fui muchos años capitán y defendí a todos los grupos que integré, sobre todo en épocas difíciles, cuando estábamos cuatro meses abajo y teníamos que prestarnos las tarjetas de crédito entre los jugadores o juntar dinero para alguno que la estaba pasando peor que el resto. Eso también lleva a un desgaste y a que se hablen muchas cosas, pero con el tiempo el reconocimiento llega y la gente me quiere mucho”.
Por eso, al momento de hacer un balance, concluye: “Sé que aporté mucho, estuve en tres de los cuatro ascensos que Sarmiento tuvo al Nacional B, por eso alguno dice que fui ‘el gran capitán’, pero eso es porque durante ocho años llevé la cinta, nada más. Sí creo que fui un referente, hice muchas cosas por el club y la gente lo reconoce”.
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