La licenciada en Psicología, Alicia Beatriz Iacuzzi, y la médica clínica Mariana Eguren, especialista en geriatría, fueron consultadas sobre los efectos del aislamiento social preventivo y obligatorio, entre ellos el “dormir mal, no poder descansar bien o tener sueños o pesadillas inquietantes”.
“La llegada del coronavirus a nuestras vidas ha revelado la fragilidad biológica y psíquica humana. Cómo un ‘mal sueño’ ha producido diversos estados de ansiedad y angustia en cada quien”, explicó Iacuzzi.
La especialista señala que la irrupción del COVID-19, el aislamiento y la cuarentena “han tenido y tienen efectos domésticos (desarreglo en los hábitos cotidianos), alterando en algunas personas los patrones del dormir y el soñar”.
Dormir mal
Según lo expuesto, la condición de situación disruptiva afectó y afecta de diversas maneras a cada persona (y también según edad). “El dormir puede ser uno de los estados desordenados por estas épocas (insomnios, trasnoches prolongadas, pesadillas, etc.), que a su vez fue y va variando según el momento de la cuarentena a la par de su prolongación. A su vez, los trastornos del sueño pueden alterar el ánimo diurno, perjudicar el desempeño laboral, instruyéndose un círculo vicioso”, dijo.
“Así, el coronavirus y/o la cuarentena generan stress situacional que, como contenido manifiesto del sueño, vehiculizan malestares / sufrimientos que probablemente tendría previamente el sujeto”, apuntó.
Consideró que “por ser el virus una amenaza biológica y psicológica, es menester escuchar el despliegue de las aristas que cada uno tiene para otorgar figurabilidad e intentar dar sentido a estas experiencias que producen extrañeza y que suelen expresarse en disturbios en el dormir”.
Sueños intensos
De acuerdo a lo explicado por Alicia Iacuzzi, los psicoanalistas conciben los sueños como “formaciones del inconsciente”. Freud postuló que los sentimientos diurnos se extienden a las experiencias nocturnas mediante el ‘trabajo del sueño’. De este modo, al coronavirus/pandemia/aislamiento -´trabajo psíquico mediante- pueden asignar el lugar de ‘resto diurno’ que en el trabajo de formación de los sueños alimentaría ‘contenidos latentes’ subjetivos.
Por lo expuesto, la especialista señala que permanecer mucho tiempo frente a pantallas sobreinformándose, pendiente de lo que está pasando en nuestra ciudad, en nuestro país y en el mundo por la pandemia de coronavirus, “es un caldo de cultivo propicio para restos diurnos siniestros que sobrecargan el aparato psíquico, lo que requiere a posteriori de sueños (en ocasiones traumáticos) para su procesamiento”.
En estos tiempos hay sueños que se hacen oír más, sueños acechantes, sueños más intensos, con sensaciones muy vívidas, sueños de angustia. En fin, sueños que no cumplen con su función de ’guardián’ del buen descanso reparador, sino que llevan a despertar.
“El virus como amenaza –debido a la alta tasa de contagio- nos enfrenta con un enemigo invisible, poderoso e implacable. La dialéctica de la vida y la muerte está presente más que nunca, y genera tensiones singulares propias”, manifestó Iacuzzi.
“Una pandemia de esta envergadura y la consecuente crisis humanitaria mundial nos revelan la condición de fragilidad y vulnerabilidad estructural a la vida humana. Entonces… ¿cómo esperar que no traiga efectos psíquicos, no afecte la calidad del sueño (insomnio, sueño no reposado, etc.) y la actividad de soñar?”, destacó.
Una oportunidad
“Esta contemporánea ‘psicopatología’ de la vida cotidiana que estamos atravesando a tiempo abierto no será sin efectos en las subjetividades – advierte Iacuzzi- , casi nadie saldrá indemne… “.
“Ojalá las implicancias de lidiar por la vida puedan ser concebidas como la posibilidad y oportunidad de gestar otro pacto social por llevar una vida que valga la pena ser vivida personal y comunitariamente”, concluyó.
Adultos mayores
La doctora Marina Eguren, médica clínica con orientación en geriatría, al ser consultada por Democracia dijo: “En mi experiencia veo pacientes que se quejan, algunos previamente ya tenían algún trastorno anímico o de ansiedad que ahora se ha exacerbado. En principio, se generaron miedos, incluso pánico, ante el desconocimiento de la enfermedad, por el terror al estar dentro de un grupo de riesgo”.
“El trastorno del sueño puede estar relacionado con lo anímico y a los cambios de rutina que uno tiene. Hubo gente que me llamó porque no podía dormir, aunque uno le daba más medicación. Llega un momento que uno prefiere derivarla a un psiquiatra porque uno veía que le estaba afectando su calidad de vida al ser tanto el miedo que tenía, a todo”, apuntó.
La doctora Eguren dijo que con el tiempo la gente se acostumbró más. Al no haber casos (hasta ayer que se detectó uno positivo) quieren salir a caminar, lo cual es recomendable cuanto tienen enfermedades metabólicas, diabetes y para sentirse mejor porque son 80 días de encierro.
“El aislamiento rompe la rutina que tenían. A veces no toman conciencia de los horarios y se quedan despabilados de noche con el celular, la televisión y se levantan más tarde. Esos cambios de rutina hacen que les cueste más conciliar el sueño a la noche”, manifestó.
COMENTARIOS