Con el invierno acercándose, el arbolado frutal juninense parece reaccionar a los primeros estímulos de los días fríos con un vigor particular.
Por estos días, los brotes asoman en numerosas especies y ejemplares que en buena cantidad perduran en las veredas del casco urbano como naranjos, limoneros y pomelos, que comienzan a poblarse con frutos tentadores, pero en pocos casos comestibles.
Los clásicos naranjos (Citrus aurantium) son uno de los ejemplos más visibles en diferentes zonas, como en la Plaza 9 de Julio. De atractivo e intenso perfume, quien pruebe alguno de los frutos que hoy asoman con exuberancia percibirá una marcada acritud; no en vano el nombre vulgar de la especie es “naranjo amargo”, por contraste con el “dulce” o Citrus sinensis.
Lo cierto es que son naranjas amargas provenientes de un árbol diferente, el citrus aurantium. Este árbol se cultivaba en la antigüedad como planta ornamental o para utilizar sus frutos en cosmética, pero no para el consumo.
El amargor se debe a la presencia de un compuesto orgánico llamado neohesperidina. Se extrae y se utiliza en la industria alimentaria como edulcorante y es entre 250 y 1800 veces más dulce que la sacarosa, con un sabor dulce más persistente, similar al regaliz.
Todo lo contrario ocurre con los limoneros que abundan en los canteros externos de las viviendas, que perfuman y dan sabor a los distintos barrios, como en Pueblo Nuevo, Belgrano, 9 de Julio, Nuestra Señora de Fátima, El Molino, Las Morochas y El Picaflor.
En la mayoría de los casos, la idea de consumir sus frutos no es la mejor. Los expertos aseguran que aunque se tenga la certeza de que son comestibles, el entorno urbano condiciona la posibilidad de establecer si maduraron de la manera correcta y si fueron expuestos a agentes que desnaturalizaron sus cualidades.
También en las veredas hay ciruelos, nísperos, paltos, olivos, entre otras especies. Escasos y aislados, en conjunto suman alrededor de 20 y suelen pasar inadvertidos.
Orígenes del naranjo amargo
El naranjo amargo proviene del sur de Asia, y se extendió al Mediterráneo, Siria y Palestina por los árabes. Fueron los califas de Córdoba, durante los siglos IX y X, quienes popularizaron su uso como planta ornamental, plantándolo en calles, jardines, patios y mezquitas. Es muy habitual verlo todavía en zonas de Andalucía, como el famoso Patio de los Naranjos de la Mezquita de Córdoba.
Se cultiva desde la antigüedad como elemento decorativo por su follaje espeso y sus vivos colores, o para usos cosméticos e incluso medicinales. Posteriormente se extendió su uso como ingrediente en mermeladas y confituras, y en la elaboración de licores.
Existen registros de su existencia en México en 1568 y en Brasil en 1587. Los españoles introdujeron la naranja agria en América, cuando colonizaron Florida, en EEUU y rápidamente fue adoptada por los nativos locales.
La mermelada es quizás el uso culinario por excelencia de esta variedad. Se cree que se originó en la antigua Roma, en intento por conservar esta fruta cociéndola con miel. Los árabes mejoraron la receta y sustituyeron la miel por azúcar de caña.
A pesar de todo, esta mermelada se ha convertido en un alimento tradicional del desayuno británico, acompañado de unas tostadas y un buen té Earl Grey.
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