Dr. Carlos Milani.
COMENZARÁ A APLICARSE EN EL PAÍS

Utilizarán plasma de pacientes recuperados, la técnica que frenó la fiebre hemorrágica

El Ministerio de Salud de la Nación creó un Plan Estratégico para regular su uso con fines terapéuticos y se diseñará un registro de donantes y de ensayos clínicos. El método, originado por el conocido como Grupo Junín, se convirtió en un exitoso tratamiento del mal de los rastrojos.

El Ministerio de Salud de la Nación creó un plan estratégico para regular el uso de plasma de pacientes recuperados, con foco en la creación de un registro de potenciales donantes de plasma y otro de ensayos clínicos, y la puesta en marcha del programa en centros de gestión estatal y privadas de la región metropolitana de la provincia de Buenos Aires.
El plan estratégico fue creado por la resolución 783/2020 del Ministerio de Salud, publicada el viernes pasado. Allí, en los considerando, se destaca que, ante la histórica experiencia en el tratamiento de la Fiebre Hemorrágica Argentina con plasma, se ha propuesto desarrollar la determinación de anticuerpos neutralizantes contra el COVID-19”.
Cabe destacar que dicha técnica había sido puesta en marcha y originada primeramente por un grupo de profesionales de nuestra ciudad en 1959 y luego se realizaron ensayos clínicos, que permitieron avanzar con un tratamiento.  

El Plan Estratégico
El primer eje del plan del Ministerio de Salud es el proyecto de desarrollo de una inmunoglobulina hiperinmune a partir del plasma de convalecientes.
"Esto se tiene que hacer de forma industrial y lo va a coordinar el Laboratorio de Hemoderivados de la Universidad Nacional de Córdoba, único en Latinoamérica, una fortaleza que tenemos como país", indicaron fuentes sanitarias de la Nación.
"Este es un proyecto a mediano plazo, que requiere contar con más de mil pacientes", agregaron.
Otro eje es el proyecto de desarrollo de un sistema in vitro para la determinación de anticuerpos neutralizantes anti-SARS Cov-2 en convalecientes de Covid-19, coordinado por la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud (Anlis-INEI –Malbrán, Inevh-Maiztegui)
Por último, se menciona el proyecto de desarrollo de un Ensayo Clínico Nacional para evaluar la seguridad y eficacia del uso de plasma de convalecientes en enfermos de coronavirus, con la coordinación la Dirección de Sangre y Hemoderivados.
"En tratamientos por transfusión, que requieren entre 30 y 50 pacientes en cada uno de estos estudios, hay protocolos privados presentados, pero en este Ensayo Clínico Nacional marca la necesidad del rol regulatorio del Estado para, entre otras cosas, evitar la competencia por los pacientes", explicaron las autoridades.
También se crea "un Registro Único de Ensayos Clínicos que le permita al Ministerio de Salud conocer la totalidad de los ensayos que adopten el Protocolo (tanto en el subsector estatal como privado) para así poder compartir resultados".

En Buenos Aires
En primera instancia se aplicará en la región de metropolitana de Buenos Aires. 
En esta instancia "se observaron como apropiados seis centros de gestión estatal (incluyen el Hospital del Cruce, Hospital Posadas, Hospital Garrahan) y dos centros de gestión privada", mientras que "en una segunda instancia se deberá convocar a las demás autoridades jurisdiccionales a que designen sus centros oficiales con el fin de sumarse".
Además, "se contempla la inclusión obligatoria en el Registro Único de Ensayos Clínicos todas las iniciativas que surjan de las Instituciones de gestión privada (como lo ha hecho el Cemic) a los fines de incrementar los resultados y enriquecer el conocimiento en el tema".  Cemic y el Instituto Italiano son dos de las instituciones privadas que han puesto en marcha ensayos clínicos con plasma.

La técnica originada en nuestra ciudad
La Fiebre Hemorrágica Argentina apareció en la región en los primeros años de la década del 50. Esta enfermedad era conocida popularmente como mal de los rastrojos porque, justamente, en el rastrojo del maíz se encontraban los nidos de las lauchas que la transmiten. 
Durante la epidemia del ‘58, los pacientes comenzaron a ser derivados al Hospital Interzonal y fue en ese entonces cuando se habilitó en el nosocomio una sala especial destinada a la investigación y tratamiento, donde se desempeñaron, bajo la dirección del Dr. Héctor A. Ruggiero, el ginecólogo Alberto Cintora, el médico clínico Clemente Magnoni, el traumatólogo Fernando Pérez Izquierdo y el bioquímico Héctor Antonio Milani.
Ese grupo, conocido como  Grupo Junín, comenzó a ensayar un tratamiento con suero de convalecientes, que usaron en forma similar a la que se prescribía en otras enfermedades infecciosas, observando que los enfermos mejoraban notablemente. Y concluyeron en que la transfusión de plasma de convalecientes podía ser aún de mejores resultados.
“El que tuvo la idea fue el doctor Magnoni”, le explicó a Democracia el bioquímico Carlos Milani, hijo de quien formara parte de aquel equipo de investigación: “Se le ocurrió esta técnica a partir de lo que sabía de una fiebre de África, que tenía una mortalidad muy alta, semejante al ébola”.
El 19 de diciembre de 1958, el Dr. Alberto Cintora junto a los Dres. Humberto Ruggiero, Héctor Ruggiero, C. Magnoni, D. Greenway, A. Parodi, F. Pérez Izquierdo, Héctor A. Milani y R. Locicero presentaron en la Facultad de Medicina de la UBA las conclusiones sobre etiología, clínica, diagnóstico, tratamiento y anatomía patológica, incorporando así un nuevo capítulo en la especialidad de enfermedades infecciosas.

Un gran avance
En 1959, el Centro de Investigación y Tratamiento de Junín comenzó a utilizar en forma empírica plasma inmune, que hoy es tratamiento específico para la virosis.
En esos años, el doctor Alberto Zubieta era el médico de la localidad de Leandro N. Alem, donde se dieron muchos casos. “No había un tratamiento preciso para eso –recuerda– y este grupo logró este avance que consistía en que, una persona que había tenido el mal de los rastrojos, por lógica, se presumía empíricamente que tendría defensas que le habían permitido curarse, por eso se le sacaba sangre para obtener el plasma para dárselo, dosificado, a los enfermos”.
Zubieta asegura que en ese proceso “contribuyó mucho un descubrimiento del doctor Milani, que era un tipo de célula que aparecía en un determinado día de la enfermedad, y la sagacidad y la experiencia de este bioquímico lo hizo verla en estos pacientes, y eso fue muy importante porque, cuando se estableció que esa célula se manifestaba de la misma forma y en determinado día, se convirtió en un hecho incontrastable de que estaba presente la enfermedad”. Al día de hoy se conoce a estas células en la literatura médica como las Células de Milani, que permitieron, entre otras cosas, iniciar más precozmente los tratamientos.
Con todo, Zubieta considera que la técnica con plasma de convaleciente “en aquel momento fue un avance trascendental”.
Entonces, el método fue difundido por los miembros del equipo en toda la zona afectada, en mesas redondas, conferencias, jornadas y congresos.
“Ese grupo se desempeñaba en el hospital y por eso se hizo todo ad honorem –remarca Milani–, no se cobró un peso por ese trabajo, solamente percibían su sueldo, por supuesto, pero no les armaron ningún instituto. Yo vi cómo daban sangre brazo a brazo, es decir, convocaban a alguien sano, le sacaban sangre y se la iban poniendo al otro”.
Milani considera que “cuando se empezó a utilizar plasma de convalecientes, la mortandad se redujo a una mínima expresión”.