ANÁLISIS

Los colegios juninenses, ante el desafío de no quedar rezagados

La pandemia obligó a los distintos niveles educativos a generar, frente al aislamiento obligatorio y la suspensión de las clases- distintas estrategias basadas en la educación virtual o a distancia, situación que a su vez puso imprevistamente a prueba la capacidad de adaptación a las nuevas tecnologías de docentes, directivos y funcionarios. 
En este contexto, y sin entrar en el debate –válido, pero inoportuno debido a las circunstancias excepcionales que plantea la cuarentena- acerca de la educación a distancia, quedó al descubierto la falta de adaptación rápida de los colegios de gestión privada de nuestra ciudad, que no lograron implementar clases en tiempo real o plataformas virtuales en las cuales haya un cercano acompañamiento del docente (desarrollos que sí logró, por ejemplo, la Secundaria de la Unnoba), sobre todo teniendo en cuenta las subvenciones del Estado y las cuotas que, muchas veces con gran esfuerzo, pagan los padres. 
Ante eso, el malestar de los padres se expresa en grupos de WhatsApp, en reclamos a defensa al consumidor (los establecimientos pretenden cobrar el total de la cuota, sin ningún descuento a pesar de la falta de clases presenciales), y a través de una queja recurrente: que los padres terminan reemplazando al docente, más aún en edades tempranas, cuando los alumnos no consiguen hacer las tareas solos. Eso con el agravante de que muchos adultos trabajan en rubros esenciales y no han cesado su actividad laboral.
Con todo, los colegios enfrentan hoy un enorme desafío, cuyos tiempos se aceleraron con la cuarentena: no quedar rezagados de las exigencias que impone la sociedad del conocimiento.