Dussie Siculer es argentina y vivió largas décadas en la India, allí crió a siete hijos mientras que otros dos estaban en la Argentina. Su trabajo como guía de turismo le dio la oportunidad de conocer al país con profundidad y escribió el libro “Nuestra India”. Allí traza un recorrido introductorio por costumbres, religiones y sucesos propios del lugar geográfico que supo conocer de manera visceral.
- ¿Por qué decidió venir a vivir a Rojas?
- Me vine a vivir a Rojas en diciembre, harta de las grandes ciudades y de vivir mal en Buenos Aires. Conocí Rojas porque uno de mis hijos vive acá y, cuando venía a visitarlo, me gustaba mucho el lugar, así que me di cuenta de que es mi lugar en el mundo. Después de pasarme la vida dando vueltas por el mundo, hoy considero que este es mi lugar.
- ¿Cómo fueron sus primeros años en la India?
- A la India fui por primera vez a los 18 años y, tiempo después, empecé a trabajar como guía turística. Me impactó cuando fui como guía a la primera visita al Memorial en honor a Gandhi, allí había nenes pidiendo limosna; les dije que los esperaba al día siguiente. Esa tarde pensé en qué podía hacer y se me ocurrió comprar especias típicas en un mercado y las armé en paquetitos. Los chicos tenían entre 4 y 7 años, eran de la calle, no tenían zapatos. Yo no iba con el bus ese día, así que hablé con un guía francés amigo que sí llegaría y le dije que los chicos iban a subir para vender especies. Subieron al primer bus y, prácticamente, vendieron todo. Después los llevé a comer, al rato uno me dijo mamá y otro me dijo “te puedo decir mamá”, y les dije a los que quedaban: “¿Puedo ser tu mamá?”, y así me convertí en la mamá de cinco y, meses después, en Agra, me hice mamá de dos más. Así que soy la mamá de siete chicos indios.
- En India fue recibida por la primera ministra Indira Gandhi
- Sí, porque tuve problemas para escolarizar a los chicos, yo quería que fueran al colegio bilingüe y buscaban excusas para no tomarlos porque tenían apellido de madre y no de padre. Un día me llamó la primera ministra Indira Gandhi, que acá sería como la presidenta del país. Fui volando, esperaba pasar por muchos secretarios y directores, pero no, me abrió la puerta y me recibió. Me dijo que me quería conocer, sabía la historia de los niños, quería saber por qué los había adoptado y le dije “ellos me adoptaron”. Le comenté el tema del colegio, lo arregló en el momento y le dije “ustedes aman a Victoria Ocampo, fue el amor de la vida de Rabindranath Tagore, todos sus poemas estuvieron dedicados a Victoria, ella no puede venir a India, como ella muchos argentinos, porque hay gente alérgica al huevo que no puede vacunarse contra la fiebre amarilla. Nosotros erradicamos la enfermedad hace 80 años, es endemia en Brasil, no en Argentina”. Entonces llamó a la OMS al día siguiente y me dijo “los argentinos ya no van a necesitar vacunarse para venir a India”, esto estuvo vigente hasta el año pasado. Ese fue mi gran logro.
- ¿Cómo se gestó el libro "Nuestra India"?
- Toda la vida tuve conmigo papel y lápiz, escribí cada suceso de esos que te marcan la vida o que son impredecibles, inexistentes en la memoria y en la imaginación de nadie como, por ejemplo, cuando fui por primera vez a la Kumbha Mela, el festival más importante de la India y Oriente entero, que se celebra una vez cada doce años. Vienen peregrinos de todas partes, son millones y millones, la gente que vive en los Himalayas baja para participar, llegan desnudos, con el cuerpo cubierto de cenizas; las ceremonias son impresionantes. Cuando volví de la primera escribí cada momento, cada instante porque no quería que se me borre de la memoria. Entonces, una amiga me dijo: “¿Por qué no te dedicás a escribir en serio, a vender los textos?” y un fotógrafo me dijo “vos vendé la nota y yo las fotos” así que le vendimos dos veces al National Geographic.
- ¿A qué tipo de lector está destinado el libro?
- Pensé en hacer un librito para la gente que nunca fue a la India, pensé en armar capítulos, como cuentos, de modo que si el interés está en saber qué es la reencarnación, la resurrección, religiones, costumbres, supersticiones, se pueda llegar a eso fácilmente y no haya que leerlo todo. No hablo de la historia de la India pero sí de la historia del siglo XIX y XX porque allí fue cuando la India logró ser libre de los ingleses sin una gota de sangre. Tuvo grandes patriotas, claro que Gandhi se lleva todos los laureles pero con él trabajaron grandes hombres. Las mujeres, en 1930, sin existir el feminismo, salieron a moverse por la libertad, a defender su lugar. Hablo también de las costumbres, cómo es la India urbana y la rural, Gandhi decía “La India no es Delhi, Bombay y Calcuta, la India son 700 mil aldeas donde vive la gente”.
- Es difícil desmarcarse de la mirada occidental
- Hay que sacarse el cassette occidental, ponerse uno en blanco para no dejarse contaminar. Lo que aquí es blanco, allá es negro. Acá blanco es símbolo de pureza, las novias se visten de blanco, allá el blanco es luto y la novia se viste de rojo brillante. Hay mucha miseria y pobreza, hay otros conceptos, nosotros decimos “¿Cómo puede una mujer casarse sin conocer al novio?” y allá hay una preparación en la mente de la novia, que se casa sabiendo que luego se va a enamorar; cuando los argentinos discuten con mis hijos, ellos les dicen “ustedes son promiscuos, van probando hasta que eligen una y después se divorcian”, cada uno lo ve con su concepto.
- ¿Cómo es su vínculo hoy con los hijos indios?
- Nos juntamos todos mis hijos y yo en Estados Unidos para mi cumpleaños. Es el punto medio porque estamos repartidos por el mundo. En la India estuve toda la vida, dejé de trabajar hace unos pocos años, cuando mis hijos de India ya tenían alrededor de veinte estaban encarrilados: el que no era estudiante de medicina era de ingeniería, de computación o, como yo, de Historia. De hecho, los tres mejores guías de la India son tres hijos míos, ellos hablan el español sin acento extranjero. Hoy seguimos en contacto por teléfono pero no quieren saber nada con las redes sociales, solo uno, el que vive en Angra, con él tengo contacto más fluido y tengo un número de teléfono fijo que es solo para ellos. Los chicos están todos repartidos por el mundo y llaman a cualquier hora, nunca perdemos el contacto.
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