El Ginkgo biloba crece principalmente en China y Corea, y en mucha menor medida en Estados Unidos, el sur de Francia, en algunas ciudades de España, y en puntos determinados de Uruguay, Chile y la Argentina.
En Junín se lo puede ubicar en al barrio El Picaflor, más precisamente en las veredas de calles Gandini y Remedios Escalada de San Martín. Además, un ejemplar se encuentra en el Taller Protegido de Circunvalación y Álvarez Rodríguez.
Y es inmortal. Su origen se remonta a 200.000.000 años atrás y era alimento de los dinosaurios. Los científicos creyeron, en un momento, que había desaparecido, pero un médico alemán, Engelbert Kaempfer, lo encontró en 1691 en Japón.
También había sobrevivido en China en monasterios y jardines de los templos budistas, donde lo cultivaban desde el año 1000. Luego se extendió por semilla a Japón y Corea y de allí fueron llevados a Europa y en el 1700 a América.
El 6 de agosto de 1945 Estados Unidos lanzó la bomba atómica contra Hiroshima. La ciudad quedó devastada tras la explosión. Decenas de miles de personas murieron y en un radio de más de 10 kilómetros todo quedó arrasado. Sin embargo, a 1.000 metros de donde cayó el explosivo, sucedió algo casi milagroso: un ejemplar de ginkgo, situado en el templo Housenbou, logró sobrevivir. Y hoy sigue allí, majestuoso.
Inmortal
Cuando se conocen los usos medicinales que tiene, el asombro aumenta. Muchos médicos lo prescriben para combatir distintas patologías, por lo que se lo considera, además, milagroso.
Y ahora se sabe por qué es inmortal. Un médico japonés que vivió 105 años, el Dr. Hinohara, analizó genéticamente árboles ginkgo con edades entre los 15 y los 667 años en Estados Unidos y China, y descubrió que su crecimiento no se vuelve más lento aunque hayan pasado cientos de años y que la calidad de las semillas tampoco se veían afectadas por el paso del tiempo.
Todo gracias a los productos químicos que produce y que la protegen como antioxidantes, antimicrobios y hormonas protectoras y además no activa genes relacionados con la vejez, como ocurre con cualquier árbol y planta.
En un nuevo estudio se llegó a otras conclusiones. “El sistema inmunitario en estos árboles, pese a tener 1.000 años de edad, se parece a la de una persona de 20 años”, explicó a The New York Times el biólogo Richard Dixon, de la Universidad del Norte de Texas.
Las nuevas investigaciones se centraron en el cambium vascular del árbol, una capa delgada de tejido en el tronco que produce nueva corteza y madera. El crecimiento secundario no muestra ninguna disminución de la planta de ginkgo de 10 a 600 años.
Esto significa que los árboles de ginkgo nunca mueren por envejecimiento. Su vida puede acabar por los rayos, el fuego, el viento, las enfermedades o el estrés. Y aunque parezca increíble, la mano del hombre lo está llevando a su desaparición.
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