La vinculación de Adriana Conde con la danza comenzó como lo hacen casi todas las historias: de casualidad. Tenía cuatro años cuando acompañaba a su hermana a las clases que tomaba en el Instituto de Arte Junín, pero fue ella la que se apasionó con el baile desde un primer momento.
Lo notó en el cuerpo, que es como se siente la danza. Y desde entonces no abandonó jamás la actividad, de la que hoy es una de las más importantes referentes en nuestra ciudad.
“Las pasiones son difíciles de explicar, y la danza es una pasión”.
Formación y docencia
Conde hizo toda su formación inicial basada en la danza clásica con la reconocida docente Nené Gralatto. De aquellos primeros años recuerda que los exámenes los tomaban maestros del Instituto Albistur y que solían venir algunos especialistas, de la talla de Ethel Lynch.
Luego se capacitó en otras vertientes. Primero fue danza jazz, cuando todavía era una disciplina muy incipiente, en la que se capacitó en Buenos Aires con Rodolfo Olguín, Noemí Coelho y Margarita Fernández.
Siempre buscando perfeccionarse, asistió a numerosos talleres y seminarios, como los que hizo en el Teatro Colón o el Estudio de Olga Kirowa.
Además, formó parte de congresos y seminarios sobre comedia musical.
Estudió Educación Física en el Instituto “Notre Dame” de Lincoln y ejerció como docente de en el primario del Colegio Padre Respuela, mientras los fines de semana seguía bailando. “Nunca dejé de hacerlo”, comenta. Es que, en todo ese tiempo, también fue parte del staff de profesores del instituto de Nené Gralatto.
“Lo que te da la danza no te lo da otro tipo de actividad física”.
Su academia
Cuando se jubiló como profesora de educación física abrió su propia academia de danzas, con el objetivo de formar a quienes allí asisten de una manera integral como artistas. “Por eso hay clases de clásica, contemporáneo, danza jazz y comedia musical”, explica.
Al ser un abordaje más abarcativo que la danza en sí mismo, cuenta con un equipo de trabajo con profesionales en las técnicas vocal y teatral.
“A veces viene gente que dice que en el gimnasio no encuentra lo que busca –comenta Adriana–, y sucede que lo que te da la danza no te lo da otro tipo de actividad física, sin desmerecer lo que se hace allí porque es muy importante, pero al entrenar el cuerpo desde otro lado intervienen los sentimientos y emociones, yo suelo decir que bailar es hablar con el alma, es algo que hay que hacer para saber lo que se siente”.
Su estilo está más ligado al “Theatre Jazz”, disciplina en la que se perfeccionó en el Broadway Center Jazz, de Nueva York y el estudio Carlota Portella de Brasil.
Además, creó el grupo Real Dance con el que ya presentó cuatro espectáculos de music hall.
Y siempre se preocupó por traer profesionales para perfeccionar a los alumnos de la academia o de otros lugares. En 2017 organizó un seminario de Danza Clásica con Eleonora Cassano, en 2018 convocó a Iñaki Urlezaga, y en 2019 a Lorena Sabena. También pasó Juan Martín Delgado y Gustavo Moro en danza jazz, y Juan Pablo Bulich y Rocío García Liendo dieron una master class de tango.
La danza
Una de las claves para su trabajo es, por supuesto, la música. “Las canciones son las que me dice para dónde ir o qué hacer en las coreografías”, afirma.
Lo cierto es que las circunstancias la fueron llevando a estar más tiempo debajo del escenario, en la dirección, y no tanto en la danza. “Sigo bailando, dentro de lo que puedo –cuenta–, es difícil dirigir y bailar porque hay que tener una mirada grupal, pero me cuesta mucho no estar porque me encanta hacerlo. Así que, en general, juego a meterme. Este año tuve la posibilidad de tener una coreografía de Gustavo Moro en donde hice un cha cha cha con un bailarín de Junín. Ese fue un cuadro más personal, pero si no, siempre trato de mezclarme entre las alumnas, porque disfruto bailar. Lo que te da la danza no te lo da nada. Por eso, mientras el cuerpo me lo permita, me voy a seguir dando el gusto de hacerlo.
“Es difícil dirigir y bailar porque hay que tener una mirada grupal, pero me cuesta no estar porque me encanta hacerlo. Así que, en general, juego a meterme”.
De cara al futuro
Conde insiste en que su relación con el movimiento y el cuerpo es su combustible diario. “Las pasiones son difíciles de explicar, y la danza es una pasión. No me imagino mi vida sin la danza”, asevera.
En todo esto destaca, además, el apoyo de su familia, “porque una está horas y horas en el estudio, y cuando hay espectáculos se suman los ensayos los fines de semana, entonces el acompañamiento de mis hijos y mi marido es clave”.
Según dice, en la actualidad tiene una buena respuesta en su escuela: “A veces tenemos que cerrar la inscripción porque apuntamos a la calidad más que a la cantidad, entonces sabemos hasta cuántos integrantes se pueden tener para que el trabajo se pueda hacer bien. La academia por suerte está andando bien, la gente responde y se compromete”.
Y al momento de pensar en sus objetivos para el futuro, concluye: “La idea es continuar con el crecimiento de la escuela y seguir armando espectáculos, me encantaría poder hacer dos o tres por año, y también ofrecer comedias musicales para chicos”.
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