RECONOCIDO BAILARÍN DE NUESTRO MEDIO

Matías Gallardo: “Me hace sentir vivo salir a zapatear”

Más allá de su juventud, es un malambista de una vasta trayectoria. Ganó el festival de Cosquín en 2010 y tiene participación en el prestigioso conjunto “Malevo”. Más allá de sus presentaciones en vivo, da clases y talleres.

Durante su infancia en Burzaco, Matías Gallardo acompañaba a su hermana menor a las clases de danza folclórica que ella tomaba en la sociedad de fomento del barrio. Y allí se quedaba mirando sorprendido lo que sucedía entre los bailarines, poniendo especial atención a los zapateos.
Realmente le gustaba. Pero en ese entonces se suponía que los varones no se dedicaban a bailar, sino que debían jugar a la pelota. Y eso un poco lo inhibía. Hasta que la profesora Liliana Gómez lo invitó a participar y ahí inició un camino que lo llevó a ganar en su categoría el festival de Cosquín y ser un referente del malambo.

“A mí me hace sentir vivo ponerme una bota de potro”.

Sus inicios
Gallardo destaca la influencia de su primera profesora, Liliana Gómez. “Cuando hay alguien que te marca de entrada, uno encara las cosas de otra manera, fue una docente impecable para mí”.
Paso a paso fue avanzando en su formación y creciendo en su participación, poniendo especial énfasis en la interpretación.
“Cuando era chico iba a festivales, miraba a los adultos que zapateaban, y lo que uno veía ahí era un gaucho. Sus entradas, la forma de pararse, la mirada penetrante, la vestimenta, eran cosas que a mí me atrapaban y yo quería hacer eso”, recuerda.
Después de su formación con docentes privados, fue a lo que antes era el Instituto Universitario Nacional del Arte (IUNA), donde arrancó la Licenciatura en Danzas Folclóricas mención Tango, pero hizo el 80% de la carrera, porque por los horarios de cursada se le hizo imposible continuar.
No obstante, el hecho de ir presentándose en festivales e ir obteniendo buenos resultados hizo que su nombre fuese cada vez más requerido. Y así fue convocado por escuelas, academias, ballets, para hacer presentaciones o talleres.
Hasta que el festival de Cosquín significó un gran cambio en su vida.

“El arte y la música me han acompañado en toda mi carrera”.

Cosquín y después
Durante cinco años estuvo participando en el festival de Cosquín y siempre pasó a la ronda final, pero no podía ganar. Hasta que, en el año 2010, sí obtuvo el premio mayor. “La perseverancia y el trabajo a conciencia hace que uno pueda llegar a los lugares a los que aspira –asevera Gallardo–, lo intenté muchas veces, hasta que un día pude ganarlo, que es lo más grande para un bailarín folclórico”.
Según dice, fue una gran performance la que hizo en esa oportunidad: “Ese año yo sentí que se me iba a dar, ya me conocían, iba mejorando año a año, recuerdo que los primeros años sentía que Cosquín me quedaba inmenso, pero en 2010 caminaba el escenario con otro peso”.
El triunfo fue un espaldarazo enorme para su carrera. “Después de ganar se te abren las puertas –afirma– y durante dos o tres años estás viajando todos los fines de semana a diferentes lugares del país. Pero eso hay que sostenerlo y mi meta fue siempre seguir adelante, con conducta y disciplina”.
En 2011 vino a dar un taller a Junín donde conoció a María Eugenia –que hoy es su esposa– y se quedó a vivir. Desde entonces está trabajando en nuestra ciudad: además de sus presentaciones, está en la Unnoba, con algunos talleres municipales y con grupos privados.
Por su trabajo fue convocado por “Malevo”, un grupo de danza muy reconocido que se presentan en países de todo el mundo.
“Lo que yo hago es el malambo más tradicional –explica– y este grupo incorpora otras disciplinas, (como contemporáneo, clásico, tap, flamenco) de malambo, para espectáculo que incluye la boleadora y el bombo. El coreógrafo me propuso ingresar, me interesó la propuesta y participé en algunas giras”.

La danza
Hay, básicamente, dos tipos de malambo: el norteño y el sureño. Este último es al que se dedica Gallardo.
“El primero es con la bota fuerte, la del taco y la punta, donde la ejecución es rústica, pegada al piso –detalla– y el sureño es con la bota de potro, y para mí es mucho más interesante, más atrapante, porque se está más en contacto con el piso, con la tierra, y, además, por la claridad y el equilibrio que hay que trabajar para este estilo. El norteño es más de golpe, fuerza, y yo no soy tan enérgico sino más técnico, más prolijo, con rapidez, y el sureño me dio eso”.

“La perseverancia y el trabajo a conciencia hace que uno pueda llegar a los lugares a los que aspira. Lo intenté muchas veces y un día pude ganar en Cosquín”.

Según dice, es una danza “que está creciendo”, y si bien en nuestra ciudad hay mucha gente que va a tomar clases, “en general son adultos, los jóvenes no le prestan tanta atención”.
Con todo, para Matías la danza es una gran pasión: “Mi última obra se llama ‘Solo’ porque gran parte de mi vida estuve entre cuatro paredes con una tabla y un espejo. Son muchas las cosas que suceden, que no se saben y lo que se ve es solamente la presentación. A mí me hace sentir vivo ponerme una bota de potro, escuchar una guitarra tocando malambo sureño, salir a zapatear. En mi última obra muestro fragmentos de mi vida personal, en donde uno de los espacios más importantes está ocupado por el malambo, porque uno puede estar solo en muchas cuestiones, pero el arte y la música me han acompañado en toda mi carrera”.

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