El Primer Congreso Argentino de la Industria del Cannabis que se realizó en nuestra ciudad, hace poco más de dos meses, fue primer indicio de que en Junín se estaba gestando una iniciativa que promovía la producción de esta planta que tiene mucho para dar y genera importantes expectativas, principalmente en el área medicinal, aunque no es ese el único rubro con potencial ni es excluyente.
María Laura Sandoval y Maximiliano Silgueira fueron los organizadores del evento y los que promovieron, además, la conformación de la Cámara del Cannabis en Argentina, una iniciativa de un grupo de profesionales y empresarios ligados a esta industria para “generar información y propuestas de desarrollo”.
Con una regulación que todavía tienen muchos espacios en blanco por llenar y con prejuicios todavía vigentes en torno a su consumo, el cannabis aparece como una posibilidad productiva con beneficios de los más diversos. Las investigaciones sobre sus propiedades medicinales están avanzando en distintas partes del mundo, pero este cáñamo también podría hacer aportes en diferentes actividades, como la alimentación, la manufactura textil, la construcción, la cosmetología y los biocombustibles, entre otros.
Es cierto que, por ahora, en nuestra ciudad, hay solo alguna iniciativa privada, como la de Cannabis Austral Consultancy, la consultora de Sandoval y Silgueira que apunta a acompañar a los gobiernos de distintos estamentos para diseñar proyecciones que debe cubrir un área de investigación, primero, y un proceso de comercialización posterior.
Sobre este tema, la Unnoba también está empezando a aportar lo suyo. Si bien todavía no hay proyectos de investigación, sí hay uno de Extensión, mediante el cual, se apunta a la sensibilización y la divulgación, una propuesta que ya ha tenido una gran repercusión en la comunidad.
Uso medicinal
Hace dos años, el Gobierno nacional reglamentó la Ley 27350, que regula la investigación médica y científica del uso medicinal de la planta de cannabis y sus derivados, que permite la investigación y el uso medicinal. Pero para llegar a lo segundo, es condición necesaria la primera.
A partir de ello, hay varios gobiernos provinciales e inclusive municipales que están trabajando en investigaciones que les permitan, posteriormente, acceder a la prescripción y hasta la comercialización.
En esto se va avanzando en la medida de las posibilidades, porque la regulación del uso del cannabis tiene sus complejidades. Sandoval explica a Democracia que la primera de las restricciones pasa por el hecho de que el cannabis “es una sustancia prohibida en el mundo y Argentina es firmante de ese acuerdo internacional”. Sin embargo, se sabe que es una planta que tiene un uso medicinal y que la Organización Mundial de la Salud ya solicitó que se cambie la categoría de prohibida a controlada, como sucede, por ejemplo, con los opioides. “Parece ridículo pero la prohibición tiene muchos años, es de los 70, y es muy difícil salir de la estructura normativa internacional para llegar a tener una industria cómoda y segura”, agrega Sandoval.
Es así como el cannabis, para las leyes internacionales, tiene las mismas consideraciones que la cocaína o la burundanga.
A pesar de ello, se fue avanzando y hoy, luego del impulso de agrupaciones como Mamá Cultiva, está aprobado su uso para la epilepsia refractaria.
Con todo, hay otros diagnósticos que podrían ser tratados con cannabis, sobre los que se hicieron estudios en diversas partes del mundo, para los cuales no hay legislación. “Hay testeos clínicos con evidencia internacional que permiten el uso de extractos derivados del cannabis para pacientes oncológicos y eso se puede demostrar porque los ‘papers’ están –ejemplifica Sandoval– entonces dependerá de la legislación de aplicación de la provincia que, en algunos casos, tienen normativas de aplicación que pueden trabajar otros diagnósticos, siempre y cuando se siga un proceso de investigación previo”.
Es por ello que desde los gobiernos provinciales se apunta a la investigación. Inclusive hay casos municipales, como el de General La Madrid, que tiene una iniciativa de este tipo.
Silgueira agrega que los huecos que hay en la legislación abren la puerta para la venta de aceites por circuitos clandestinos, por internet o a través de redes sociales, que no se sabe qué contienen ni qué efecto producen: “El problema es que hay gente que produce buenos extractos y otros que venden aceite de oliva como cannabis. Lo ves en Facebook, es súper ilegal, están jugando con la salud de la gente visiblemente, es un atentado a la comunidad y está a la vista de todos. Es terrible lo que está pasando. Porque, al mismo tiempo, a una familia que tiene uno de sus integrantes sufriendo y no tiene acceso a través de los caminos legales, no se la puede condenar porque en un acto de desesperación recurran a un sobrino que tiene una planta para eso. Lo ideal sería, como sucede en otros países, que lo puedas adquirir en la farmacia, lo cubra la obra social y el que lo produce y comercializa, que tribute”.
Proyecto en la Unnoba
De a poco, la Unnoba se está acercando al asunto y va acompañando los procesos en torno al cannabis. Y si bien no hay proyectos de investigación, sí hay uno de Extensión, financiado por la universidad, que apunta a abordar esta temática.
Se trata de un grupo de investigadores, docentes y alumnos de la Unnoba y del Conicet, coordinados por Paola Ferrero, que, en su propuesta, realizan talleres de sensibilización e información. “En esos encuentros se hace un amplio recuento, explicando desde la historia del cannabis y los usos que se les puede dar, hasta la información sobre qué ha llegado a descubrir la ciencia para su utilidad y lo que dice la Ley en nuestro país”, señala el secretario de Extensión de la Universidad, Diego Batalla.
El encuentro realizado hace un par de meses, en el Auditorio Atahualpa Yupanqui, de Pergamino, fue a sala llena, lo que, para Batalla, “da cuenta del interés por el tema y la avidez que hay por información”.
El funcionario de la Unnoba explica que en esos talleres, además, se recolectan datos de los asistentes sobre las patologías que tienen, si están utilizando el cannabis de alguna manera y otros antecedentes, de manera que puedan servir, eventualmente, para futuras investigaciones.
Este proyecto de Extensión tendrá su continuidad con un taller que se realizará en Junín el 13 de septiembre (ver recuadro).
Batalla destaca que los encargados de desarrollar esta iniciativa “son muy medidos, muy objetivos y, sobre todo, no generan falsas expectativas porque los asistentes suelen ir con muchas ilusiones, y ante eso se trabaja con mucha seriedad y precisión”.
Usos y potencial
Sandoval y Silgueira ven que hay mucho potencial para desarrollar la industria en nuestro país. Las principales empresas de cannabis del mundo están instaladas en Argentina porque acá hay un mercado más atractivo y la matriz productiva se asemeja mucho a lo que se necesita para llevar adelante una industria del cannabis.
“Falta que se genere un marco normativo para trabajar con el cannabis como industria –agrega Sandoval–, y algo que para nosotros es fundamental es un protocolo de ingreso, no queremos que la industria se vea afectada por malversación de fondos y demás porque esto es muy delicado. Por eso pretendemos que cada inversor o empresa se presente ante la Oficina Antilavado, presente el origen de sus fondos, su declaración jurada, que se le haga un ‘searching’ bancario como corresponde, para poder ingresar a la Argentina en esta industria”.
Asimismo, desde la Cámara de Cannabis promueven la producción local “porque es lo que nos va a permitir el desarrollo del proceso primario, esto generalmente se manufactura muy cerca del cultivo, entonces tiene un impacto en las economías regionales que es maravilloso”. Esto podría atraer capitales, crear fuentes de trabajo y, lo que no es menor, tributar en el país. “Cuando ves lo que pasa en otros mercados, en Estados Unidos, es impresionante la cantidad de empleos que genera y como tributa la industria, porque tiene impuestos altísimos: en California tiene el 60% de impuestos y sigue siendo rentable, y no hablamos solo de lo médico”.
Es que la demanda va mucho más allá de lo medicinal, hay uso en alimentos, construcción, textil, bioenergías, cosmética: “Están los biocombustibles; la celulosa, con una hectárea de cáñamo se produce lo mismo que con una de árboles, pero con la primera tardás tres meses y los árboles veinte; podés hacer bioplástico, por ejemplo, los autos Porsche tienen el 15% de su manufactura en bioplástico de cáñamo, que es durable, resistente, y a partir del año 2020 la empresa Lego va a hacer toda su producción de juguetes con el mismo material, el mismo que están hechas las bombillas, cucharas y tenedores de McDonald’s en España; es un material biodegradable, no genera impacto ambiental; tenés lo que es textil, hay marcas importantísimas que tienen ropa hecha 100% de cáñamo; además están los materiales de construcción en ladrillos y placas, que son antihongos, regulan la humedad, son impermeables, acústicos, no pasa el frío ni el calor. También se hacen fardos para animales, las semillas se comen, con los pellets se hace alimento balanceado. Tiene un valor agregado extraordinario”.
Los promotores del uso de esta planta aseguran que, teniendo en cuenta que hay leyes de tercera generación de nuestra Constitución que hablan del cuidado del ambiente, habría que tener en cuenta que “este es un producto que se puede empezar a trabajar desde esa óptica, debería empezarse a tomar al cáñamo como un cultivo de base, un proceso de producción y una industrialización que permita mejor cuidado del ambiente, con menores impactos relativos”.
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