“Con tan solo meter mi mano en el Nilo puedo imaginar y sentir los gritos de los remeros de las embarcaciones cargadas de mercancías, colosos de piedra y suministros, navegando bajo un sol abrasador, para crear, a mi parecer, la civilización más fabulosa de la humanidad.”
Hugo Fernando Ilacqua nació en Junín hace 53 años. Cuando tenía 14, arriba de la mesa del comedor, observó una pequeña revista de temas variados, llamada Selecciones Reader's Digest, que le despertó un interés por Egipto y lo marcó para el resto de su vida.
Mudado a Buenos Aires a los 20, la naturaleza conspiró para su reencuentro con esa tierra por primera vez en 2008, a donde ya ha viajado en once oportunidades y cuyas vivencias volcó en su libro editado el año pasado titulado “El Egipto de mis sueños” porque simplemente “es un lugar donde no necesito cerrar los ojos para soñar”, exclamó a Democracia.
“A partir de ahí, no pude elegir otro destino, aunque todos los lugares del mundo sean imperdibles. Cuando he intentado elegir otro lugar que no sea Egipto, mi mente se nubla, siento un profundo desgano y confusión, y no tengo ninguna intención de traicionar a mi corazón”, aseguró.
El país transcontinental le despierta pasión –dice-, ansias de conocimientos y una profunda devoción, y “no es porque soy millonario, es solo que la vida me brindó mi trabajo en una conocida agencia de viajes, la cual facilita que esto sea posible”, aclaró.
“Visitar la tierra de los faraones donde jugaron por tanto tiempo a ser semidioses vivientes, fue, es y será mi eterna pasión, pues quien bebió agua del Nilo nunca podrá saciar su sed con agua de otro río”, confirmó.
El libro
“En 2017, más precisamente en marzo y estando en la ciudad de Luxor, me levanté a las 3, tomé mi tablet y comencé a escribir como si alguien me dictara un escrito. Eran mis vivencias, mis conocimientos, mis continuos sueños con el lugar y el gran deseo que la gente conozca las situaciones llamativamente extrañas que me ocurrían cuando estaba en este maravilloso país”, afirmó Ilacqua.
Y así fue, que comenzó a enumerarlas y volcarlas en lo que sería su proyecto de escribir un libro. “Una por una, consecutivas y sin olvidarme de ninguna. Y aunque muchas veces dudaba si la gente estaba preparada para aceptarlas, poco me importaba”, destacó.
“Pero ahí sucedían, eran verdad, no estaban guionadas ni inventadas, aunque por mucho tiempo las relegaba, porque también yo era un negador”, apuntó. Y continuó: “¿Eran casualidades? ¿Seremos hijos de nuestro pasado? ¿O son simples reflejos de una secuencia evolutiva? Es muy difícil explicar cuando se incursiona en terrenos tan abstractos. Que cada lector saque sus propias conclusiones”.
Como la primera vez
“Hay tanto para ver y maravillarse como la caótica ciudad de El Cairo, con su arquitectura árabe, aunque también dejaron huellas los turcos y los europeos, sus bazares colmados de únicas especies y telas bordadas dignas de palacios”, destacó.
“He visitado desde Alexandria, el Mediterráneo, hasta Abu Simbel en Asuán, todos los sitios arqueológicos, museos y oasis tantas veces que he perdido la cuenta, porque cada vez que estoy en esos lugares me emociono como la primera vez y no me da vergüenza contarlo pero al punto de las lágrimas”, indicó.
“Millones de personas se maravillan con los mágicos encantos y la historia de Egipto, que es fabulosa, y de su gente con mucha calidez. Es muy importante aclarar que no reniego a mi bello país, pero mi amor por esa tierra supera fronteras”, afirmó.
“Aunque soy católico, amo escuchar el Corán, pues muy a diferencia de lo que estamos acostumbrado a escuchar en las noticias, el verdadero musulmán y el católico conviven en perfecta armonía y creo que me siento con autoridad de evaluar la diferencia entre grupos fanáticos y el verdadero mensaje del Islam, pues al defenderme con el árabe hice muchísimos amigos con el cual tuvimos miles de profundas charlas”, concluyó.
La revista, un punto de giro
Por esas casualidades de la vida, la revista que cayó en sus manos, incluía como nota principal “el relato en primera persona, paso por paso, del descubrimiento de la tumba del faraón Tutankamón en el valle de los reyes en noviembre de 1922”, recordó el juninense.
“Desde ese preciso instante comenzó el profundo amor, la conexión y la pasión que tengo hoy en día por Kemet, tal cual la llamaron los antiguos egipcios y que traducida por los egiptólogos europeos en la antigüedad significa ‘La Tierra Negra’, lo que hoy llamamos Egipto”, subrayó.
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