Además de narrar la crisis existencial de un hombre en la frontera de los 50, en su novela "¡Felicidades!" el escritor oriundo de Junín Juan José Becerra satiriza el esnobismo de los circuitos artísticos en línea con un fenómeno que se ha acentuado en los últimos años: la fetichización de monumentos y ciudades enteras que aparecen fosilizadas para el turismo mundial y casi obligadas a funcionar como la parodia de su pasado arquitectónico.
-¿En qué medida esta suerte de culto a la figura o a los espacios que describe en el libro termina enrareciendo o simplificando la experiencia del viajero o del lector?
-Juan José Becerra: El culto a cualquier cosa es la supresión de la percepción individual. De alguna manera eso implica el fin de la experiencia de lectura, entendiendo por lectura ese acto de libertad por el cual uno recibe de manera soberana una cierta transmisión del sentido de las cosas. Abundan las lecturas de poder, y de esto no se salva ni el arte. La mayoría de las cosas que suponemos saber las sabemos por la transmisión de algún tipo de poder.
El acto de comprender ha sido sustituido por el acto de consumir, que no tendría nada de malo si no fuese compulsivo. Por lo tanto, ¿para qué voy a ir a Times Square si ya sé lo que significa? Si voy es para ratificar con mi presencia lo que dicen los demás. ¿Para qué voy a leer "El matadero", si ya me dijeron que cuenta únicamente la historia de un crimen político? ¿O para qué voy a ver Chernobyl si ya sé que es "buenísima"? Lo que anda faltando en un mundo donde abundan los sentidos generalistas de las cosas es un poco de silencio. Hay demasiado ruido en el ambiente como para poder detectar sin presiones dónde está el arte y poder leerlo en profundidad. La cultura es una desgracia. Creo que hubo una guerra silenciosa entre el turismo y el arte, y ganó el turismo.
-En otro sentido, la novela apunta también contra ciertas tendencias literarias, como la llamada literatura del yo que hoy tiene insignias como las obras de Karl Knausgard o Emmanuel Carrere, según el narrador "una literatura sin acontecimientos literarios".
-J.B.: Me gusta mucho Knausgard, justamente porque supo hacer una literatura sin acontecimientos literarios, a diferencia de Proust, su inspirador y su antimateria. Creo que descubrió una pólvora que le faltaba a la literatura, inspirada en lo que yo llamaría "hechos de la vida". Por otro lado, todas las literaturas son literaturas del yo: o sea: de algún tipo de yo, manifiesto o secreto. Hay literatura del yo en las ficciones narradas en tercera persona, del mismo modo en que en las ficciones en primera persona podría detectarse una literatura "de los otros".
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