Los carteles se multiplican en las vidrieras de los locales de la calle Roque Sáenz Peña: “Liquidación”, “Todo al costo”, “Sale”, “A mitad de precio”, “Rebajas”, “Dos por uno”, “50% off”, “Descuentos en la segunda unidad”, “Outlet”. Las estrategias de los comerciantes para atraer clientes y hacer frente al enfriamiento de la economía y la caída del consumo pasan, principalmente, por las ofertas y promociones.
Es que el panorama es preocupante para los negocios del centro.
Propietarios y empleados contaron a Democracia que, en general, se ve poca gente circulando, que bajó sensiblemente el consumo, que se elevaron los gastos fijos, que hay meses que apenas si cubren los costos, que hay días en los que no abren caja, y que algunos tuvieron que, en el mejor de los casos, mudarse a otras arterias –para reducir costos– o, directamente, cerrar sus puertas.
Menos consumo
Una recorrida por cualquiera de las cuadras de Sáenz Peña es suficiente para advertir que la circulación en sus veredas es mucho menor al de tiempo atrás. “No anda nadie” o “el centro está muerto” son expresiones comunes de escuchar que resumen –tal vez de manera exagerada– la situación actual.
“El movimiento es menor, hay menos gente, nosotros notamos una baja interanual en el consumo”, explica Nora Terziani, una de las propietarias de la casa de ropa Juvent, para luego ampliar: “Nosotros, dentro del comercio minorista, nos sentimos privilegiados, estamos cumpliendo cincuenta años en este 2019 y tenemos una buena clientela, una trayectoria, pero por supuesto también nos vemos involucrados en este escenario inestable”.
Para Terziani, el panorama es “bastante preocupante” porque las ventas en el sector de la indumentaria “vienen en caída y esto implica, a futuro, una aguda recesión”.
En tanto, hay algunos cálculos que estiman una depresión de la economía del 14 por ciento interanual, lo que afecta sensiblemente a este tipo de negocios. “Si cae el consumo, la gente se va a restringir en la vestimenta, no en la comida”, analiza Terziani.
Sebastián Casanueva, propietario de Fryda Sport, considera que el escenario actual “está muy complicado”; tanto que estima que desde el año pasado al actual descendieron las ventas “a la mitad”.
“Somos una fábrica y con eso la seguimos bancando porque suponemos que en algún momento va a cambiar –puntualiza Casanueva–; el local del centro debería ser un mejor negocio para nosotros, que somos fabricantes, pero hoy no está planteado así”.
Mariano Ríos, de Peterson Calzados, coincide en que “se notó el parate” del año pasado, que continúa en este 2019: “Se ve mucha menos gente. Se sabe que enero y la primera parte de febrero son meses de menos consumo, en la segunda quincena va a arrancar fuerte la venta de lo escolar. Pero no se ven grandes grupos de personas caminando”.
Esta situación se traduce claramente en el comercio. “En más de una oportunidad hemos pasado dos o tres días sin abrir caja, y eso preocupa –añade Ríos–. La ventaja de mi local es que lo atiendo yo, si tuviera un empleado no lo hubiese podido mantener, habría tenido que despedirlo. Cuando estuvo así de bajo, se cubrieron los gastos y con mi socio nos llevamos lo poco que pudimos. Hasta ahora no da pérdidas, venimos zafando”.
Casanueva observa que, en general, su local “se mueve del 1 al 20” de cada mes, y en los últimos diez días “no entra nadie”. Según su experiencia, esa merma en el movimiento del comercio “antes sucedía solamente los últimos cuatro días, pero ahora se extendió”.
Promociones
Las que están sosteniendo a los negocios son, fundamentalmente, las promociones. Los días en que las tarjetas de crédito tienen descuentos son los que, generalmente, “mueven el amperímetro” de la actividad comercial en el centro.
“El año pasado se vendió muy bien con las promociones del Banco Provincia”, sostiene Casanueva, aunque aclara que ese tipo de estrategias tienen su costo: “El tema que, en estas promos, la tarjeta te saca bastante. Hoy firmé un convenio con el Bapro para hacer un descuento del 50% para docentes todos los viernes, pero el banco se hace cargo solo un 20% de eso, el resto lo absorbemos nosotros. Además, eso entra a la cuenta corriente, con lo que también te descuentan el IVA, el mantenimiento, el impuesto al débito, y ahí tenés un 6 o 7 por ciento más”.
Terziani explica que “hoy se esperan los descuentos con las tarjetas, los días de esas promociones la gente se vuelca mucho al consumo”. Según su análisis, en la situación actual “el comerciante también tiene que aggiornarse para buscar herramientas que lo pongan a la altura de las circunstancias”.
La experiencia de Ríos indica que en su comercio hubo buenas ventas cuando se realizó el “Big Sale Junín”, un operativo promocional realizado por el municipio en conjunto con la Sociedad Comercio e Industria. “Hoy se buscan precios –puntualiza–; por ejemplo, yo lo vi en estos días con lo escolar: hay marcas tradicionales de zapatos que por ahí están a $3000 y a quienes vinieron acá les dije que iba a conseguir otra marca, muy buena, a $1800, y están todos esperando que llegue ese zapato”.
Las liquidaciones por fin de temporada también son ganchos a los que apelan los comerciantes. Pero las circunstancias obligan a recurrir más temprano a este recurso, como hicieron en Fryda: “Este año la tuvimos que adelantar, siempre arrancamos el 15 de enero, pero esta vez empezamos después de las fiestas, y fue por necesidad, porque estamos tapando agujeros”.
Escenario complejo
Son múltiples los motivos que llevaron a que se genere este escenario complejo. “Hay causales de fondo, como el incremento de las tarifas de los servicios públicos, la caída de los salarios, cosas que impactan en el consumo –analiza Terziani–; y además de esos costos, tenemos empleados, están las políticas de comercialización que se van modificando, porque hoy las ventas online están a la orden del día y con nuestras estructuras no podemos competir. Pero no es lo mismo para nosotros, un comercio de cincuenta años, que alguien que apuesta a un negocio. Y una de las industrias más afectadas, es la textil”.
Ríos advierte que “se hace cuesta arriba” porque “hay meses que cubrís costos, nada más”. Y entre esos costos, uno de los que tiene mayor peso es el alquiler que, en Sáenz Peña, dependiendo el tamaño del local y su ubicación, puede variar de $25.000 a $80.000.
Casanueva estuvo negociando la renovación del alquiler y lo que le pidieron originalmente, le resultaba imposible de pagar. Finalmente llegó a un arreglo, pero “no sabía si iba a seguir” si no lograba acordar: “Estaba muy cansado, tenía que poner mucha plata para abrir en otro lado, así que probablemente hubiese esperado un par de años a ver si volvía a instalarlo”.
Irse de Sáenz Peña
Otro comportamiento que se observa con frecuencia en el último tiempo es al traslado de comercios de la calle Sáenz Peña, a las transversales o paralelas. Es que, a veces, con alejarse sólo un poco, alcanza para bajar sensiblemente el costo de la renta.
“Hay unos cuantos que se fueron moviendo. Si uno tiene una clientela, hace ese cambio”, explica un comerciante de la calle principal, que adelanta que un colega suyo que tiene dos locales de indumentaria, va a cerrar el de Sáenz Peña y sólo se va a quedar con el otro.
“Me da mucha tristeza ir por el centro y ver locales desocupados, comercios que abren y cierran, gente que quiere apostar a trabajar y a emprender algo, pero los intereses de los créditos hacen que sean imposibles”, analiza Terziani.
Según su evaluación, “el propietario que tiene un local para alquilar en Sáenz Peña no se ha bajado mucho de su rentabilidad del inmueble, entonces se hace muy difícil afrontar los costos de hoy, por eso se mudan a zonas donde el alquiler es mucho más bajo”. Y concluye: “Acá se ha hecho una sola calle, Roque Sáenz Peña, que es la que convoca a todo el público. Pero un empresario inmobiliario me decía que cuesta mucho más realquilar los salones, así que creo que los dueños van a tener que disminuir un poco sus ganancias”.
El futuro
Para analizar en lo que pueda pasar en el futuro inmediato, Ríos piensa primero en el pasado. “Hace tres años que estoy acá, y si bien vengo mejorando año tras año, seguramente que es por lo que uno le pone y por cómo lo administra. Pero hacia adelante la veo difícil, más allá del presidente que asuma después de las elecciones”.
Justamente, el tema electoral puede ser beneficioso en materia económica, para Casanueva. “Como este año se vota, es probable que se inyecte dinero en la economía y se mueva un poco más el mercado. Esa es la única esperanza pensando en los próximos meses”.
Por último, Terziani muestra un espíritu positivo para lo que vendrá: “Esto lo empezó mi padre en el año 69 y siempre lo escuchamos decir ‘pasé por todas las crisis de este país’, así que quiero tener una visión esperanzadora de que esto, de a poco, va a ir resurgiendo. No lo veo tan apocalíptico, nos va a llevar tiempo, es un camino lento, pero tengo la mirada de que en algún momento vamos a ver atisbos de desarrollo”.
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