Cuando se haga el acto de reinauguración del merendero del Club Ambos Mundos, este espacio llevará el nombre Víctor “Cacho” Forlini. Y ese será, entonces, el más que merecido homenaje para quien, no solamente dio origen a la escuelita de fútbol del “Tricolor”, sino que ofrendó años y años de su vida para trabajar en la institución que está en su corazón.
En diálogo con Democracia, analiza su relación con el club de sus amores y recuerda su trabajo de más de seis décadas como productor de chacinados, un rubro en el que se convirtió en un auténtico referente.
“Siempre tuve cargos en Ambos Mundos y siempre trabajando”.
Chacinados
Cuando nació Cacho, en la casa que todavía ocupa, ese sector era conocido como “el barrio de los chanchos” (hoy, barrio Bicentenario). Es que allí no había casi ninguna casa y sí varias chacras con criaderos porcinos. Y a eso se dedicaba el padre de Cacho. “Teníamos entre ocho y diez hectáreas, y llegamos a tener 400 animales”, recuerda hoy.
Víctor empezó a trabajar con su padre a sus 13 años. “Arranqué con los cerdos –explica–, comprábamos y vendíamos, después empezamos a facturar en un garaje de la casa, hasta que desde la municipalidad nos dijeron que montemos un lugar para que lo habiliten”.
Al principio solamente hacían chorizos y morcillas. “La morcillera era mi madre”, cuenta Cacho sonriente.
Más adelante, empezaron a comprar cerdos para llevarlos al Mercado de Liniers, el lugar en que, por aquel entonces, se comercializaba esa carne. Esto lo realizaron durante unos ocho años.
Después fueron agregando otras cosas: “Armamos un lugar en donde hacíamos y vendíamos. Con el tiempo nos fuimos agrandando, hasta que pusimos la primera cámara, que era chica”.
Mientras tanto, Cacho hacía ventas en bicicleta, levantando pedidos de casas particulares y comercios. Tuvo que dejar de hacer esto cuando el negocio se agrandó.
“Ambos Mundos es un club muy sencillo, de gente humilde”.
Una referencia
El negocio se fue ampliando hasta convertirse en una referencia en el rubro. Sumaron un secadero en el que podían secar hasta 700 kilos. Su padre se jubiló y siguió él. En una época también incorporó la venta de carne de vaca, pero un lustro más tarde lo dejó porque todo junto requería de demasiada dedicación.
Es que, en los mejores momentos, llegó a matar cincuenta cerdos por semana. Por eso, aun hoy, ya retirado, sigue siendo uno de los representantes más reconocidos del rubro: arrancó en una época en la que solamente estaba él con su padre, los hermanos Larrondo “y no mucho más”, y supo mantenerse por más de 60 años en la actividad.
Ambos Mundos
Forlini tenía diez años cuando fue fichado como futbolista en Ambos Mundos, donde hizo todas las divisiones inferiores. Jugó como defensor por izquierda, mediocampista central, aunque su posición más común era la de seis. “No pegaba con mala intención, pero jugaba fuerte. Yo nunca lesioné a nadie, pero sí imponía mi físico”, dice al definirse como jugador.
Debutó en la Primera del Tricolor a los 17 años, en la cancha de Sarmiento. Disputó varios campeonatos y luego jugó en las ligas de Pergamino, Arenales, Ascensión, y otras de la zona. Hasta que una lesión en la rodilla lo obligó a dejar la práctica deportiva y le impidió –como él deseaba– volver y retirarse en Ambos Mundos.
“En los años 2001 y 2002 venían al merendero chicos que no practicaban en el Ambos Mundos, porque no tenían para comer. Y se les daba, por supuesto”.
Dirigente
Dos años después de haber dejado el fútbol lo convocaron de Ambos Mundos para que arme una escuelita de fútbol, porque la institución no tenía. Fue mucho el esfuerzo y la dedicación para poder iniciar este proyecto que, finalmente, pudo ser plasmado en 1983.
Dos años más tarde, Forlini se incorporó a la comisión directiva. Luego fue elegido presidente y dirigió los destinos del club en tres períodos, intercalados.
“Hicimos varias cosas: logramos terminar e inaugurar la pileta, que había arrancado otra gente. También pudimos hacer algunas mejoras en la cancha. Pero siempre costó mucho”, explica.
Durante 35 años se mantuvo en la dirigencia del club. “Siempre tuve algún puesto en la comisión y siempre trabajando”, resume.
Según dice, se emocionó mucho cuando le informaron que el merendero va a llevar su nombre: “El merendero arrancó con la escuelita de fútbol, porque las madres les daban a los chicos el mate cocido, la leche o lo que se conseguía. Ambos Mundos es un club muy sencillo, de gente humilde, tiene muchos chicos. Es una institución en la que no se puede cobrar, porque los chicos que van ahí no pueden pagar. Me acuerdo que en los años 2001 y 2002 venían al merendero chicos que no practicaban en el Ambos Mundos, porque no tenían para comer. Y se les daba, por supuesto”.
Balance
Conforme con lo logrado, Forlini asevera que “si volviera a nacer, haría exactamente lo mismo”.
Y al hacer un balance, concluye: “Todo lo que aprendí me hizo ser una persona que no es marcada por nadie, que no es poco. Me emociona mucho que me reconozcan como lo hace Ambos Mundos, no sé por qué me han elegido, tal vez han visto que yo no hice nada por interés, nadie puede decir que hice algo que no debía, ni en el club ni en otro ámbito”.
COMENTARIOS