La inflación que se mantiene sostenida desde hace meses y la caída del poder adquisitivo de los ingresos, generaron un escenario que, en la economía doméstica, se tradujo en un cambio importante en los hábitos de los consumidores.
En nuestra ciudad eso se puede ver de manera concreta. A la hora de establecer prioridades, los juninenses piensan dónde hacer reducciones y, en ese recorte, algunos rubros se ven más perjudicados que otros. Al mismo tiempo, se adquieren nuevos comportamientos de consumo. Entre ellos, el pase a las segundas marcas es el más palpable.
Carlos Cappelletti, Secretario del Nucleamiento Empresarial del Noroeste Bonaerense, afirma que “por un lado, se advierte que hay mayor consumo de menor calidad o de segundas y terceras marcas; y, por el otro, están los volúmenes de consumo; se nota fuertemente una retracción en las compras importantes, sobre todo en los comercios de barrio” que son los que la organización releva.
En ese marco, Cappelletti, que también es directivo de la Federación Económica de la Provincia de Buenos Aires, observa que “se va más cantidad de veces” a los comercios de barrio “y lo que va bajando es el ticket promedio”.
Es por ello que muchos apelan –cuando pueden– a diferentes estrategias y promociones como para seducir al comprador para que se siga yendo.
Gastronomía
Entre los rubros más afectados por este escenario se encuentran la gastronomía, el esparcimiento y el turismo.
Lo que ocurre en el primero de ellos es que las personas, cuando deben ajustarse, una de las primeras cosas que restringen es la salida a comer afuera.
“El nuestro es uno de los rubros que primero se corta cuando hay dificultades económicas, estamos trabajando prácticamente la mitad de lo que veníamos trabajando hace cuatro o cinco años, y en eso coincidimos con la Federación Nacional, quienes ven una situación similar”, resume Fernando Mir, responsable del restaurante Andi.
En eso también se basa el hecho de que, de acuerdo a la evaluación de Mir, “la gente empieza a buscar otro tipo de rubro, por ahí prefiere ir a una pizzería o las sangucherías, por eso tienen tanta repercusión últimamente las cervecerías que, si bien no es una moda porque llegó para quedarse, es otro segmento en el que la comida pasa a un segundo plano”.
A eso hay que sumarle la inflación porque, según dice Mir, en los locales de comida no pueden trasladar directamente las subas de sus proveedores. “Entonces, de alguna manera, le estamos financiando a la gente su salida a comer”, sostiene.
Por su parte, Juan Víctor Casella, presidente de la Cámara Hotelera Gastronómica de Junín, ratifica que “en líneas generales, se puede decir que estamos atravesando una crisis por la cual hay una disminución del consumo en la gastronomía y de ocupación, por parte de la hotelería”.
Casella suma al combo las dificultades que tienen los gastronómicos con la competencia desleal: “Uno va por la ciudad y en cualquier garaje hay una venta de comida sin habilitación, o está el que pone tres o cuatro mesas en la vereda en el verano y ofrece algo para comer, y funcionan como restaurante sin serlo y sin estar habilitados para eso. Uno puede decir que la gente necesita trabajar y es verdad, pero afecta a los comercios porque no cumplen con las normas que sí les exigen a un restaurante, pizzería o confitería”.
En referencia a la hotelería, también se observa una disminución sensible de la ocupación. “Hay más dificultades económicas, la nafta ha aumentado mucho y eso hace que la gente viaje menos”, señala Casella, que acá también pone ejemplos de competencia desleal “por los departamentos que se alquilan por día o por semana, que se pueden ver en Booking o páginas similares, que no cumplen ninguna norma de las que nosotros sí cumplimos como hoteleros”.
Traslado
La forma de trasladarse de los juninenses también ha sufrido variaciones en el último tiempo. Se puede ver que hay menos automóviles en la calle y más bicicletas.
Eso se puede ver en que descendió el consumo de combustible en nuestra ciudad. El estacionero Basilio Elisei calcula que “en los últimos dos años hubo una baja de entre el 25 y el 30 por ciento”. Y, según su análisis, esto tiene que ver con la situación económica: “Evidentemente, hoy sacarle 300 o 400 pesos a un sueldo es mucha plata, de manera tal que se ha elegido utilizar gas, pero no todo el mundo porque el equipo, no es tan fácil comprarlo. El poder adquisitivo lo tiene cada vez menos gente y el ciudadano se cuida. La crisis llegó a todos lados y también a los combustibles”.
También es cierto que hay menos movimientos de autos en la ciudad. “El que andaba en un autito más o menos ahora se maneja en moto porque no puede costear la nafta, el seguro y todo lo demás. Hay muchos que han sacado las motos, acá llegan llenas de telarañas porque no se usaban y las quieren volver a poner en funcionamiento, porque sale mucho más barato”, puntualiza Sebastián Enríquez, mecánico desde hace más de 25 años.
Y, específicamente, en su actividad, también se ve el impacto de la recesión: “Los arreglos que se hacen son los básicos. Si tiene un espejo roto, quedará colgando; si se trabó la puerta, se bajará por la otra; si se rompió una cubierta, se verá si se puede salvar porque hoy en día cualquier cubierta sale tres mil pesos”.
Del mismo modo, la situación económica también se refleja a la hora de ponerle un valor a la mano de obra que regularmente se cobraba, más o menos, lo mismo que lo que el cliente gastaba en repuestos. “Esa era una regla más o menos general –añade Enríquez–, pero hoy los repuestos están tan caros que a veces no podés cobrar lo mismo, entonces una pieza vale dos mil pesos y uno se tiene que poner la mano en el corazón porque no se le puede cobrar eso de mano de obra porque no se puede pagar. Hay que ir adecuándose”.
Y así como está el que se bajó del auto para subirse a la moto, también están los que guardaron el ciclomotor para agarrar la bicicleta.
“Hay más demanda de reparación y de compra”, asegura Martín Ramírez, de Rodados Ramírez, para luego ampliar: “Hace un tiempo se buscaban las bicicletas principalmente para hacer deportes, pero ahora la gente las está usando para ir al trabajo, para hacer mandados y moverse en la ciudad. Te diría que en lo que va del año se ve un incremento en esto”.
Es por ello que desde hace un tiempo las bicicletas más demandadas son las de estilo todoterreno y las tradicionales de paseo. Y no falta el que tenía una arrumbada en un rincón, sin uso, que la repara para ponerla en funcionamiento nuevamente. “Esto se puede ver en la calle también: hay menos autos y motos y más bicicletas”, concluye Ramírez.
Menos consumo
La merma en el consumo también se puede ver en distintos rubros. No son pocos los comerciantes del centro de la ciudad que señalan el poco movimiento que se ve en sus principales arterias.
“La situación es desesperante –sostiene Mir–, da miedo: el otro día teníamos una reunión a las nueve y media y se asustó porque le parecía un desierto a esa hora de la noche. Era un jueves y no había nadie en la calle”.
Pero en otros sectores de la ciudad también hay que remarla. “El consumo bajó porque la plata no alcanza”, desliza Walter Vargas, propietario de la carnicería La Palma. Según su opinión, “esto no quiere decir que haya aumentado la demanda de pollo o cerdo, porque los precios no son tan baratos como antes, para esta sociedad la vaca sigue siendo lo principal: la gente demanda menos, pero sigue firme con la vaca”.
En cuanto a los hábitos de los compradores, sostiene que en esta actividad se mantienen estables: las primeras quince días del mes se venden con más facilidad los cortes más caros y los productos elaborados, mientras que en las dos últimas semanas “vienen con las monedas contadas” y predominan los más económicos. “Pero eso siempre fue así”, remarca Vargas.
No obstante, aclara que donde sí se ven las dificultades es, una vez más, en los lugares de gastronomía: “Nosotros atendemos parrillas, confiterías, casas de comida y ahí sí se nos cayó mucho la venta. La gente está saliendo menos a comer afuera”.
Pagos en cuotas
Ante la falta de liquidez, los consumidores recurren cada vez más a los pagos con tarjetas.
“El uso del plástico se extiende, pero también es cierto que hay dificultades para cancelar los saldos, de hecho, han empezado a crecer las moras”, advierte Cappelletti.
Claudia, empleada de la carnicería Marabá coincide en que “la gente se maneja mucho con tarjetas, en este tiempo se ve bastante más que en otros”.
Este comportamiento también es ratificado por Mir: “Creció mucho el consumo con tarjeta lo cual, en un punto, es ficticio, porque uno piensa que no tiene la plata y puede patear los gastos para adelante, y eso es riesgoso. No hay circulante en la calle, por eso todos los rubros están complicados”.
Ferias
Uno de los hábitos que se reforzaron en el último tiempo es el de la concurrencia a ferias itinerantes para la compra de producción económica, ecológica y local.
El Mercado Cooperativo que organiza el colectivo Juana Azurduy lleva seis años realizándose de manera regular e itinerante en plazas de la ciudad. Una de las referentes de la agrupación, Virginia González, explica que “el mayor acercamiento al mercado cooperativo responde a la necesidad del consumidor de acceder a precios económicos, pero también es cierto que hemos trabajado mucho el intercambio entre el productor y el consumidor, y somos muy receptivos a lo que va pasando en contexto y el entorno, y eso se recoge”.
Según dice, “el público que se acerca al marcado es muy diverso, algunos van en busca de un precio económico, otros quieren fortalecer los puestos de trabajo locales en condiciones dignas y hay quienes quieren acceder a productos elaborados agroecológicamente”. Y enfatiza que “es innegable que la cuestión económica y los precios accesibles es una variable que en el último tiempo se ha intensificado”.
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