De acuerdo a lo que informa la Central de Deudores del Sistema Financiero, dependiente del Banco Central, alrededor del 30% del pasivo personal en nuestro país es producto de las operaciones con tarjetas de crédito. De esta manera, se convirtió en el mecanismo de financiamiento más utilizado por los argentinos.
Pero las restricciones económicas de todos los días generan que se haga cada vez más difícil hacer frente a estos compromisos asumidos por el uso del plástico, panorama que se replica en nuestra ciudad.
Esto se puede observar en un informe del Banco Provincia, al que tuvo acceso Democracia, que da cuenta de un incipiente crecimiento en los índices de “irregularidad”, que es como llaman en la entidad a las deudas en calificación 2, 3 y vencida. Sumando los tres ítems, en la regional Junín se pasó de 269,56 millones de pesos a 291,72 millones en agosto.
Estos números corresponden a diferentes tipos de deuda, entre los que se encuentran préstamos personales, comerciales e hipotecarios, descuentos de documentos, adelanto de haberes, entre otros. También incluye los pasivos de las tarjetas de crédito y, en ese sentido, se advierte que las deudas por Visa ascendieron en agoto a 66,08 millones de pesos, más que en julio y junio, mientras que las de Mastercard alcanzaron los 3,79 millones, una cifra que está por encima de los tres meses anteriores.
Las causas
Entre las causas de esta situación, especialistas consultados por este medio destacaron la pérdida del poder adquisitivo como la más importante.
“Claramente hay mora en los pagos de tarjetas de créditos. Hoy por hoy, la prioridad principal del consumidor es pagar las tarifas –algo que le cuesta mucho y el ejemplo de la semana pasada con el gas permitió ver hasta dónde llega el pulso de la gente– y algunos otros consumos urgentes, todo lo demás está siendo prorrateado, no solamente las tarjetas de crédito, sino también las obligaciones fiscales, como Ingresos Brutos, Inmobiliario o Automotor, porque la gente no llega a fin de mes. Los aumentos del salario llegan mal y tarde y todo configura una rueda bastante pesada”. Así lo resume el licenciado Guillermo Fontán, docente de Micro y Macroeconomía de la Unnoba y ex director Provincial de Comercio durante los años 2016 y 2017.
Algo similar analiza Héctor Polino, ex legislador nacional y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y fundador, representante legal y máximo referente de la organización Consumidores Libres: “Uno ve que la gente se está acostumbrando a comprar con tarjeta de crédito porque no cuenta con efectivo. Acá el problema es que han habido aumentos que fueron superiores a los ingresos de la gran mayoría de la población, entonces hay una pérdida del poder adquisitivo de los salarios y las jubilaciones, y la gente trata de rebuscársela como puede”.
El economista Santiago Aguiar, por su parte, observa que el que se da actualmente es un comportamiento típico de escenarios de crisis, ya que se recurre a mecanismos de financiamiento que en otro momento se usaban para otra finalidad. Y ejemplifica: “La tarjeta de crédito siempre se usó para compras grandes, como alguna ropa cara, electrodomésticos, viajes, y ahora se ve que esa utilización es para llegar a fin de mes, entonces se usa el saldo la tarjeta porque el sueldo no alcanza”.
Fontán puntualiza que “paradójicamente, no ha habido hasta ahora una mora importante” en otros créditos, como los UVA. Según su análisis, “tal vez se tomaron estas medidas (para corregir efectos distorsivos de los UVA) porque por ahí se empieza a manifestar cierto nivel de mora, y sería lógico eso”. Y agrega: “Lo vemos todos en la economía doméstica, lo que paga primero cada uno de nosotros son los impuestos que pueden cortarse, después los alimentos, el transporte, alguna otra cosa más, y el Inmobiliario, el agua o lo que sea, después veremos cómo lo refinanciamos, si podemos. Ese es el escenario”.
Riesgos
Para Aguiar, la dificultad de este tipo de financiación para gastos corrientes es que “se entra en una vorágine y en un círculo muy peligroso, porque se hacen pagos parciales y el mes siguiente se va a volver a necesitar el plástico, entonces se vuelve un mecanismo de financiamiento muy riesgoso, sobre todo en momentos donde las tasas son muy altas”.
En situaciones como esta, en donde se utiliza más la tarjeta de crédito, también sucede que puede quedarse sin cupo y entonces recurrir a otras opciones, como créditos fuera del sistema bancario o tarjetas alternativas. “En épocas de crisis prosperan las tarjetas de crédito locales, en Junín hay varias, o de mutuales, o financieras, porque muchos se quedan sin cupo”.
Otro mecanismo al que se suele apelar es al pago mínimo, una práctica totalmente desaconsejada por los especialistas. “Cuando sucede esto, la financiación tiene un piso de 60 o 70 por ciento, pero puede llegar a un 110 o 120 % anual, es decir, un monto muy difícil de costear” alerta Fontán.
Del mismo modo, Polino advierte que “hay que tener cuidado con la tasa de interés que se cobra por el saldo deudor, porque con eso se sale del paso en el momento y después entra en una trampa a futuro”. Lo preocupante es que, según su experiencia y conocimiento, “cada vez se recurre con mayor frecuencia a este mecanismo”.
Defensa del consumidor
Como referente de una organización de defensa de los consumidores, Polino cuenta que atienden reclamos por la implementación de intereses excesivos o por dificultades para hacer frente a lo que se debe pagar.
“Recibimos denuncias de comercios que quieren cobrar intereses por compras con tarjeta en un solo pago cuando la ley dice que no deben aplicarse intereses cuando la operación no es en cuotas –explica–, y también hay reclamos sobre tasas de interés más altas de lo que se publicitan. Ante esto tambipen sugerimos hacer las denuncias en la AFIP, en la Dirección Nacional de Defensa del Consumidor o en www.consumoprotegido.gob.ar”.
Cadena de pagos
Los costos de financiación no solamente influyen en la economía de empleados y consumidores. Las empresas y pymes también sufren esta coyuntura, lo que pone en riesgo la cadena de pagos.
Fontán sostiene que los actores de la producción tienen una estructura de costos basada en tres grandes pilares: el salario de sus empleados, el cuadro tarifario y la tasa de interés que financia el capital de trabajo, “que está en línea con toda la estructura de compra-venta, porque el proveedor por ahí entrega un cheque a 60 días pero es muy probable que el que lo recibe necesite el dinero antes de ese plazo y para eso debe descontarlo en un banco, en donde la tasa más amigable la tiene el Nación, que puede estar en un 40%, entonces eso se convierte en explosivo”.
En concordancia, Aguiar asevera que en estos procesos de apremios económicos hay un correlato directo con la inestabilidad del sistema financiero y la cadena de pagos. “Uno ve muchas empresas que están en un “roll over” sistemático de cheques y documentos que se renuevan a tasas cada vez más altas –explica–, y con montos nominalmente cada vez más altos, porque la inflación hace que se necesite cada vez más dinero, y para eso debe recalificar. Muchas veces las recalificaciones no son buenas, sobre todo por el costo que están pagando por la salud financiera que tienen, y los bancos son más recelosos a la hora de dar cupos. Y esto es un círculo”.
Por eso remarca que “empieza a verse en forma incipiente problemas en renegociar pagos o valores, por ejemplo, en el descuento de cheques, que es uno de los mecanismos de financiamiento más frecuentes para las empresas”.
Sobre esto, Fontan considera que “otra trampa del sistema es que el empresario tampoco puede trasladar enteramente a precio sus aumentos de costos, entonces el margen se hace más estrecho de lo que ya es y muchos emprendimientos empiezan a tener problemas”.
Y para comprobar esto propone, a modo de ejercicio, analizar lo que sucede en los conglomerados urbanos donde “se ven muchos comercios con las persianas bajas y carteles ‘se alquila’ porque no se pueden sostener”.
Con todo, según su criterio, este panorama llegó para quedarse durante un buen tiempo: “El ciclo recesivo va a continuar y, en el mejor de los escenarios, para el segundo semestre del año que viene podríamos empezar a crecer”.
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