Cuando Héctor Alcolea llevaba poco tiempo en el secundario ya sabía que iba a ser profesor de educación física. Sus años de práctica deportiva –como basquetbolista en el Club San Martín y futbolista en Sarmiento– habían generado en él una pasión que, años después, se constituiría en un modo de vida.
Como preparador físico entrenó numerosos equipos amateurs y profesionales en el país y el exterior, convirtiéndose en un referente de la actividad.
“En esta actividad, la capacitación constante es fundamental”.
La educación física
“El Gallego” Alcolea nació en Junín y se crió entre Villa Belgrano y el centro de la ciudad. Estaba por pasar al plantel de Primera de Sarmiento cuando decidió irse a Buenos Aires a hacer el profesorado de Educación Física, en el Instituto Romero Brest.
Una vez recibido, después de tres años de estudio, se quedó otros siete ejerciendo su profesión en Capital. Trabajó en el Instituto Buenos Aires, en el Club Banco Nacional de Desarrollo y en varias escuelas. En 1975 hizo una suplencia de tres meses en Deportivo Armenio y esa fue su primera experiencia como preparador físico en un plantel profesional.
En 1977 lo convocaron de Huracán de Tres Arroyos, donde se desempeñó un año y, al mismo tiempo, dio clases en colegios.
“Mis experiencias de trabajo en el exterior fueron grandiosas”.
En Junín
Después de esa experiencia, regresó a Junín. Trabajó unos meses en la cerrajería familiar y al poco tiempo lo convocaron de Sarmiento para ser el preparador físico de Manuel Guerra.
“Don Manuel salvó a Sarmiento del descenso en 1979”, recuerda, para luego ampliar: “A partir de ahí pasé de un club a otro, siempre en el fútbol de Junín y la zona. Acá estuve en Moreno, con el que salimos campeones en el 81 y ascendimos al Nacional, con un equipo extraordinario. Ahí me afiancé. Después de Raúl Azconzábal se hizo cargo Héctor Silva y me quedé con él. El doctor Vergara, que en el Nacional era el presidente, la plata que ganó en el Regional la invirtió para que el equipo esté bien y trabajar con profesionalismo”.
Más adelante pasó por El Linqueño, de nuevo con Azconzábal, volvió a Junín, estuvo otras dos veces en Sarmiento, y también tuvo un exitoso paso por Douglas Haig: “Ganamos todo con Sergio Lippi como técnico, donde ascendimos al Argentino B, al Argentino A, fue una etapa muy buena. La gente del club estaba enloquecida con nosotros”.
En el medio, pasó por otras instituciones y nunca dejó de dar ni de tomar cursos. “La capacitación constante es fundamental”, asegura.
Desde hace varios años está instalado en la ciudad de Colón, trabajando en el Club Barracas. “Estuve en dos regionales y ahora estoy de nuevo ahí. Estamos muy bien”, asegura.
En el exterior
Alcolea también hizo una buena parte de su carrera en el exterior. En Colombia fue convocado por la Academia Internacional Argentina Colombiana, que estaba en Quindío. “Yo miraba jugadores y los recomendaba –explica– y la academia veía si los podía sumar a los clubes importantes de allá”.
También estuvo dos años en el Regional Preferente, una liga de Valencia: “Pasé por los clubes Guadassuar, Barrio La Luz y otros. Estuve un mes con Rafa Benítez y Pako Ayestarán, cuando estaban en el Club Valencia, para ver cómo trabajaban en la pretemporada. Ahí hice una maestría en fútbol”.
Entrenó un mes al Club Jarabacoa de República Dominicana, en un grupo de trabajo con técnicos colombianos, “pero no llenaron las expectativas” y si bien los dominicanos querían que Alcolea se quedara, él se marchó con su grupo.
Ese equipo recaló en el Club Atlético Guanare, de la segunda división de Venezuela, al que había que salvar del descenso en dos meses. “Trabajamos muchísimo y pudimos hacerlo”, afirma, pero por una cuestión de salud debió regresar a Argentina.
Según dice, su paso por el exterior fue muy importante: “Esas experiencias fueron grandiosas y me permitió ver que un venezolano no tiene nada que ver con un dominicano, que a la vez es distinto al colombiano y al valenciano. Son culturas e idiosincrasias diferentes. Y eso es muy enriquecedor”.
“Mi trabajo me permitió tener una gran cantidad de amigos, me dio la posibilidad de conocer lugares y países, y de aprender muchísimo”.
Balance
Como preparador físico, Alcolea busca que sus equipos “tengan mucha intensidad”, es decir, que puedan sostener el ritmo desde el minuto cero hasta el noventa. “Todo tiene su riesgo y puede traer lesiones, pero a la intensidad bien trabajada no hay con qué darle”, asevera.
En su formación, adquirió conocimientos futbolísticos, para colaborar con el entrenador: “El jugador debe tener resistencia, velocidad, salto, pero yo también tengo que saber de lo técnico y lo táctico para que, si el entrenador quiere hacer algo específico, yo pueda preparar al deportista para hacerlo”.
Y al momento de hacer un balance sobre su carrera, concluye: “Si volviera a empezar, haría lo mismo. Tal vez buscaría más la alta competencia, permanecer más tiempo en clubes profesionales, porque cuando uno sale de las grandes ciudades, se hace más difícil porque es cierto que ‘Dios está en todas partes pero atiende en Buenos Aires’. No obstante, esto me permitió tener una gran cantidad de amigos, me dio la posibilidad de conocer lugares y países, y de aprender muchísimo”.
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