A principio de los 90, era tal la calidad que Daniel “el Mago” Cangialosi desplegaba en las canchas de fútbol de la Primera B Nacional, que la hinchada de Sarmiento tenía un canto que le pedía al director técnico Alfio Basile que lo convocara a la selección.
Fue un típico enganche, de los que ya casi no hay. Con la 10 en la espalda, hizo delirar a los simpatizantes verdolagas y su juego exquisito lo llevó a jugar en la Primera División con Vélez y Platense, para luego irse a Chile.
Se retiró joven, con menos de 30 años, pero dejó una huella imborrable en la memoria de los sarmientistas que, aún hoy, cuando cierran los ojos todavía pueden recordar sus regates y alguna magnífica pegada suya colgando la pelota en un ángulo.
“El fútbol es lo más lindo que hay, te satura lo que hay alrededor”.
Del campito a Sarmiento
Cangialosi se crió en el barrio San Cayetano y en el potrero del barrio Evita. Fue recién a sus doce años cuando fichó para Sarmiento. “En ese entonces estaba Moyano, un hombre que andaba en bicicleta mirando los campitos y llevando chicos al club. Él fue el que me invitó”, recuerda.
Apenas lo vio moverse, Horacio “Taqueta” Barrionuevo lo ubicó de enganche, el puesto que ocupó durante toda su carrera.
Hizo todas las inferiores de Sarmiento y a sus 16 años el técnico Julio Apariente lo llevó a practicar con el plantel que en ese entonces jugaba en la Primera C. Primero fue al banco y debutó en un partido contra Luján. “Es un momento inolvidable para mí”, asegura.
“El jugador nunca deja de serlo, yo sigo siendo futbolista”.
Su paso por el Verde
De a poco fue ganando minutos, hasta que llegó a la titularidad y en 1991 ascendió con Sarmiento a la Primera B: “En ese entonces había muchos chicos de Junín y ahí se vio el trabajo de Taqueta, porque eran varios los jugadores que había formado él: los hermanos Claudio y Gustavo Vigorelli, Gustavo Olavarriaga, Gastón Merlo, Ricardo Cajiao, Norberto Mastrángelo, Ernesto Pereyra”.
A partir de ahí la carrera de Cangialosi fue creciendo y se coronó con el ascenso al Nacional B en 1993. “Me sentía muy bien –recuerda–; al año siguiente descendimos de la B Nacional, y más allá de lo difícil de bajar de categoría, me fue bastante bien en lo futbolístico, salvo en la última parte, y metí catorce goles”.
Fue en esa época cuando los hinchas veían su magia en las canchas y soñaban con que Basile lo convocara a la selección.
A Primera
Con Sarmiento otra vez en Primera B, Cangialosi se pasó seis meses en Lincoln entrenando bajo las órdenes del profesor Fernando Signorini y luego fue a una prueba en Vélez Sarsfield, donde el mismísimo Carlos Bianchi lo convocó para jugar en el equipo que venía de ser campeón del mundo.
“A Bianchi no le gustaba jugar mucho con enganche –cuenta–, estuve seis meses, hubo partidos en los que me sentí bien y otros en los que me sentí mal. A veces me costaba enganchar con mis compañeros porque era un equipo muy estructurado, que ya estaba armado y funcionando”.
Entonces se fue a Platense, “en un equipo muy bueno, con Ángel ‘Matute’ Morales, Esteban ‘el Bichi’ Fuertes, Mariano ‘el Loco’ Dalla Libera, Pablo Erbin y otros”. Ahí jugó un poco más, pero no era titular indiscutido por lo que, cuando le salió la posibilidad de ir a Chile, se fue. Allá pasó por Deportes Concepción, Audax Italiano y otra vez Concepción.
El retiro
Terminada su estadía en Chile, creyó que era momento de colgar los botines y así lo hizo. Tenía apenas 29 años: “Llegó el momento en que el fútbol me hartó, me había salido la posibilidad de tener mi agencia de quiniela y dije ‘no juego más al fútbol’, porque no quería más”.
Estaba trabajando en su agencia cuando los dirigentes de Sarmiento lo convencieron para volver. “Me costó un montón”, dice a modo de resume, para luego ampliar: “A veces uno se equivoca, y a mí no me sirvió ese regreso. Era un equipazo, que hizo récord de puntos pero no había ascenso directo, así que se jugó el reducido y perdimos con Temperley. Ahí se terminó mi carrera”.
“El fútbol me dejó muchas enseñanzas de vida, de jugar en equipo y pelearla juntos, porque a veces es difícil que todos tiren para el mismo lado”.
Balance
Cangialosi está convencido de que “el fútbol es lo más lindo que hay”, pero terminó cansado de lo que rodea al deporte: “Te satura lo que hay alrededor, ves muchas injusticias. Tuve la desgracia que a los lugares donde fui siempre me costó mucho cobrar”.
Estuvo muchos años apartado hasta que, por invitación de un amigo, hizo el curso de director técnico. En esa faceta ya, entrenó en las inferiores de River y de Rivadavia. “Para mí fue un gran aprendizaje y también los chicos me han enseñado mucho –asegura–, ahora me gustaría probar en una primera, a ver qué pasa”.
Y al momento de hacer un balance, concluye: “El jugador nunca deja de serlo, yo me cansé de lo que viví en ese tiempo pero sigo siendo futbolista. Es lo que amo. El fútbol me dejó muchas enseñanzas de vida, me hizo conocer gente, ver cómo viven otros, de jugar en equipo y pelearla juntos, porque a veces es difícil que todos tiren para el mismo lado. Hacía algo que me gustaba y, aunque cobraba mal, podía vivir”.
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