Una consecuencia de los problemas económicos que se advierten en la calle pasa por un aumento de la demanda en los merenderos y comedores barriales de nuestra ciudad. En efecto, referentes de distintos lugares en los que dan almuerzo o una copa de leche confirmaron a este medio que concurren más chicos y también, en algunos casos, adultos.
Asimismo, se advierten mayores dificultades para conseguir colaboración y donaciones, al tiempo que se hace cuesta arriba el pago de las garrafas necesarias para cocinar y calefaccionar.
Democracia ya dio cuenta de la situación de estos emprendimientos que, en muchos casos, se sostienen por el trabajo de gente que son tan vulnerables como los chicos a los que asisten. El año pasado este medio publicó que en pocos meses habían abierto en Junín al menos nueve comedores y merenderos, y que hay no menos de 24 en la ciudad, que dan de comer a cientos de chicos.
En varios de ellos, la situación se está complejizando aún más de lo que ya era.
“Está muy difícil”
En Larrory 1220, a pocos metros del Hospital, funciona el comedor “Narigueta”, un espacio en donde todos los sábados al mediodía se les da de comer a unos 70 chicos y 10 madres.
Margarita Carballo, responsable de este emprendimiento, admite que en los últimos meses hubo un aumento en la demanda: “Se ve que la situación está cada vez peor, hay pibes de otros barrios que no venían y ahora sí. Hay un comedor en La Vaca, otro enfrente del cementerio, es decir que hay unos cuantos, sin embargo también hay chicos de esos lugares que vienen acá”.
Uno de los servicios que brindan es el de ir a buscar a los chicos en un utilitario, pero Margarita asegura que “se está poniendo un poco feo porque el vehículo cobra y se hace difícil poder pagarlo”. Según dice, “la ayuda que hay hoy no es la misma que había antes, está mermando”.
Aun cuando este es uno de los emprendimientos que todavía se mantiene sin mayores sobresaltos, Carballo reconoce que “el asunto está muy difícil”.
Y agrega: “Lo mismo sucede con la ropa, cada vez nos piden más. Se ven las necesidades, las mismas mamás que nos ayudan nos cuentan que en el comedor del colegio antes les repetían la comida, y ahora no”.
“Hay mucha necesidad”
En el barrio Ricardo Rojas está “Frutillitas”, un comedor comunitario ubicado en Trabajadores Argentinos 1372, donde almuerzan todos los días unos 20 chicos. Aunque los días en los que no hay clases o llueve, el número trepa a 30 o más.
“Siempre se agregan chicos, hay algunos nuevos, porque también se han ido algunos que ya son grandes”, señala la mentora de este espacio, Ana Solís.
Respecto de la situación actual, explica: “En el último tiempo se ve que hay mucha necesidad, uno lo ve en los chicos en la manera de comer. Por eso uno trata de darles lo mejor y que, por lo menos acá, coman bien”.
Solís también remarca que los aumentos en los insumos y las tarifas hacen más complicado el panorama. “Se me hace muy difícil con la garrafa –cuenta– porque tenemos que prender dos garraferas. Tenemos una persona que dona alguna cada dos meses, pero son cuatro garrafas por mes que gasto, y cada una cuesta 300 pesos”.
“Hemos retrocedido”
El “Centro Comunitario Amcipa” de Villa del Parque recibe entre 40 y 50 chicos todos los días hábiles a los que se les da apoyo escolar, tienen actividades recreativas y también toman la merienda.
Juan Catania, promotor de esta iniciativa, sostiene que “la situación ha cambiado sustancialmente” en el centro comunitario: “Hemos vuelto cuatro o cinco años para atrás. Nosotros estamos acá desde 2010 y, desde que arrancamos, fuimos acomodando las cosas, pero hoy retrocedimos, se ve en la violencia, otra vez volvemos a tener peleas y ese tipo de cosas, y por supuesto que vienen con hambre, lo que uno les da para comer, lo devoran, toman cuatro o cinco tazas de leche. Entonces el panorama es difícil”.
“Se ven caritas nuevas”
En “Esperanza de Cambio”, ubicad en Avenida República 1333, barrio Norte, todos los sábados almuerzan entre 40 y 50 chicos, mientras que los viernes dan apoyo escolar y merienda.
“Los chicos rotan, pero en los últimos tres o cuatro meses uno ve que hay más demanda, se ven caritas nuevas”, explica una de sus referentes, Marcela Barrera.
Según dice “con los aumentos de precio se hace un poco más difícil”, aunque el comedor depende de una ONG que ayuda mucho.
“Un momento bravo”
Hace siete años que en Paraguay al 1700, barrio Almirante Brown, se encuentra el comedor “Nueva Esperanza”, adonde 38 pibes y nueve madres una merienda los lunes, miércoles y viernes, y un almuerzo los sábados.
“Nunca nos ayudó el municipio ni nadie, los políticos a veces pasan en las elecciones y te tiran algo, pero después no se los ve más”, comenta uno de sus referentes, Sergio Galván.
Según su análisis, “se ve que hay más necesidades”, y ejemplifica: “La semana pasada vinieron cinco chiquitos nuevos, uno que trajo a su primo, o a un vecino o a alguien, y así tenemos que conseguir para todos. Es un momento bravo”.
Galván también remarca que en el comedor consumen seis garrafas por mes, a un costo de 300 pesos cada una. Y también sostiene que las donaciones son más difíciles de conseguir: “Nosotros pedimos en un lado y cuando se corta pasamos por otro. Hay un lugar que nos da 14 panes los lunes, miércoles y viernes, y a veces no alcanza. Y cuando nos dan pan oreado, lo agarramos y hacemos tostadas, budín de pan o lo que sea. Un molino me daba harina, con el que hacíamos pan, a veces pizzas, pero me dijeron que hay faltante de trigo y ya no me dan más”.
“Se agregaron muchos”
El comedor “Los Peques”, de Camino del Resero y Dr. Possio, en el barrio 8 de Agosto, atiende unos 50 chicos a los que les dan la merienda los lunes, miércoles y viernes, y la cena los martes y jueves. Es uno de los que más creció, ya que el año pasado atendía a unos 30 pibes.
“Se agregaron muchos en el último tiempo”, explica Natalia Correa, de Los Peques.
También festejan los cumpleaños de todos los chicos que cumplen en cada mes.
“Para conseguir las cosas no tenemos mucho problema –agrega Natalia–, hacemos pedidos en el Facebook y siempre alguien nos dona. No nos podemos quejar, la gente es muy colaboradora”.
“Un termómetro”
Desde hace años, en Camino del Resero y República funciona el comedor “Hermana Concepción”, a cargo de la asociación A Tiempo. Allí meriendan todos los días unos 70 chicos. Solían dar almuerzo los sábados, pero la obra de la construcción de un jardín maternal los obligó a dejar de hacerlo por un tiempo.
“El comedor siempre fue un termómetro de cómo va el país. No he visto una gran diferencia, aunque también es cierto que la gente rota bastante”, explica la impulsora de este espacio, Betty Melcon.
En cuanto a las donaciones, A tiempo es una agrupación que tiene mucho apoyo de la sociedad: “Hay mucha gente que ayuda. El sábado pasado el grupo Coral Junín hizo una presentación y a partir de eso nos colaboraron con leche, galletitas, azúcar, cacao, y se nos aportó muchísimo. Cuando hacemos eventos y pedimos un alimento no perecedero, lo mismo que en una maratón en la que pedimos útiles escolares, también recibimos mucho. La gente responde”.
Este fin de semana, representantes de una tarjeta de crédito, que es sponsor de la Selección Nacional de Fútbol, entregaron 22 pares de botines y pelotas para los chicos que concurren al lugar.
“Las carencias son más grandes”
“Casa Calcuta” es un emprendimiento de exalumnos de la Escuela Hogar Belgrano mediante el cual, todos los sábados dan el almuerzo a 20 o 30 chicos del barrio San Martín. Los jóvenes cocinan la comida en la escuela y se juntan con los niños en la plaza de San Lorenzo y Almafuerte adonde les organizan juegos y actividades recreativas, para luego comer al aire libre en la misma plaza.
“Siempre tuvimos entre 25 y 30 chicos todos los sábados, ahora por ahí tenemos algunos menos, porque los días son más fríos y estamos a la intemperie, por eso hay algunos que no van”, explica María José Bottasso, una de las voluntarias de este proyecto.
Para Bottasso, “lo que se ve es que las familias necesitan cada vez más”, y ejemplifica: “Siempre nos piden más colaboración, ahora piden ropa de invierno, frazadas, estufas, mucho calzado, cosas que no tenemos porque la gente a veces dona lo que le sobra y no lo que necesitan los chicos”.
De acuerdo a su análisis, “las carecías son más grandes y en esta época difícil para todos, en ellos se nota más”.
“Aparecen chicos nuevos”
En el comedor “La Favela”, ubicado en Intendente de la Sota y José Hernández, enfrente del Cementerio del Oeste, se da apoyo escolar y merienda una vez por semana, y almuerzo los sábados. Los beneficiarios de esta iniciativa son unos 50 chicos de entre 3 y 15 años.
Omar Vega, uno de los voluntarios que llevan adelante este emprendimiento, cuenta que aquí vienen pibes de los barrios San Jorge, La Celeste y La Vaca, principalmente: “Dos por tres aparecen con alguien más, con un chico nuevo o que no conocemos”.
Vega, ex empleado de un frigorífico, es el encargado de conseguir la carne. Entre eso y la gente que colabora, puede sostener este proyecto en pie.
“Además –agrega–, somos un grupo de 30 muchachos que ponemos 100 pesos por mes y con eso pagamos el gas y otras cosas que necesitamos. También hacemos polladas y otros eventos para recaudar, y este año vamos a hacerlo para que el Día del Niño todos los chicos tengan un regalito”.
“Vienen familias completas”
“Los Bombitos” son cuatro merenderos en los que trabaja el Movimiento Evita de Junín y la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP). Hay dos en el barrio La Celeste, uno en Almirante Brown y otro en San Francisco de Asís.
“Tenemos mayor demanda”, señala Maxi Lovisolo, uno de los voluntarios que colabora con estos lugares. “Desde hace tres meses –agrega– estamos viendo que lo que se da dejó de ser un suplemento para los chicos y pasaron a venir familias completas: además de los chicos se quedan sus hermanos más grandes, la madre, hemos tenido casos de abuelos, tanto en el comedor como el merendero”.
Asimismo, afirma que también “se complica conseguir el gas, ya que utilizan la misma garrafa para cocinar y calefaccionarse, y por eso se consume bastante”.
También adultos
Pablo Rodríguez, uno de los voluntarios de la agrupación solidaria Don Ito, sostiene que “es real que aumenta la demanda” y eso lo ven cuando hacen las recorridas por los comedores: “Hay más pibes”, enfatiza.
Rodríguez agrega que esta situación crítica también la vive como voluntario: “Por ejemplo, ahora estamos haciendo una colecta de leche para llegar a cien litros, el año pasado a esta altura –a los quince días– ya habíamos superado ese objetivo, mientras que este año en el mismo lapso todavía no lo alcanzamos”.
Sobre la ayuda, Luciano Polo ex secretario de Acción Social y hombre que colabora con varios merenderos, considera que “la gente humilde es la que más labura, pone empeño, sale a pedir, recibe donaciones, y se colabora cada vez menos pero no porque no quieran, sino porque está complicado”.
Según su análisis, al haber tantos merenderos, la ayuda está mal dividida, entonces algunos reciben mucho y otros menos.
“Pero además –agrega–, el que antes ayudaba a dos ahora lo hace con uno solo, porque el colabora es el laburante y tampoco la está pasando muy bien. Nosotros tenemos la ventaja de estar trabajando en conjunto con el Colegio Marianista y eso ayuda. Y también vemos en nuestra página que aumenta la demanda de alimentos: si antes teníamos diez pedidos de ropa y uno de alimentos, hoy la relación es inversa”.
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