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Federico Troia: “Delfines de Etiopía transmite honestidad”

Además de ser un destacado odontólogo, es uno de los frontman de la banda que ubicó al reggae en un sitio de privilegio en la escena musical local. También fue fundador de otra banda icónica: Las Morochas.

Dos pasiones: la música y la odontología son dos actividades que impulsan la vida de Federico Troia.
Dos pasiones: la música y la odontología son dos actividades que impulsan la vida de Federico Troia.

Todos los días, Federico Troia cumple con su trabajo de odontólogo, ya sea en su consultorio o en el del hospital. Pero cuando se saca el ambo, se pone jeans y gorro de lana y se sube a un escenario, se transforma en Fermín Molinari, nombre artístico y alter ego de uno de los frontman de Delfines de Etiopía, la banda que ubicó al reggae en un sitio de privilegio en la escena musical local y que llegó a codearse con las grandes ligas del rock.
No se trata de una doble personalidad, sino de las dos caras de la misma moneda.

Primeros años
Federico Troia se crio en Las Morochas e hizo su escolaridad en el Colegio Padre Respuela. Cuando egresó, se fue a hacer el ciclo básico en la Facultad de Medicina de la UBA pero regresó a los pocos meses.
Luego empezó a visitar a un amigo que estudiaba Medicina en La Plata y allá un estudiante de Odontología le sugirió hacer esta carrera. A Troia le gustó la propuesta y al año siguiente se inscribió y enseguida se enganchó con la carrera. “Lo hice muy a gusto, esa etapa fue inolvidable y ahí fui muy feliz”, asegura.
Una vez recibido, en el año 2000, se volvió a Junín.
Odontólogo
Comenzó a trabajar en IMEC y, antes de que el país estallara y con la ayuda de su padre, pudo comprar equipamiento para armar su propio consultorio, que finalmente pudo abrir.
Al mismo tiempo, concursó un cargo en el hospital y trabajó ad honorem durante diez años, hasta que le surgió el nombramiento y hoy es odontólogo de planta.
Dentro de la odontología hace, principalmente, implantes y endodoncia.
“Me gusta porque es una profesión muy artesanal –afirma Federico–, más allá de los insumos, la odontología tiene una parte artística y de artesanía que es muy interesante”.

Cromañón fue un antes y un después para el rock nacional. Federico Troia. Músico.

Más allá de los inconvenientes, nunca dejamos de tocar. Federico Troia. Músico.

La música
Hijo y nieto de músicos, el primer instrumento que empezó a ejecutar Troia fue la voz. Arrancó como vocalista de “El Altillo de la Abuela”, pero después pasó a la batería.
Una vez en La Plata, pasó por el trío Mandala, estudió canto y también empezó a tocar el bajo.
Entonces nació Las Morochas, donde Federico fue el primer bajista. “En ese momento había dejado de cantar –recuerda–, cuando me vine a Junín, mientras estaba en Las Morochas, armamos Los Delfines de Etiopía, donde estaba en la percusión y volví a cantar”.
Troia tenía las dos bandas en paralelo. Por aquellos años Las Morochas ya estaba en ascenso, había puesto un pie en Buenos Aires, pero la fatalidad de Cromañón trastocó todos los planes: “Más allá de los muertos, que es lo más importante, también fue un antes y un después para el rock nacional porque ya no hubo más lugares para bandas como la nuestra, cerraron muchos lugares por donde pasamos y que marcaron hitos en la música”.
Siguió con ambas bandas, hasta que se hizo imposible de continuar así y debió elegir una. Así fue como optó por Delfines.

Delfines
Según dice, Delfines nació como una idea de un grupo de amigos en donde “el reggae era el género que nucleaba a la mayoría de los músicos” que formaban parte de ese proyecto. “Empezamos a tocar, grabamos el primer disco, anduvimos por Junín y la zona, hicimos giras en la costa, fuimos al norte a grabar el video de Piquetero, hicimos mucho Capital y Gran Buenos Aires, y fue un crecimiento paulatino”, enumera Troia.
Cuando firmaron el primer contrato con Pinhead, su primera productora, pasaron de tocar en bares de Buenos Aires a Parque Roca, con 15 mil espectadores, en una fecha con Los Cafres y Dred Mar-I. “Esos son shows que no se dan a menudo y uno debe estar preparado si eso llega”, señala.
Inclusive, llegaron a girar por Europa (ver recuadro). 
Las circunstancias socioeconómicas, que son muy influyentes para la composición de un género como el reggae, también lo son para su desarrollo. “Más allá de los inconvenientes –dice Troia–, nunca dejamos de tocar. No obstante, este es el momento con menos presentaciones, aunque es algo que les pasa a todos, nadie escapa a esto”.

Balance
Federico Troia fue promotor de las que, tal vez, sean las dos bandas más importantes de la escena local de los últimos 20 años.
En tal sentido, explica: “Las Morochas es una banda legendaria porque hace muchos años que vienen tocando, llevan mucha gente y se bancaron todos los palazos, y Delfines es una banda que tiene algo que es muy difícil: Delfines transmite honestidad, y eso se da cuando vos sabés que lo que están cantando esos pibes es de verdad. Cuando te vas de un recital de Delfines, llegás a la esquina y alguna canción te quedó resonando, podrá gustarte más o menos pero nunca vas a cerrar la puerta para dejar de escucharlos”.
Y, al hacer un balance, siente que hay contactos entre el odontólogo y el artista: “En muchos puntos, en el gusto, en el arte que hay en una cosa y en la otra, y también en el feeling que tenés que tener, tanto tocando y cantando como atendiendo. Uno siempre tiene que utilizar las armas de seducción para abordar a un paciente o a un espectador”.

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