En el saber popular, hay una frase que es utilizada para poner a prueba la probidad y honestidad de una persona: ¿le comprarías un auto usado? Y en ese marco, una respuesta afirmativa se convierte, entonces, en una suerte de certificación de integridad y rectitud.
Elio Imperatori fue el primero en abrir una concesionaria de autos de segunda mano, y en los últimos 60 años vendió miles y miles de ellos. De esta manera, fueron generaciones las que han contestado –en los hechos– positivamente a aquella hipotética pregunta sobre él.
“Yo he sido muy correcto, y la gente también lo fue con nosotros”.
Su origen
Hijo de un italiano y una asturiana, Imperatori es el menor de dos hermanos. Hizo la primaria en la Escuela N°16 y la secundaria en el Industrial, donde egresó como técnico mecánico.
Mientras estudiaba, hizo varias changas en talleres mecánicos, y en 1955 se compró una camioneta Chevrolet modelo 1929. “En ese entonces, ni pensaba en vender autos”, recuerda.
Trabajó vendiendo tractores en los campos y chacras de la zona. Poco a poco fue comprando autos que la gente del campo solía dejar tirados, y con su hermano los reparaban.
En 1960, cuando terminó el servicio militar, regresó a Junín “con toda la intención de vender autos”.
Ventas de autos
Con su hermano comenzaron de a poco. Los compraban, los reparaban y los vendían. Pero ya en 1964 tenía no menos de quince autos. En ese entonces ya empezó a ir a concesionarias de Buenos Aires, de donde traía Fiat 600, 1500, Isard, Renault Gordini, 4L, Citroën, DKW, Peugeot 403, 404, y muchos otros. “Había gente que me dejaba la plata para que les vaya a buscar un auto, o sea que me lo pagaban por adelantado”, comenta Imperatori.
Después la dio más importancia a los cero kilómetro, “porque se hizo más difícil el negocio del usado” para los que iban a buscarlos a Buenos Aires. Entonces vendían los nuevos y tomaban los usados.
Ya en los años 80 quiso “dar un salto”, mejorar. En ese entonces habían abierto otras concesionarias dentro del mismo rubro “y estaba la fama del vendedor de autos como tramposo”. Imperatori buscaba que no lo mezclen en ese lodo. “Había hecho las cosas muy bien en la vida, por eso quería dar un paso”, y la apertura de la importación fue una oportunidad.
Tuvo una reunión con los importadores de Toyota, “pero no pudo ser porque estaban en negociaciones con Buisan”. Entonces fue recibido por los representantes de Datsun y al poco tiempo le dieron la concesión de la marca: “Al principio compramos siete autos y seis camionetas, estas últimas se vendían, pero los coches eran difíciles de ubicar. Vendí algunos, pero no era nada fácil”.
Al tiempo, Oscar León González –que era el hermano del reconocido automovilista José Froilán González– le ofreció las camionetas Chevrolet Silverado y Cheyenne. “Me abrió una cuenta y me dejó dos sin necesidad de pagarlas, las podía abonar cuando las vendiera –cuenta–, las pedían como naranjas: debemos haber vendido más de cien”.
“Es una satisfacción ver cómo soy tratado donde sea que vaya”.
Otra etapa
Cuando se volvió a cortar la importación, trajo más usados, un negocio que nunca abandonó.
En los 90 abrió una sucursal sobre la avenida Benito de Miguel. “Fue algo que nos pareció interesante porque nosotros estábamos muy identificados con Villa Belgrano, y allá anduvimos bien, captamos un público que no venía para acá, de otras ciudades, que entraban a Junín por Benito de Miguel”, comenta. No obstante, los gastos eran muchos, por lo que cuando bajó la venta, cerró ese salón.
“De ahí para adelante el camino es más conocido –agrega Imperatori–, tuvimos que luchar con una cantidad enorme de revendedores, y si bien trabajábamos bien y la gente compraba, ya no era lo mismo”.
“Me queda hacer un enorme agradecimiento a toda la gente que compró y a la que vino y no compró, porque lo que interesa es haber tenido ese contacto”.
Balance
Elio siguió trabajando incansablemente hasta hace dos años, cuando lo operaron del corazón. Entonces bajó el ritmo. Hasta que, finalmente, en junio del año pasado, cerró su local. Y sigue haciendo algún trabajo en su casa, aunque está prácticamente retirado. “Junín se convirtió en una ciudad muy difícil para vender autos usados porque ha sido invadida por concesionarias de otros lados, que son capitales impresionantes, muy grandes, y contra eso no se puede competir. Por más habilidad y nombre que uno tenga, se hace muy complicado”, afirma.
Con todo, al momento de hacer un balance, concluye: “Lo que me queda es hacer un enorme agradecimiento a toda la gente que compró y también a la que vino y no compró, porque más allá de haber hecho negocios o no, lo que interesa es haber tenido ese contacto. Y lo hemos tenido con infinidad de personas, hoy en día yo salgo a la calle y me encuentro gente amiga por todos lados. Esas son las grandes satisfacciones que tengo y quisiera pagarlo de alguna manera, porque yo he sido muy correcto, pero la gente también lo ha sido con nosotros, y no solo de Junín, porque hemos vendido en toda la zona. Dicen que el negocio de los autos está conceptuado como algo oscuro, sin embargo, para mí es una satisfacción ver cómo soy tratado donde sea que vaya”.
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