Jorge Yeber se inició en el atletismo gracias a una apuesta. Cuando jugaban al fútbol en el campito él y Carlos Muiño eran de los primeros que elegían, más que por la habilidad con la pelota, por lo mucho que corrían. Un sábado se armaron dos bandos que discutían sobre quién era más rápido, y tanto duró el debate que terminó en una apuesta entre todos para ver quién corría más. Entonces, Muiño y Yeber participaron de una carrera de siete kilómetros organizada por los ferroviarios. “El Turco” salió segundo en la general y cambió el fútbol por el atletismo.
Su carrera fue muy exitosa en una época en que el atletismo era un deporte muy competitivo, llegando a ganar numerosas carreras. Además, fue campeón nacional y representó al país en competencias internacionales.
“El atletismo me dio felicidad, es un deporte muy sano”.
Sus inicios
Yeber nació en la localidad de América. A los diez años se fue a Arenales y pocos meses más tarde la familia recaló en Junín donde terminó el primario y el secundario en la nocturna.
Siempre tuvo que trabajar. Ya a los nueve años lavaba copas en un club de América. Acá fue canillita, se desempeñó en una gomería, con un martillero público, “un poco de todo”.
Jugó al fútbol en Sarmiento, hasta aquella carrera que torció su destino. Empezó a correr en el mismo club, con el entrenamiento de Roberto Tudisco.
Participó de algunas carreras locales obteniendo muy buenos resultados, hasta que lo vio Felipe Stamponi, que en ese entonces era el entrenador del equipo argentino de atletismo, y le dijo que tenía muchas posibilidades de integrar ese equipo. Así empezó a entrenar con Stamponi en Chacabuco.
Lo inscribieron en la Agrupación Atlética Chacabuco y su primer torneo como federado fue un selectivo para el Sudamericano, que se iba a disputar en Perú.
Luego se coronó campeón argentino juvenil en los 3000 metros llanos y subcampeón en los 1500, lo que le valió la clasificación al Sudamericano, en 1974, donde participó en los 3000 y quedó sexto.
Una carrera exitosa
A su regreso pasó a la categoría mayores y empezó a competir en calle y en pista, en 3000 y 5000 metros. Corrió en varias provincias argentinas, en Chile, Brasil, Colombia y hasta hizo dos veces la maratón de Los Ángeles.
“Yo no quería saber nada con la maratón –recuerda–, pero la primera que corrí entré cuarto. A mí me habían conocido en San Silvestre, Brasil, y me recomendaron como el mejor maratonista argentino, aun cuando había corrido una sola. Igualmente me invitaron a participar en Los Ángeles”. Allí corrieron doce mil participantes y Yeber entró 19 en la general, tercero en su categoría, y fue el primero entre los atletas latinoamericanos. Terminó tan ampollado que para sacarse las zapatillas se las tuvieron que cortar porque tenía la piel pegada.
Tres semanas después se hizo un selectivo para un Sudamericano, donde ganó en las pruebas de 5000 y 10.000 metros. “Después de esa competencia vinieron Osvaldo Suárez y Domingo Amaison, leyendas del deporte, para felicitarme”, recuerda. Sin embargo, no lo incluyeron en el equipo para el Sudamericano.
“Vengo de una familia muy humilde y el atletismo me hizo conocer muchos lugares, me dio muchos amigos y hoy me sigue abriendo las puertas en la vida”.
Ese mismo ganó la Maratón Adidas con un tiempo de dos horas 18 minutos.
En 1987 participó del Campeonato Mundial, en Roma. Fue una carrera que se corrió a las 4 de la tarde, con mucho calor y humedad, y fue tan sofocante que abandonó faltando cinco kilómetros.
Su única cuenta pendiente, fue participar de un Juego Olímpico: “La segunda participación en el Maratón de Los Ángeles era selectiva para Seúl 1988. Ahí fui el mejor argentino y alcancé la marca mínima. Acá había un atleta de salto en alto, de Ferrocarril Oeste, que estaba becado en Checoslovaquia, y el Comité Olímpico, que no podía costear el viaje de ambos, decidió darle el respaldo al otro muchacho. Me quedé afuera en un escritorio”, recuerda con bronca.
Según dice, ese fue “un golpe muy duro”.
En su trayectoria, ganó todas las pruebas clásicas de la provincia: de Junín, Pergamino, Nueve de Julio, Carlos Casares, Chacabuco, entre otras. También en Córdoba, Mendoza, La Rioja, Chile y muchos otros lugares.
Corrió hasta los 31 años en buen nivel, y siguió un poco más en la zona un año más.
“Sigue siendo mi vía de escape, me serena, me tranquiliza”.
El atletismo
Más allá de su trabajo, de su militancia radical –fue concejal de Chacabuco hasta el 10 de diciembre– y de otras actividades, Yeber tiene sangre de atleta y esa es su pasión.
El deporte, dice, le dio todo: “Vengo de una familia muy humilde y el atletismo me hizo conocer muchos lugares, me dio muchos amigos y hoy me sigue abriendo las puertas en la vida. Me sigue dando alegrías. Y si estoy mal, sigue siendo mi vía de escape, me serena, me tranquiliza. Sobre todo, el atletismo me dio mucha felicidad y porque es un deporte muy sano, porque más allá de la rivalidad de una competencia, yo soy amigo de familia con muchos de los que corrían contra mí. Hoy me siguen poniendo ‘fenómeno’ o ‘genio’ en el Facebook, y no sé si es para tanto, pero eso genera una gran emoción”.
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