Mario Omar Guilloti se abrió paso en la vida a puro coraje mucho antes de subirse a un ring. Es que no la tuvo fácil: debió pelearla desde chico y con mucho esfuerzo llegó a ser un destacado deportista.
Como boxeador fue uno de los grandes. Fue medallista olímpico, panamericano y latinoamericano, además de campeón argentino. Y fue uno de los animadores del Luna Park en la época de oro del boxeo en ese escenario.
Pasó por diferentes ciudades y vivió muchos años en Junín. Y si bien su vida recorrió la parábola de muchos pugilistas, que caen en el ostracismo al que condena el paso de los años, la historia también le dio una revancha con la reivindicación que significó el homenaje que le hizo el Concejo Deliberante local, en octubre de 2013, así como los reconocimientos recibidos en Chacabuco –su terruño– y Zárate.
“Hoy no me siento olvidado, al contrario, me siento respetado y considerado por la gente de todas las ciudades en donde estuve”, le cuenta a Democracia desde su casa en Lanús.
“Yo era más que nada estilista, y también pegaba duro”.
Infancia dura
Guilloti nació en O’Higgins y, de acuerdo a su propia definición, su infancia “fue durísima”.
Desde muy chico tuvo que trabajar en el campo. También fue obrero en los hornos de ladrillo. Todavía estaba por ingresar a la adolescencia cuando empezó a boxear “por circunstancias de la vida”.
Según dice, desde el primer momento le gustó mucho. E hizo muchos sacrificios para poder seguir practicando el deporte. De hecho, vivía en una chacra ubicada en la localidad de Membrillar y se iba a entrenar casi todos los días en tren o en bicicleta.
Tenía 16 años cuando comenzó a pelear. Chacabuco, O’Higgins, Junín y otras ciudades de la zona fue en donde se vieron sus primeros golpes.
Amateur
Su buena performance dentro del cuadrilátero hizo que lo convocaran para participar de un campeonato que abría la posibilidad de participar de los Juegos Panamericanos de Winnipeg, de 1967. Guilloti ganó esa competencia y representó al país en Canadá, donde obtuvo la medalla de plata, ya que perdió la pelea final con un púgil cubano.
En el mismo año se hizo el Campeonato Latinoamericano, en Chile, donde volvió a quedarse con la medalla de plata, luego de caer con el brasileño Expedito Alencar.
Al año siguiente se realizaron los Juegos Olímpicos de México y allí viajó Guilloti con su esperanza. Ganó cuatro combates y en la semifinal perdió en fallo unánime contra el camerunés Joseph Bessala, lo que le valió la obtención de la medalla de bronce. Tan importante fue este logro que hubo que esperar 28 años para que otro argentino fuera medallista olímpico en boxeo, cuando Pablo Chacón se trajo también la de bronce de Atlanta, en 1996.
Continuó un tiempo más en el amateurismo, donde protagonizó, en total, más de 90 peleas para luego iniciar su carrera profesional.
“He perdido y he ganado, pero siempre bien plantado”.
Profesional
Debutó como profesional en Junín, venciendo por nocaut a Avelino Alegre. Tuvo algunos otros combates, hasta que se le abrieron las puertas del Luna Park. En su primera presentación en el que por entonces era el escenario mayor del box, se impuso a Ramón La Cruz, en la que fue, según él mismo lo dice, su mejor pelea.
En 1973 perdió la primera de las peleas que protagonizó con Miguel Ángel Campanino, tal vez su sombra negra, a quien enfrentó en cuatro oportunidades y nunca pudo vencer.
En 1976 se fue a Italia, donde residió dos años e hizo unas 17 peleas en diferentes países: Inglaterra, Holanda, Irlanda, México y, por supuesto, Italia.
En su regreso al país volvió a acariciar la gloria ya que el 12 de abril de 1980, con 34 años, se consagró campeón argentino al vencer en el Luna Park a Eduardo Jorge “Tito” Yanni.
Se retiró a sus 37 años, en 1983. “Llevaba mucho desgaste y decidí dejarlo”, admite, y agrega que extrañó el deporte “pero muy poco, porque ya estaba cansado”.
“Nunca tuve problemas con nadie porque traté de hacer lo mejor y mantuve una conducta intachable. Siempre me manejé como un profesional”.
El boxeo
Cuando dejó el boxeo vivió en distintos lugares: Zárate, Junín y, en este último tiempo, en Lanús. Y el deporte de los guantes siempre estuvo presente.
Guilloti asegura que “la vida de boxeador es dificilísima porque hay que cuidarse mucho y tiene muchos sacrificios”.
Y al recordarse como púgil, afirma: “Yo era más que nada estilista, y también pegaba duro. Metía una mano abajo y me resguardaba bien. Por ahí me faltaba un poco de velocidad”.
Balance
Mario reconoce que hoy está “un poco alejado” del box, aunque cuando puede asiste a alguna pelea.
Y al momento de hacer un balance de su carrera, concluye: “Nunca tuve problemas con nadie porque traté de hacer lo mejor y mantuve una conducta intachable. Siempre me manejé como un profesional. Deportivamente me fue bien, estuve en Italia, en Suiza, México, y estoy conforme. Me faltó solamente el título del mundo, pero no se dio. Estoy contento, satisfecho con lo que hice porque pude conocer el mundo, viví casi tres años en Italia y en todos lados dejé bien parado al boxeo argentino. He perdido y he ganado, pero siempre bien plantado”.
COMENTARIOS