Juan Manuel Azconzábal sabe que, si alguien le dice “Topeka”, seguro es un juninense. Para el mundo del fútbol es “El Vasco”, pero acá, en Junín, se lo conoce por el apodo que le quedó de chico, cuando su padre lo llevaba a la cancha y los jugadores de Jorge Newbery lo llamaban por la marca de los enteritos que usaba: Topeka.
“Cada vez que alguien me llama de esa manera y no estoy en mi ciudad, tengo una deferencia especial”, dice Azconzábal, que fue un futbolista profesional que jugó en equipos importantes –no sólo de Argentina– y ahora es director técnico, con experiencias en planteles de Primera División y Nacional B.
Su recorrido fue extenso y exitoso. Aquel chico que empezó pateando una pelota en el Club Mariano Moreno de Junín, llegó a mantenerse en la alta competencia durante quince años y a poder dedicarse de lleno al fútbol que –más que un deporte– para él es una pasión.
“La Escuelita de Moreno fue una etapa muy linda de mi vida”.
A Estudiantes
Su apellido tiene una ligazón histórica con el fútbol, ya que su padre y su tío fueron jugadores profesionales y entrenadores, así que su vínculo don ese deporte era “inevitable”, dice.
Azconzábal se crió en Las Morochas y a los ocho años ingresó “a la primera escuela de fútbol que se hizo en Junín”, que fue la de Moreno. “Soy agradecido de los lugares en los que fui feliz –afirma– y esa fue una etapa muy linda de mi vida, donde pasé muchos años y hoy en día tengo grandes amigos que conocí en esa escuelita”.
A los quince años ya jugaba en la Primera de Moreno y el fútbol era su único mundo: “Mi mamá siempre me decía que quería tener una placa de profesional en la puerta de mi casa, y yo le contestaba que iba a ser una de ‘futbolista profesional’. Fue mi anhelo desde que tengo uso de razón, sin vislumbrar lo que después se daría, de llegar a la alta competencia”.
Fue a sus quince cuando un observador de talentos de Estudiantes lo vio jugar y lo convocó para una prueba en La Plata. Superó ese test y quedó en el Pincha.
Profesional
A los seis meses de haber llegado a Estudiantes fue convocado para la selección nacional Sub-17 y salió tercero en el Mundial de Italia. Al otro año era titular en la Sub-20, y aunque Argentina no participó de ese Sudamericano, se enorgullece de haberse puesto “la camiseta de la selección en las dos categorías”.
Debutó en Estudiantes en el año 1994, en una goleada frente a Arsenal, cuando el Pincha estaba en el Nacional B. Era el equipo dirigido por Miguel Russo y Eduardo Manera que salió campeón seis fechas antes.
En el Pincha permaneció hasta el año 2002 y tuvo un vínculo muy fuerte con el club: “La esencia de las instituciones la hacen las personas, y a veces uno llega al lugar donde debe estar, y es lo que me pasó con Estudiantes porque tengo una identificación total con el club”.
Después pasó por muchos otros equipos: Estudiantes Tecos (México), Chacarita, Universitario (Perú), Emelec (Ecuador), Banfield, Independiente Medellín (Colombia), Rosario Central, Las Palmas (España), Atlético Tucumán, y Defensa y Justicia.
Los quince años como profesional significaron “un sueño cumplido” para Topeka: “Salí de una liga del interior en donde mi anhelo era enfrentar a Olimpo y a Douglas Haig en los torneos regionales y a los 16 años estaba jugando en la selección argentina. El hecho de haber sido jugador profesional fue un sueño cumplido, una etapa de la que tengo añoranzas del día a día, porque es un estilo de vida muy lindo para el que lo vive con pasión”.
“El fútbol me dio la posibilidad de cumplir con mi sueño”.
Entrenador
Una vez retirado, volvió –por supuesto– a Estudiantes. Esta vez como secretario técnico. Al tiempo, Miguel Russo dejaba la conducción del equipo y la dirigencia consideró que Azconzábal debía reemplazarlo.
“Lo acepté porque era Estudiantes, que es mi segunda casa –asegura–, y ahí si tengo que ser portero, lo seré, y si tengo que ser técnico, también. Siempre prioricé el sentido de pertenencia, nosotros pensamos que la solidaridad, el esfuerzo y el sacrificio hay que demostrarlo con hechos y en ese momento, sin preparación alguna, arranqué como entrenador”.
Empezó muy bien pero más adelante los resultados le fueron esquivos. Luego pasó por San Martín de San Juan, hizo una gran campaña con Atlético Tucumán –equipo al que ascendió a la Primera División–, y su último paso como DT fue en Huracán.
“Mi mamá quería tener una placa de profesional en la puerta de mi casa, y yo le decía que iba a ser una de ‘futbolista profesional’. Fue mi anhelo de siempre”.
Una pasión
Azconzábal respira fútbol. Está en su sangre y en sus genes. Lo deseó como nada y logró muchísimo. Llegó a jugar en once equipos de seis países distintos, y entrenó otros cuatro.
Por eso se muestra agradecido: “El fútbol me dio la posibilidad de cumplir con mi sueño y, después, me abrió puertas de todo tipo por cómo siempre traté de manejarme, porque esto te da una gran exposición y también te marca ciertos lineamientos que debés tener. Y hoy me permite, como técnico, disfrutar algo de lo que disfruté como futbolista, porque si bien hay un abismo entre el futbolista y el entrenador, me siento a gusto con esta nueva profesión”.
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