Raúl “Chuni” Merlo asegura que “los genes de basquetbolista” no provienen de su padre, que practicó ese deporte, sino de su hermano, quien fue el que lo llevó al Club Ciclista cuando tenía apenas cuatro años y desde entonces nació una pasión en él que se mantiene inalterable hasta el día de hoy.
A los ocho ya quería ser jugador profesional y fue esa determinación, más el sacrificio y el talento natural, la que lo llevó a ser uno de los exponentes más importantes de la historia de ese deporte.
Pasó por equipos de elite, formó parte de la Selección Nacional, jugó en Italia, fue convocado a numerosas ediciones del Juego de las Estrellas y por 22 años brilló en la constelación del baloncesto nacional, para retirarse en su amado Club Ciclista y luego dedicarse de lleno a su empresa de indumentaria deportiva que –como no podía ser de otra manera– está enfocada principalmente en el básquet.
“Junín es la ciudad basquetbolística del país por excelencia”.
Sus inicios
La mentalidad siempre fue clave para Merlo. De niño iba al Club Los Indios para ver cómo entrenaba Daniel Aréjula y luego intentaba imitar los movimientos que le había visto al “Mago”.
“En la escuela me echaban del salón porque me pasaba picando la pelota en clases”, recuerda.
Asegura que en las inferiores de Ciclista formaba parte de un grupo “de muy buenos jugadores”, entre los que destaca a Hernán Belfer, Guillermo Tamburini y Pipo Portinaro, entre otros. “Había mucha competencia interna y todos nos mejorábamos”, dice.
Cuando lo vino a buscar River, en 1985, sus padres no lo dejaron ir porque tenía que terminar el secundario. Al año siguiente, iniciaría su camino en la Liga Nacional.
Su camino en la Liga
Fue nada menos que León Najnudel quien lo llevó en 1986 a Sport Club de Cañada de Gómez para jugar la Liga Nacional.
Allí estuvo dos años y luego pasó a River: “Tener en el corazón el escudo de River, club del que además yo era hincha, no tiene comparación con nada. Fue una de las mejores experiencias deportivas que tuve”.
Así empezó su camino en la máxima categoría del básquet, donde pasó por una decena de clubes: Gimnasia y Esgrima, Pedernera Unidos de San Luis, Olimpo de Bahía Blanca, Olimpia de Venado Tuerto, Gimnasia de Pergamino, Peñarol de Mar del Plata, Independiente de General Pico, Gimnasia y Esgrima de Comodoro Rivadavia, Ciclista y Obras Sanitarias.
“Haber cambiado de club todos los años fue una gran experiencia –asegura Chuni– porque mi vida y mi personalidad se fortificaron de una manera terrible. Arrancar de cero todo el tiempo te hace fuerte de la mente, por eso hoy no me asusta ni me preocupa nada”.
“Estoy peleando para llevar el básquet callejero a los barrios. Hay que trabajar socialmente para insertar a los chicos y el deporte puede ser un medio para eso”.
También tuvo dos pasos por Italia. El segundo de ellos fue tan bueno que, a pesar de que tenía 38 años, le ofrecieron un contrato de ocho años para jugar hasta que decidiera retirarse y luego continuar como manager.
Sin embargo, regresó a Junín y jugó en San Martin y Ciclista, donde se retiró, en 2007.
En el medio, fue campeón del Sudamericano y de la Liga de las Américas con Independiente de Pico, y participó de la Selección Nacional durante doce años, lo que le dio “mucha jerarquía, el gran privilegio de sentir la camiseta del país en el cuerpo, de jugar torneos muy importantes y de conocer muchos lugares”.
“Cambiar de club todos los años fortificó mi vida y mi personalidad”.
Empresario
Chuni tenía ocho años cuando agarraba los mamelucos de su padre y la cinta de su madre para fabricarse pantalones como los que usaban los Harlem Globetrotters.
Por esa inclinación, que siempre permaneció, decidió hacer ropa deportiva, orientada al básquet. “Soy exitoso porque estuve 25 años en un piso de parqué y conozco los gustos de los basquetbolistas”, resume.
Comenzó de a poco, fue RRPP de Flash, en un momento pasó a ser socio de la empresa hasta que decidió seguir otro camino, por lo que la sociedad se separó en buenos términos y creó su propia marca: Runup.
Pasión por el básquet
Al analizar el deporte en la ciudad, Merlo es categórico: “Junín es la ciudad basquetbolística del país por excelencia”, señala enfático, para luego profundizar: “Hay un equipo como Argentino en la Liga A, Ciclista en el TNA, San Martín y Sarmiento en el Torneo Federal, Los Indios y Junín en el Provincial de Clubes, en una ciudad de 90 mil habitantes y sin apoyo político. Eso marca que somos la capital del básquet”.
Aunque es crítico de lo asociativo y lo formativo, no se queda en el cuestionamiento y pasa a la acción. Y en ese marco, afirma que su anhelo más profundo es seguir potenciando el deporte que ama: “El básquet no es un deporte que se pueda hacer en un campito, como el fútbol, sino que requiere de otra infraestructura donde te cuidan, te enseñan, te mejoran y se nivela para arriba. Hoy estoy peleando para poder llevar el básquet callejero a los barrios, para que esos chicos tengan las mismas posibilidades. Mi meta es trabajar en eso, hacer playones con aros, poner los profes, las pelotas, la ropa, darles las herramientas para que los nenes sientan que pueden hacerlo, porque hoy ellos creen que no. Hay que trabajar socialmente para insertarlos y el básquet puede ser un medio para eso”.
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