Las temperaturas más altas previstas para el verano estabilizarían y reducirían los campos anegados, y el próximo otoño sería más seco, lo que contribuirá para que desaparezcan las inundaciones en la región, según las proyecciones de distintos especialistas que, en líneas generales, coinciden en que el que viene será un verano más caluroso que el anterior.
Según el ingeniero agrónomo Eduardo Sierra, especialista en Agroclimatología de la Universidad de Buenos Aires, actualmente “estamos en una transición después de dos años muy lluviosos que pusieron en evidencia toda nuestra vulnerabilidad en los excesos hídricos”.
Sobre esto, el experto aclaró que “el sistema climático está queriendo tranquilizarse, dado que tenemos una circulación ecuatorial casi normal”.
Sierra detalló además que en este momento hay una gran circulación tropical, pero que para el viernes 3 de noviembre se espera una entrada de aire frío con heladas en la zona triguera del sudeste bonaerense. “Es una helada peligrosa para los trigos, que en este momento están prácticamente terminando la floración”, remarcó.
La temperatura empezaría a subir luego y a partir del 9 de noviembre volvería el viento norte, anticipando temperaturas primaverales. “Estamos esperando que la temporada 2017/18 sea una bisagra y que termine la racha húmeda”, indicó.
“El clima sudamericano no tiene un estado normal, o tiene sequía o inundación, y ahí viene otro peligro”, remarcó el especialista.
En cuanto al otoño que se prevé para el año que viene, Sierra adelantó que va a ser seco y que lo que posiblemente suceda es que “la primavera acentúe los anegamientos ya existentes que están bajando de a poco, el verano los estabilice, y con el otoño desaparezcan”.
Por último, señaló que el invierno fue “devernalizante” y explicó que eso ocurre en los años del “Niño” o “símil El Niño” como fue el 2017, que tuvo entradas aisladas de aire polar pero las temperaturas de fines de junio hicieron que desaparezcan.
Lo que viene
De acuerdo a la mirada de Matilde Rusticucci, en tanto, investigadora del Conicet, si se analiza “el índice de temperatura media global anual y las concentraciones de gases de efecto invernadero en el futuro, todas las proyecciones dan aumento de temperatura. Este aumento puede ser un grado más que hoy, o hasta 4 grados más que hoy. Va a depender de cómo el hombre trabaje con esas emisiones de gases efecto invernadero”.
En esta misma línea apuntan las proyecciones del meteorólogo Leonardo De Benedictis, para quien lo más probable es que se registre “una fuerte tendencia de ascenso, en especial de las temperaturas mínimas. Si uno toma la mínima y la máxima de los últimos 100 años, lo que se aprecia es una pronunciada curva de ascenso en las mínimas, pero no tanto en las máximas”.
Según el especialista, “esto hace que los inviernos no sean tan fríos. La cantidad de días con heladas del año 2000, comparadas con 1950, son muy inferiores a las actuales. Durante el verano es probable que haya continuidad. No hay factores que indiquen que la temperatura empiece a bajar. Puede haber un año más frío que otro, pero será efímero en una tendencia”.
Para Sierra, por último, el ascenso de las temperaturas, sumado a un clima más seco que se extenderá hasta bien entrado el otoño, posibilitará que empiecen a bajar las aguas en las zonas inundadas y que esto alivie así todas las zonas de cultivo que fueron afectadas con las últimas lluvias.
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