Hace diez años, luego de la devastadora pérdida de uno de sus hijos, Sandra Pirani se embarcó en una tarea gratificante pero por sobre todo sanadora: abrir un merendero en su barrio, Mayor López.
La propuesta surgió por parte de las asistentes sociales que la ayudaron en su momento más triste, aconsejándole que convirtiera su dolor en algo que lograra mejorar la vida de los chicos de su barrio. Y Sandra se aferró a ello con fuerzas.
Hoy, con un espacio propio en la esquina de las calles Ricardo Rojas y Etchepare, Sandra les da la merienda a los chicos del barrio, que de lunes a viernes la esperan religiosamente para tomar la leche.
Con cuatro hijos, Sandra no solo se ocupa de su casa y su familia, también se convierte en la mamá de cuarenta chicos cada tarde.
“Ser mamá por dos te llena el alma”, dice con su voz humilde y su mirada franca.
Su día comienza a las 8, cuando sus hijos mayores van a trabajar y ella se encarga de los dos más chicos, en edad escolar.
“Llevo a mis nenes a la escuela, al jardín, limpio mi casa y a las 17 abro el merendero”, cuenta.
Sandra espera que los nenes vayan llegando para luego servirles su taza de lleche con galletitas o lo que haya en el menú ese día.
“Ellos te esperan. Te dan un beso, un abrazo. Si uno está medio bajoneado, ellos te levantan el ánimo. Esas dos horas con ellos te dan un por qué”, confiesa.
Entrega y compromiso diario
La ayuda es constantemente requerida y según Sandra, “quienes más colaboran son los vecinos”.
Una vez a la semana, su cuñada la asiste con las tareas en el merendero pero asegura que no le sobran las manos.
“A veces son los mismos chicos los que me ayudan, se lavan su taza. Cuesta encontrar gente que venga a ayudar a servir o lavar”, dice pero por suerte, “los nenes más grandes, que tienen 15 o 16 y venían cuando tenían a lo mejor 8 o 9 son los que me ayudan. Ellos me dan una mano”.
Luego de diez años, los hijos de Sandra están acostumbrados a que su mamá lleve adelante la gran tarea que a diario la ven realizar, con entrega y un sacrificio que pocos pueden sostener.
“Mis nenes más chiquitos pasan tiempo conmigo en el merendero. Para la chiquita de cuatro es como otro rato en el jardín. Y el de ocho aprovecha y hace las tareas, ahí conmigo”, cuenta Sandra.
“Mis hijos mayores son changarines, pero cuando necesito una mano me la dan, van a cortar el pasto o lo que haga falta”.
Mamá del corazón
Hace un año y medio Sandra perdió a su mamá por lo que en este Día de la Madre, fecha especial, tiene sentimientos encontrados.
“Me pone triste porque mi mamá ya no está pero al mismo tiempo estoy contenta de ser mamá. De tener la familia que he formado. Somos muy compañeros entre todos y nos ayudamos mucho”, asegura.
La gigantesca y perseverante tarea de Sandra es conocida por muchos en la ciudad, pero sin dudas los más agradecidos son los chicos del barrio Mayor López.
“Para los chicos del merendero soy una mamá del corazón, su segunda mamá”, dice Sandra con orgullo.
“Algunos me regalan caramelos, me hacen cartitas, dibujitos, y eso es algo que tiene mucho valor para mí. La gente ve que siempre estoy acá. Aunque estuve complicada con mi mamá y tenía que cuidarla, la gente ve cómo se hacen las cosas. El esfuerzo y las ganas a pesar de todo”.
Más allá de las necesidades constantes del merendero, Sandra tiene fe en que todo prospere y puedan seguir adelante a pulmón y puro corazón.
“Con paz, con trabajo. Una familia demanda muchas cosas pero estoy conforme con lo que tengo, lo que he aprendido, con mi familia, mis hijos que son buenos hijos ante todo”, concluye orgullosa.
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