Recibida como maestra normal nacional, egresada del Colegio de la Santa Unión y luego como profesora de filosofía y ciencias de la educación, Ana María Iorio recorrió un extenso camino en la docencia del nivel secundario y terciario, además de haber sido directora, inspectora e inspectora jefe.
Una trayectoria de 54 años en la educación de la que asegura, no se arrepiente de haberla transitado y guarda consigo las mejores experiencias vividas.
“Vocación es una palabra tan poco usada”, dice Ana María casi como un reclamo. “Fundamentalmente dentro del ámbito docente pero aunque parezca una antigüedad yo creo firmemente en la vocación”.
Siempre se sintió atraída por la docencia, “por ver que podía hacer a través del trabajo de la docencia para ayudar a los niños, a los adolescentes, a los estudiantes, ayudarlos a través del trabajo docente, que no es fácil y que nunca ha sido fácil”, cuenta.
Tarea que en la actualidad se percibe difícil, pero en la que jamás ha dejado de creer en la formación de las próximas generaciones. “A pesar de las dificultades estoy absolutamente convencida que hay docentes que trabajan muy bien. No hablo de todos. Pero yo no dejo de creer en el docente. Por eso me dediqué tantos años en el nivel terciario a la formación de docentes y veo y creo que hay muchos que trabajan con tanta dificultad pero que trabajan muy bien”.
Pero además de la vocación, es necesario humanizar la profesión. “Primero tenés que dar para recibir, en la vida y en la docencia. El docente en su profesión tiene que brindarse a los alumnos. Es una profesión esencialmente humana. No debemos deshumanizar la profesión docente. Hay que pensar en los alumnos, hay que quererlos, a todos, sin distinción alguna”.
Hija de la sociedad
Cada vez que exigimos cambios y medidas en la escuela, revisiones y nuevas formas para afrontar la realidad educativa, estamos planteando una nueva mirada de la institución que no es más que una réplica de la sociedad.
“La escuela es hija de la sociedad. La sociedad actual es una sociedad multifacética, problemática, cambiante, imprevisible, eso no pasaba antes. Entonces la escuela no es una caja de cristal en una torre de marfil. Lo que pasa en la sociedad de alguna manera repercute en la escuela, por eso encontramos las mismas cosas que por ahí se encuentran en la sociedad”.
Pero la institución también educa, no solamente el maestro, el clima institucional también contribuye a la formación y como cada escuela es dueña de su tiempo son muchos los cambios constantes que atraviesa.
“Aquella escuela de antes que muchas veces añoramos, no vuelve más. Porque aquella escuela pertenecía a una sociedad que ya no es la de ahora. Una sociedad que tampoco va a volver. Entonces hay que entenderlo bien para ubicar también a la escuela de hoy, la que creo que está pasando un momento sumamente difícil pero yo tengo esperanzas a pesar de todo”.
Complementarse, no imponerse
“Los chicos son inteligentísimos, tienen unas "antenas" extraordinarias. Ellos saben valorar qué maestro tienen delante y según eso, los chicos también responden del mismo modo”, asegura Ana María al mismo tiempo en que hace hincapié en la importancia de que alumnos y maestros se complementen y que no sea solo una relación de imposición.
“Si soy apático, disperso, si no me dedico, si no corrijo nunca, no miro cuadernos, si en lugar de ser creativo soy rutinario, el chico lo percibe perfectamente. Los alumnos responden de acuerdo a lo que uno brinda, lo que uno da”.
Y, a pesar del momento difícil que atraviesa la educación, la ex docente cree que se debe dar más libertad a los maestros y directores. Tal vez depositar más confianza en la tarea que ejercen diariamente y por la que pueden responder.
“Por un lado se les pide a ambos que sean creativos y por otro lado está absolutamente pautado cómo deben hacer, enseñar, y la metodología a emplear”, asegura. Además de que se les pide a directivos y docentes una cantidad de papelería que es inentendible. “Creo también que hay que desburocratizar la escuela”, reflexiona.
Integración y libertad
Habiendo promovido la integración de chicos con capacidades especiales mientras era directivo de la entonces Escuela Normal, Ana María es una férrea defensora de la integración en el aula.
“Fui muy criticada hace muchos años, porque promoví integraciones, que fueron exitosísimas”, cuenta con satisfacción.
Sin dudas la tarea de la integración no es fácil y conlleva que el maestro o los profesores, según el nivel, tengan apoyo, ayuda de otros profesionales, algo que la ex docente asegura sin concesiones, que “el Estado debe procurar”. Además, es importante que no haya más de dos chicos integrados por curso.
“Creo que hay algunas problemáticas aún difíciles, se pueden integrar. Hay otras tal vez mucho más difíciles que a lo mejor no. Lo que sucede es que para poder hacerlo fundamentalmente el director del establecimiento, que de alguna manera es el responsable de favorecer la integración, debe trabajar con los docentes, con los compañeros de los chicos integrados, con las familias, con toda la institución”, explica.
“Es tan importante lo humano en la docencia”, reflexiona. “Los chicos tienen que aprender a respetar, conocer las dificultades de otros chicos, tienen que ayudar, colaborar, me parece que es muy importante”.
Creatividad docente
La profesora no dejó pasar la oportunidad para pedir más libertades para los maestros ante sus cursos. “El bien que hace una sonrisa, una palmadita, una aprobación y el tremendo daño que a veces hace una mueca, una actitud de desatención, por eso creo que en los planes de formación docente hacen falta disciplinas formativas, centradas en lo pedagógico sin despreciar la didáctica pero no el didactismo. Y, fundamentalmente, lo que a mí me ha sublevado siempre que se hable de la creatividad y que a los maestros les pauten todo. Hay que darle más libertad al docente”, finaliza Ana María Iorio.
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