Esta semana se conoció que el gobierno de Estados Unidos resolvió imponerle fuertes tasas a la importación de biodiésel proveniente de la Argentina e Indonesia, por considerar que este combustible alternativo está subsidiado en ambos países.
La medida fue confirmada por el Departamento de Comercio norteamericano en un comunicado emitido por la Comisión Nacional de Biodiésel en el que afirmaron que se impondrían aranceles compensatorios que irían desde un 50,29% a un 64,17% para el caso de Argentina, lo que arroja una tasa promedio de 57%.
A propósito de este tema, Democracia entrevistó al reconocido ingeniero Héctor Huergo, responsable de contenidos rurales del Grupo Clarín, y especialista en los mercados de granos y de biocombustibles
-¿Qué significa esta medida que tomó Estados Unidos?
-Significa un parate para una industria muy importante, que creció fuertemente en los últimos años con exportaciones por más de mil millones de dólares. Como para tener una idea: esto significa más exportación que las de carne vacuna, lácteos, pollos y otros productos de las cadenas agroindustriales. Esto es algo muy relevante y tiene, también, un efecto sobre la economía de los productores, porque el biodiesel se exportaba sin retenciones, por lo tanto, tenía influencia en la ecuación final que hace al poder de compra de la industria procesadora de soja. Es decir, hay entre 200 y 300 millones de dólares que se podían recuperar de los 8000 millones que paga el sector agropecuario en derechos de exportación, y como el biodiesel –que es una parte pequeña de ese complejo– estaba exento de retenciones, generaba un ingreso que, en parte, derramaba sobre toda la cadena. Esto quiere decir que el gobierno ahora, a lo mejor, logra recaudar un poco más y el sector sojero pagará más impuestos.
-¿Es decir que con esta medida podría aumentar la recaudación impositiva?
-Sí, es un colateral que no sé si fue buscado, algunos dicen que sí y por eso dudan de que el gobierno vaya a reaccionar ante esto, porque en una mirada a corto plazo. Significa, efectivamente, un incremento de la recaudación. Esto lo paga el complejo en su conjunto, incluyendo a su eslabón inicial, que es el productor agrícola. Hoy la soja paga un 30% de derechos de exportación, esto quiere decir que de cada tres barcos que se mandan al puerto se cobran dos. Si eso se convirtiera en aceite, en lugar de un 30% se pagaría un 27%, son unos tres puntos de mejora por el hecho de ser un producto procesado. Lo mismo sucede con la harina, que también paga el 27. Y el biodiesel, que se hace con aceite, no paga retenciones. Entonces, las empresas que producen aceite o que lo compran, lo procesan y se exporta como biodiesel sin derechos de exportación. Esto está aceptado internacionalmente y, de hecho, los europeos lo cuestionaron hace unos años por lo que se hizo un panel –que es una suerte de juicio– en la Organización Mundial de Comercio (OMC) y lo ganó la Argentina. Al eliminarse la posibilidad de exportar biodiesel a Estados Unidos –porque estos aranceles son prohibitivos– se deja a fuera a la industria elaboradora de este combustible, por lo tanto, eso que antes se exportaba como biodiesel ahora se va a comercializar como aceite o ni siquiera se va a procesar, sino que saldrá como poroto de soja. Todo eso significa menos ingresos para el país, en general, porque al ser productos con menos valor agregado son más baratos, y al mismo tiempo, hay un efecto de pérdida de ingresos para toda la cadena sojera porque si se exporta como poroto o aceite, se van a pagar retenciones por un 27 o 30 por ciento.
-Si se da este escenario, ¿puede haber otras implicancias?
-La Argentina es el país número uno en exportación de aceite de soja al mundo, y si volcamos más de este producto al mercado, el precio del aceite se va a hacer trizas, que es lo que ha ocurrido en otras oportunidades. En estos días se dio una situación paradójica y fue que en el Mercado de Chicago el aceite estuvo subiendo su precio porque ya sabían de esta medida, y esta suba se dio porque ellos eran conscientes que van a necesitar más aceite para hacer biodiesel, ahora que no lo van a importar de Argentina. Pero, al mismo tiempo, el precio del aceite argentino baja porque esto que antes se elaboraba como biodiesel ahora, al incorporarlo al mercado, se va a desplomar por sobreoferta. Es una medida proteccionista que castiga a un país que exporta de manera competitiva, como la Argentina, y favorece a los que producen con altos costos y, además, subsidiados, como los productores americanos.
Hay entre 200 y 300 millones de dólares que se podían recuperar de los 8000 millones que paga el sector agropecuario en derechos de exportación, y como el biodiesel –que es una parte pequeña de ese complejo– estaba exento de retenciones, generaba un ingreso que, en parte, derramaba sobre toda la cadena.
-¿Esto puede tener alguna incidencia en el mercado laboral argentino?
-No hay una afectación importante del empleo, en general son plantas muy automatizadas –por eso son tan competitivas–, pero sí se podría pensar, aunque es muy difícil de percibirlo, que si va a haber 200 o 300 millones más que pasan al estado, eso significa menos plata para la cadena sojera. Además, si los precios bajan, son menos recursos aun para esa cadena y para el país, porque ingresarán menos divisas.
-Algunos análisis estiman que esta medida es una respuesta a la habilitación a la exportación de limones a Estados Unidos, ¿usted cree que puede ser así?
-No sé, no tengo datos para eso, me parece que más bien surge del lobby agrícola de los productores que votaron masivamente a Donald Trump, quien les prometía este tipo de medidas. Me parece que tiene que ver más con una mentalidad un poco ‘kirchnerista’ –por así decirlo– del gobierno de Trump, de acuerdo a cómo lo definió nuestro ex secretario de Comercio Guillermo Moreno, porque creo que acá tuvimos políticas bastante parecidas de poner trabas respondiendo a la presión de algunos lobbies.
-¿Hay otros mercados a los que se pueda venderles biodiésel?
-La industria aceitera argentina es muy poderosa, muy importante, exporta por 25 mil millones de dólares por año, es cuatro veces más grande que la industria automotriz, y además se ocupa fundamentalmente de exportar, por lo que el 95% de lo que produce va al mercado internacional. Y hay más de cien países que compran derivados de soja argentinos. En consecuencia, diría que si ya no se está exportando es porque hay dificultades. Los mercados no son sencillos, por ejemplo, Europa compra el aceite argentino para hacer ellos el biodiésel, si nosotros queremos venderles el combustible desde acá, no nos dejan entrar. Así que no es fácil conseguir nuevos mercados. También se habla de ampliar la mezcla de biodiésel con gasoil en Argentina, lo cual es viable y plausible, aunque las automotrices están con dudas, de hecho, ya se opusieron cuando se aplicó el 5% como corte obligatorio, también se manifestaron en contra cuando se pasó al diez, ahora que se habla de un 20% también van a poner el grito en el cielo, así que no es fácil lograr que esto se sostenga.
-¿El país tiene herramientas como país para revertir esto?
-Sí, ir a la OMC y realizar un panel, como el que se hizo con Europa y se ganó. Ahora la duda está en si el gobierno argentino tiene intención de hacer eso o no, partiendo de la base de que algunos funcionarios están pensando que esto es bueno para las arcas fiscales porque van a recaudar más, cuando la realidad es que van a bajar los precios y vamos a perder todos.
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