Hace tiempo que en el seno de la sociedad juninense se mantiene una discusión sobre el lugar que ocupa la cárcel en la comunidad y la incidencia de las unidades en los niveles de delito, dado que se supone que familiares de los presos se instalan en la ciudad y que esta situación generaría más cantidad de hechos delictivos.
El debate está vigente y, en ese sentido, personal penitenciario admite que hay familiares que se instalaron en zonas más o menos cercanas a las UP 13, 16 y 49: en las cercanías de Camino del Resero y Pastor Bauman, y en sectores ubicados “del otro lado de la ruta”, que podrían ser los barrios San Antonio o Camino del Resero Norte. Aunque sostienen que esto no haría que se generen más delitos. Además, remarcan que hay ejemplos que contradicen esta teoría, dado que “ciudades como Pergamino, Chacabuco o Lincoln tienen un nivel de delito muy alto también y en esos lugares no hay cárceles”.
Pero también está la mirada social sobre la cárcel como institución. “Acá nos ven como un fantasma”, grafica un penitenciario de años, para luego agregar: “Quieren que nosotros arreglemos en unos pocos años lo que la sociedad no pudo hacer en veinte años con una persona”.
La relación con la comunidad es, de alguna manera, recelosa. Como lo explica uno de los jefes: “Acá no viene nadie. Se quejan de la cárcel pero no se acercan a ver qué se puede hacer o cómo pueden ayudar. Por ejemplo, nosotros le enseñamos un oficio al interno y mañana, cuando sale en libertad, se presenta en un lugar y dice que en la cárcel aprendió ese trabajo, ¿quién lo toma como empleado? Entonces es muy difícil”.
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