Aunque en el fondo no es más que una versión actualizada del trompo, un juguete creado hace más de cinco mil años, el Fidget Spinner, Hand Spinner, o simplemente Spinner, se ha convertido en el centro de un boom mundial. Este pequeño pasatiempo de mano que apareció en el mercado hace unas pocas semanas parece causar tal fascinación en los chicos, que algunos papás se muestran sorprendidos por su capacidad de alejarlos de la Playstation y el celular.
El Spinner -como millones de niños saben ya- es una pieza de plástico del tamaño de una mano y forma de trébol que, gracias a un rodamiento central y contrapesos en los extremos, puede girar durante varios minutos a gran velocidad. Si bien los hay con distintas formas, tamaños y materiales, el modelo más común está compuesto por tres aros que se unen a un ruleman central.
La gracia del Spinner, como todo trompo, consiste en hacerlo girar: lo que en su caso se consigue dándole impulso con una mano mientras se lo sostiene con la otra entre el índice y pulgar. Así de simple, “llega a tener un efecto hipnótico”, reconoce Verónica Penessi, una mamá que la semana pasada cedió al reclamo de su hijo Tomás (9), y esa misma noche se descubrió a ella misma “dándole vueltas al cosito” mientras miraba televisión.
“Había unos nenes en su escuela que lo tenían e hinchó tanto que la semana pasada se lo fuimos a comprar. Imaginamos que lo iba a dejar tirado a los dos días pero no; más bien fue al revés: largó un poco la PlayStation y el celular”, afirmó.
“La nueva y popular moda en juguetes es una pieza de plástico que gira”, titulaba el New York Post hace unos días al relatar el fenómeno comercial alrededor de este juguete que en Estados Unidos se consigue por unos 7 dólares y en Argentina cuesta el doble o más (unos 250 pesos).
Según los datos publicados por el diario norteamericano, sólo uno de los distribuidores locales había vendido ya 20 millones de unidades en apenas unos días, y estaba recibiendo encargos de grandes cadenas comerciales urgidas de reponer su stock.
Lo curioso es que detrás de este sorprendente boom comercial hay una mujer que no ha ganado un peso con él. En lugar de estar nadando en dinero, Catherine Hettinger, una inventora de Florida que creó una versión simplificada del Spinner en 1993 para entretener a su hija de 7 años, hoy está a punto de mudarse a una casa más chica y evalúa dar de baja el teléfono porque no lo puede pagar.
Como ella misma reconoce en una entrevista al diario The Guardian, en 2005 liberó la patente de su invento porque no podía afrontar los 400 dólares que costaba su renovación. “Mucha gente me dice que estoy loca para haber hecho algo así. Pero la verdad es que no podía pagarla y estoy satisfecha de que algo que yo misma diseñé haya funcionado tan bien”, contó la mujer.
¿Calma o distrae?
Pero lo cierto es que la popularidad del Spinner no sólo se debe al dinero que está moviendo por el magnetismo que ejerce sobre los chicos, sino también a los efectos adversos que esto tendría sobre su educación. No por nada docentes de escuelas del Reino Unido y Estados Unidos salieron a advertir que los alumnos se distraen con él a tal punto de que son incapaces de prestar atención, lo que llevó a que algunas escuelas los tuvieran que prohibir.
Y es que si bien se lo promocionan como un medio para aliviar el estrés y calmar la ansiedad de chicos con autismo o hiperactividad, muchos maestros aseguran que en general funciona como un distractor. “Los chicos no les sacaban los ojos de encima y se tornaba imposible dar clase; tuvimos que pedirles que no los trajeran más”, explica en su cuenta de Twitter Meredith Daly, una de las tantas maestras que reconoce haber tenido que ponerle freno al boom.
En diálogo con Democracia, un psicólogo juninense explicó que el Spinner “en la teoría que yo manejo (psicoanalítica) nunca lo escuché ni siquiera nombrar como algo terapéutico. No he visto ningún tipo de debate en el ambiente psicológico y para mí no sirve”, afirmó.
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